Comienzo

1K 107 57
                                    

En una carreta gastada, con otras seis personas, fue como Nikolai, con apenas doce años llegó a Moscú en busca de una vida mejor, quería empezar de nuevo tras perderlo todo durante la peste, incluyendo a sus padres. Vendió todo lo que había quedado en la casa que nació y, con un pequeño equipaje, emprendió el viaje.

Durante todo el trayecto tocó el Gusli y cantó junto a otros dos tipos que estaban ahí, los que eran menos intimidantes. Eso hizo que el viaje fuera menos pesado y alegre un poco a Nikolai, sobre todo cuando halagaron su voz y su facilidad para tocar el Gusli. Instrumento que había aprendido a tocar gracias a su padre, de quien también saco su voz armoniosa y su amor por el teatro. Sonrió con nostalgia al recordarlo.

Cuando llegaron, estaba nublado y la plaza principal estaba llena, probablemente habían ejecutado a alguien recientemente. Nikolai se tapó la nariz ya que no soportaba el aroma que había en el aire, ya conocido para la gente de ese entonces, a carne humana quemada. Con dificultad se bajó del carro y tuvo que caminar un poco para llegar a la plaza principal de la gran ciudad, tomo sus cosas y, luego de despedirse de sus compañeros, se perdió entre la multitud y camino un largo rato hasta que se cansó y se sentó abajo de un árbol, de donde podía ver absolutamente todo el lugar.

El lugar era distinto a su pueblo natal en el que abundaban campesinos. Acá, solo en la plaza, había un montón de gente de clase alta en elegantes carruajes que no se parecía en nada a los que conocía. Las personas vestían abrigos forrados en pieles que contrastaban con su piel blanca. Frente al mercado había un montón de sirvientes con grandes canastas y listas, probablemente haciéndole las compras a sus amos.

Una mujer que paso junto a Nikolai, sentada en el suelo con un parche en el ojo y sus piernas separadas y relajadas, arrugo la nariz y miro a su acompañante.

- Esta ciudad está perdida cada vez se llena más de vulgos...

Nikolai frunció el ceño, siguió con la mirada a la mujer y su boca entreabierta, lo había tomado por sorpresa tal comentario innecesario. Llevo luego sus manos sucias y sintio su aroma a heno. Su aspecto no era bueno, tendría que conseguir agua pronto.

Relojeo un poco viendo a la demás gente pasar y su estómago rujió cuando vio a un hombre pasar con un cajón de manzanas. Se sentó refunfuñado con las piernas cruzadas y el rostro apoyado en el puño de su mano.

El otoño estaba cerca así que debía encontrar un lugar donde dormir y un trabajo antes de que la nieve invadiera todo el lugar y de que las calles vacías se vuelvan peligrosas.

-¡Su excelencia, le sugiero no caminar tan separado de nosotros!

Nikolai giró la cabeza hacia esa voz, que se oyó un poco lejana. Venía de donde había un puñado de personas bastante llamativas que rodeaban a un niño de complexión delgada y cabello oscuro, se veía bastante liviano y miraba de forma despreocupada los puestos de los vendedores ambulantes. Llamo la atención de Nikolai, de repente el ambiente se volvió un poco tenso dado que la gente se quedó quieta y hacia una reverencia cuando el joven pasaba por su lado. El chico no parecía ver que la gente se hipnotizaba por él, ya que sus ojos viajaban a los viejos libros en las estanterías y en la joyería barata.

Muchos de los vendedores le tendían objetos que vendían, pero en forma de regalo y como el niño los tomaba, un hombre de cabello que se veía muy cerca a él, los lanzaba con asco.

Y esa fue la primera vez que Nikolai vio al príncipe de Rusia, Fyodor, heredero del trono. Quien para ese entonces tenía una vez años y era un niño travieso y lleno de curiosidad.

-Su excelencia...

-No me perderé, Iván, sé que es en la próxima calle... puedo ver el carruaje de mi padre desde aquí.

Grotesco resplandor - fyolai Donde viven las historias. Descúbrelo ahora