Día 3: Cumpleaños (Jacegon)

68 15 0
                                    

Para Aegon, celebrar su día del nombre jamás había sido muy importante

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Para Aegon, celebrar su día del nombre jamás había sido muy importante.

Aunque era un príncipe Targaryen y el primogénito varón de su padre, el Rey Viserys, lo cierto era que su progenitor no era nada cariñoso con él, por lo que celebrar su onomástico no había sido nunca una prioridad. Del mismo modo, su madre, la Reina Alicent, prefería fingir que aquel día era como cualquier otro, pasando su día rezando en el septo o simplemente ignorando su existencia.

Entonces Aegon aprendió a no importarle, recibiendo los saludos de sus hermanos menores antes de perderse a lomos de Sunfyre y no reaparecer hasta una semana después de la fecha.

Así había sido hasta que atrajo la atención de su sobrino, el Príncipe Jacaerys Velaryon.

El moreno, que de pequeño había pasado sus días corriendo detrás de Aegon, no había demorado en, una vez establecido de nuevo en la Fortaleza Roja, volver a buscar a su tío favorito. Aegon se sorprendió al verlo tan cambiado y, si era honesto, tan apuesto que al principio se sintió cohibido con su presencia constante.

Pronto, sin embargo, se hicieron tan cercanos como antaño, desapareciendo con sus dragones y haciendo carreras locas a las islas cercanas a Desembarco.

Y fue en una de aquellas salidas que Aegon cumplió un día más del nombre y aunque él olvidó la fecha, Jacaerys sí que la recordó, esperando a llegar a tierra firme antes de acercarse a su tío y entregarle un paquetito envuelto en una tela bordada con el emblema de la casa Targaryen.

Aegon se sorprendió con el detalle y luego lanzó un chillido de alegría al descubrir el obsequio. Se trataba de un broche del dragón tricéfalo de su casa, pero este estaba hecho de oro, recordándole gratamente el hermoso color de su dragón.

-¿Te gusta? -le había preguntado un nervioso Jacaerys.

-¿Que si me gusta? ¡Me encanta! -dijo Aegon abrazando al moreno y enterrando su rostro en el cuello del otro. Jacaerys aprovechó para enredar sus brazos en su cintura y atraerlo aún más a su lado. Aegon se sorprendió con su accionar y estaba a punto de decir algo al respecto, pero el Velaryon no se lo permitió, besándolo hasta dejarlo sin aliento.

De aquel día habían pasado ya varios años y Aegon había aprendido a disfrutar y a esperar con ansias su día del nombre, pues su ahora esposo nunca dejaba de sorprenderlo con el detalle perfecto.

Sin embargo, ese año Aegon deseaba hacer algo diferente.

Había acontecido que el hermano menor de Jacaerys, Lucerys, había conquistado y desposado a su propio príncipe Targaryen y siendo el heredero de la casa más rica de Poniente había celebrado por todo lo alto el día del nombre de su adorado Aemond, quien además se encontraba esperando a su primer hijo.

Así, todos los grandes señores habían llegado a Desembarco a agasajar al jinete de Vhagar, participando en los torneos y banquetes a su nombre, con el moreno ganando la justa y coronándolo como su Reina del Amor y la Belleza y más tarde presentándole cofres con piedras preciosas, telas exóticas traídas de las Ciudades Libres y una nueva montura para su dragona con los símbolos Targaryen y Velaryon decorándola. Sin duda grandes obsequios para su hermanito y un perfecto agasajo de parte de su esposo.

Y aunque Aegon disfrutaba enormemente de pasar su día del nombre solo con su esposo y sus dos cachorros, una parte de él comenzó a añorar una ceremonia igual de fantástica que la de Aemond. Así se lo hizo saber a su esposo y Jacaerys, siempre dispuesto a cumplir hasta el más mínimo de sus deseos, se puso manos a la obra.

Unos meses más tarde, llegó el vigésimo cuarto día del nombre de Aegon, con el rubio despertando con los besos de su esposo recorriendo su cuerpo y siendo tomado mientras el sol poco a poco comenzaba a iluminar su habitación. Para el rubio aquella fue la manera perfecta de iniciar las festividades del día, comparable únicamente con poder pasar buena parte de su mañana con sus bebés antes que las nodrizas los llevaran a cambiarse y sus propias doncellas lo ayudarán a él a vestirse con el traje que Jacaerys había encargado para él.

Desafortunadamente, aquellos fueron los últimos momentos tranquilos para el rubio.

Una vez en la arena, todos buscaron la atención del consorte del heredero de la futura reina y el rubio, consciente de lo importante de dar una buena impresión a sus futuros súbditos, les prestó toda su atención, apenas logrando ver a su esposo derribar al último contrincante y alzarse con la victoria, caminando decidido al lado de su pareja y depositando la corona del campeón en sus rubios cabellos, besándolo apasionadamente para diversión de los presentes.

Ya en el banquete, Aegon pensó que las cosas se calmarían un poco y podría disfrutar de la velada con su esposo e hijos. Sin embargo, fuera del primer baile que compartió con su pareja, Aegon y Jacaerys pasaron las siguientes horas en lados opuestos del salón cumpliendo sus deberes de príncipes y entreteniendo a los invitados, o en el caso de Aegon, aceptando además innumerables invitaciones de baile.

No fue sino hasta el final de la noche que el matrimonio volvió a reunirse en la pista, con un agotado Aegon dejándose guiar por su marido, disfrutando de poder relajarse entre sus brazos.

-¿Te divertiste, mi amor? ¿Fue todo lo que deseaste? -preguntó Jacaerys levantando el rostro de su rubio y sonriéndole enamorado.

-Fue perfecto, amor mío -susurro Aegon, verdaderamente agradecido con su príncipe.

-Detecto algo de duda en tu voz, amor. ¿Hubo algo que no te agradara?

-No, no, no, todo fue hermoso. Gracias, esposo mío

-¿Seguro?

-Mmm... bueno...

-Si alguien te dijo o hizo algo solo dímelo y yo...

-No, nadie me ha hecho nada. Es solo que que...

-Dímelo sin miedo, cariño.

-Casi no estuvimos juntos hoy. Y tampoco pude estar con mis bebés más que un momento en el torneo. No es justo, no se supone que fuera así.

-Oh, cariño. Así son estas fiestas tan estrafalarias. Al final son más para los invitados que para el agasajado.

-Yo quería estar contigo y nuestros hijos.

-Yo también, mi amor. Pero verte reír feliz este día ha sido recompensa suficiente.

-Hagamos algo más privado la próxima vez.

-Te propongo algo. Mañana tomemos a nuestros hijos y vayamos a Rocadragón. Allí nadie nos molestará y podremos estar juntos solo los cuatro.

Aegon solo le sonrió a su esposo, haciéndole saber con ese gesto lo complacido que estaba con su idea, suspirando mientras se dejaba guiar fuera del salón y de vuelta a sus habitaciones.

Si, había disfrutado de su día del nombre en presencia de los lores del reino, pero estaba más que listo para celebrar y disfrutar con su familia. Después de todo, para qué tener una fiesta y torneos y regalos cuando su esposo e hijos eran el mayor regalo que le había dado la vida.

Flufftober 2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora