Prologo

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Ginny está sentada en una pequeña sala de visitas de la prisión, con las manos esposadas a la mesa de metal frío. Ha pasado tiempo desde que fue sentenciada, y las paredes grises y el vacío de la celda la han despojado de su vitalidad. Sus ojos, antes llenos de furia, ahora están cansados, pero aún esperan respuestas. Cuando la puerta se abre, su cuerpo se tensa al ver entrar a Draco Malfoy. Él camina lentamente hacia ella, con una calma controlada, vestigios de arrogancia en su porte. Se sienta frente a ella sin decir una palabra al principio, solo la observa con una mirada fría.

—Ginny Weasley. Hace mucho que no nos vemos —dijo Draco, su voz baja pero cortante, como el filo de una hoja que raspa suavemente en la piel.

Ginny lo mira, sus ojos ardiendo con resentimiento. Ella no está lista para disculparse, ni para aceptar el dolor que causó. Su obsesión con la supuesta relación entre Harry y Draco sigue carcomiéndola.

Ginny, con una mezcla de desafío y curiosidad, lo miró fijamente.

—¿Qué quieres, Draco? ¿Venir a restregarme tu victoria en la cara? ¿O acaso Harry te mandó a asegurarse de que siga encerrada aquí? —le preguntó con una expresión que desafiaba su presencia.

Draco esboza una sonrisa sarcástica, inclinándose un poco hacia ella, sus ojos reflejan algo oscuro y calculador.

—¿Victoria? No, Ginny. No hay victorias en esta historia. Ni para ti ni para mí —respondió Draco, su voz grave resonando en la sala. Hizo una pausa, como si el peso de sus palabras fuera demasiado para seguir. —Vine porque pensé que era justo que supieras la verdad. Después de todo, nada de lo que hagas o digas podrá cambiar lo que hiciste. Y esa verdad... te va a devorar, Ginny, cuando finalmente te la diga.

Ginny frunce el ceño, el corazón latiéndole más rápido. Draco mantiene su mirada fija en ella, saboreando el momento antes de lanzarle el golpe final.

—Siempre creíste que Harry y yo teníamos una relación, ¿verdad? —dijo Draco, con una nota de incredulidad en su voz. —Estabas obsesionada con esa idea, tanto que llegaste al punto de matar a Astoria por celos absurdos. ¿O eran porque no querias que fuera feliz.?

El nombre de Astoria provoca una reacción visible en Ginny, quien aprieta las mandíbulas, pero no responde. Draco continúa, su tono cargado de venganza fría.

—Lo trágico es que tenías razón, Ginny —dijo Draco, su voz grave resonando con una mezcla de dolor y revelación—. Harry y yo... sí estuvimos juntos.

Ginny siente como si el aire fuera arrancado de sus pulmones. Parpadea, incrédula, las palabras de Draco reverberando en su mente como una bofetada. Una parte de ella quería que fuera una mentira, que su obsesión no tuviera fundamento, pero ahora...

—No... no es cierto. — susurro Ginny, su voz temblando de incredulidad.

—Una relación de dos años se fue a la basura porque tú —apuntó con un dedo al pecho de Ginny— quedaste embarazada. Durante mucho tiempo lo pensé y, aunque me costó aceptar la inocencia de Harry, se volvió demasiado obvio cuando lo vi teniendo pesadillas contigo. —El silencio entre ambos se hizo denso—. Lo drogaste para quedar embarazada, y no fue solo una vez. ¿verdad?

Ginny tragó saliva, desviando la mirada hacia la mesa, incapaz de sostener su feroz mirada.

—Eso ya no importa —dijo Draco con seriedad—. Estás en prisión por veinte años, que fácilmente pueden convertirse en treinta si decido mover mis influencias.

—No... Tú solo... mientes para vengarte —replicó Ginny, su voz llena de desesperación y desafío.

Draco se echa hacia atrás en su silla, con una expresión serena, casi satisfecha, mientras contempla cómo su confesión comienza a romperla por dentro.

—No tengo razones para mentir. No ahora —afirmó Draco, su mirada fija en ella— lo que tuvimos fue real. No fue una fantasía de tu mente enferma, Ginny. Y ¿sabes que es aun mejor? – sonrió con un aire socarrón, orgulloso de su revelación—. Que hicimos el amor el día de mi boda. Mientras gemía mi nombre, confesaba una y otra vez que me amaba, que me había extrañado.

Ginny lo mira, sus ojos ahora llenos de lágrimas que lucha por contener. No puede permitirse el lujo de llorar frente a él. Se siente destrozada por dentro, y la culpa se mezcla con la devastación.

—¿Por qué... me dices esto ahora? ¿Para castigarme aún más? —preguntó Ginny, su voz temblando entre la incredulidad y el dolor.

Draco la miró en silencio durante unos segundos, antes de hablar de nuevo, esta vez con un tono más helado.

—No. Te lo digo porque sé que esta verdad es peor que cualquier condena. Porque ahora entiendes que mataste a la mujer equivocada. Pero no he terminado.

Ginny levantó la mirada, sus ojos llenos de preguntas y miedo. Draco la observó unos segundos más, disfrutando de su sufrimiento antes de lanzar la última daga.

—Vine también a decirte que me voy a casar, Ginny —hizo una pausa breve, enseñando el anillo con diamantes, dejando que sus palabras calaran hondo—. Harry me pidió matrimonio. Vamos a casarnos.

Ginny siente como si el mundo se desmoronara a su alrededor. La prisión se vuelve aún más opresiva, como si las paredes se cerraran sobre ella. Sus manos empiezan a temblar ligeramente, y lucha por contener las lágrimas, pero esta vez no lo consigue. Una lágrima silenciosa rueda por su mejilla mientras baja la cabeza.

—No... no puede ser...- Ginny suelta un murmullo con voz rota.

Draco se levanta lentamente, la satisfacción evidente en su rostro. Ha logrado lo que quería. Ha destruido lo poco que quedaba de Ginny Weasley. Y justo cuando ella cree que ha escuchado lo peor, Draco se inclina ligeramente hacia ella, con una sonrisa burlona en los labios.

—Y antes de que se me olvide... gracias, Ginny —dijo Draco, su voz impregnada de un tono sarcástico—. Si no hubieras matado a Astoria, Harry y yo jamás habríamos estado formalmente juntos. Irónico, ¿no?

Ginny lo miró, devastada, como si le hubiera arrancado el último aliento. Las palabras de Draco resonaban en su mente como un eco cruel, y no podía creer la barbaridad que acababa de escuchar. Esa burla se sentía como la puñalada final, un recordatorio desgarrador de que todo lo que había hecho había sido en vano, y que, en última instancia, había contribuido a unir a quienes más odiaba.

—Oh, lo es —continuó Draco, con una sonrisa cruel que apenas ocultaba su satisfacción—. Y mientras tú sigues aquí, consumiéndote con tus errores, Harry y yo tendremos la vida que nunca pudiste tener con él.

Se dio media vuelta y comenzó a dirigirse hacia la puerta, sin mirar atrás. Justo antes de salir, se detuvo por un momento, y con una indiferencia helada, agregó:

—Adiós, Ginny. Espero que la verdad te haga compañía... porque será lo único que te quede.

Y con eso, Draco sale de la sala, dejando a Ginny devastada, rota por una verdad que nunca quiso enfrentar. Las lágrimas fluyen ahora sin control mientras el vacío en su pecho se expande, aplastando lo que queda de ella.

A través del tiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora