Algo que a Nikolai le encantaba de su nueva habitación era que tenía un pequeño balcón que daba a parte del jardín que había detrás del palacio. Entonces cada mañana apenas se despertaba se estiraba ahí, luego de lavarse la cara con el agua que tenían en un barril, por supuesto. Porque si algo había adoptado de su madre era el tema de la higiene, su familia a pesar de no tener lujos, siempre conseguían un poco de agua para asearse cada tanto, se lavaban las manos antes de las comidas y obviamente no podían faltar las ramitas de avellana para los dientes.
Esta mañana en particular, Nikolai se quedó más tiempo de lo debido en el balcón porque cuando se apoyó en la baranda se encontró con la figura del príncipe que estaba sentado encima de una fuente congelada, dejando caer la nieve sobre su cabello que poco a poco se volvía blanco como todo su alrededor, la nieve era dueña de los topiarios que decoraban y dividían los jardines del palacio y también se había adueñado de los bancos, los carruajes y los estanques que relucían en abundante hielo distinguido. De los techos colgaban finos pedazos de hielo como agujas que parecían de cristal y brillaban cuando les daba el sol. El invierno se apropiaba de todo.
Nikolai vio como Fyodor jugaba distraídamente haciendo pequeñas montañitas de nieve, las levantaba y las derribaba. Su mirada clavada en sus manos enguantadas, la seda que se abrazaba con perfección a sus dedos para protegerse del frio.
Al bufón le pareció buena idea visitarlo. Habían pasado dos días desde que se lo encontró en la sala donde estaba el pergamino y desde entonces lo llenaba el alivio por haber resuelto la incertidumbre que había existido por la voz, ya era un misterio pasado, aunque si es cierto que con eso nació una incertidumbre más peligrosa y era la de saber por la persona que era el príncipe. Quería conocer sus ideas, sus miedos y las cosas que le gustaban. Lo normal, Nikolai siempre se consideró muy curioso.
Encima de su ropa gastada se puso su abrigo, largo y negro, después las botas y así descendió al jardín. Pero no por donde debía, Nikolai no bajo las escaleras y salió por la puerta principal, sino que se sujetó de la baranda del balcón y ayudándose con las ramas húmedas y congeladas, con sus guantes rojos fue bajando hasta aterrizar exageradamente sobre la nieve.
El alboroto había llamado la atención del príncipe que giro en dirección de Nikolai, por lo que este no tardo en hacer una pose exagerada.
— ¡Tadah! — dijo luego de llevar sus brazos a su rostro con las palmas abiertas moviendo sus dedos como patas de arañas.
Fyodor lo miro inexpresivo desde su lugar, Nikolai se acercó e hizo una reverencia enfrente suyo, un brazo en su estómago y otro en su espalda. Su sonrisa amistosa contra los labios apretados en una línea recta del príncipe.
— Buenos días, bufón.
— Es un buen día ahora que soy bendecido con la presencia de un elegido por dios, ¿Verdad?
Fyodor lo miro de reojo, había vuelto a su labor de jugar con la nieve. Nikolai miro su perfil, la punta de su nariz roja por el frio al igual que sus mejillas. Su capa violeta forrada por dentro con piel estaba muy suelta sobre la delgada figura de Fyodor.
— ¿Que se te ofrece?
— Lo vi desde mi balcón y quise pasar a saludar.
Fyodor hizo un gesto con la cabeza, hacia adelante como si estuviera asintiendo, dándole la razón. Nikolai se perdió nuevamente en sus ojos y en sus cejas finas. Admiro como el vapor salía de sus labios rozados y deseo ser el viento que los acariciaba cada minuto.
— ¿Que lo trae por este lugar a usted? — Le dijo Nikolai.
— Estaba aburrido... no sabía que ahí estaba su habitación. — se atajó, llamando la atención de Nikolai que elevo una ceja.
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Grotesco resplandor - fyolai
RomanceTiempos oscuros comienzan cuando Nikolai Gogol, el bufón de la corte rusa, se enamora de Fyodor Dostoyevski, el príncipe heredero al trono. Esta historia que hace tanto sucedió, fue transmitida de voz en voz hasta el día de hoy. Y sigue fascinando a...