Día 16: Remedios caseros (Jacegon)

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Nota:
(Continuación del Día 15: Preocupaciones)

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Jacaerys no se alejó de la cama de Aegon hasta la mañana siguiente, cuando la reina y los maestres volvieron para atender al heredero y la mujer echó nuevamente al moreno y este, solo para evitar una confrontación mientras su tío se recuperaba, le...

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Jacaerys no se alejó de la cama de Aegon hasta la mañana siguiente, cuando la reina y los maestres volvieron para atender al heredero y la mujer echó nuevamente al moreno y este, solo para evitar una confrontación mientras su tío se recuperaba, le hizo caso.

Por desgracia, tras evaluarlo, los maestres descubrieron que no hubo una mejoría significativa, aunque al menos respiraron aliviados al constatar que el primogénito del rey descansaba y ya no murmuraba y se agitaba sobre la cama como la noche anterior.

Horas más tarde, Jacaerys volvió y esta vez no lo hizo solo, sino que llegó con su abuelo, el rey, caminando a su lado con lentitud. Entonces la Reina Alicent no pudo atreverse a despedirlo y tuvo que limitarse a observar al moreno tomar la mano de su prometido y dedicarse a refrescar su frente aún caliente.

Los maestres, pese a todo, se mostraron optimistas con el pronóstico del príncipe, asegurando al rey que estaban haciendo todo lo posible para aliviar su mal. Lo positivo era que el Príncipe Aegon era joven y fuerte y confiaban en que su recuperación sería rápida. El rey se alegró al oír las palabras de Orwyle, ordenándole mandar aviso de cualquier novedad. Luego de eso se retiró a reunirse con su consejo para darles la noticia, dejando al resto en la habitación.

Pero la salud de Aegon empeoró nuevamente al anochecer, con Orwyle y los otros planteándose maneras para bajar su fiebre y restaurar su salud. Al final, acudieron al rey a solicitar su permiso para realizar una sangría, asegurándole que de aquella forma se balancearían los humores del príncipe y su temperatura se normalizaría.

La reina no soportó quedarse a ver el procedimiento, pero no hubo poder humano que sacara a Jacaerys de la habitación. Y como prometido y futuro consorte del próximo rey, los maestres tuvieron que soportar su presencia. Lo importante, al fin y al cabo, era curar al Príncipe de Rocadragón.

Jacaerys ahogó un sonido de angustia al verlos tomar el brazo de su tío y hacer una incisión, la sangre manando espesa por su piel y cayendo en una bandeja que luego Orwyle examinó con detenimiento. Para cuando terminó de estudiar el líquido vital, sus asistentes ya habían parado el sangrado y vendado el brazo de Aegon y el menor había vuelto a su posición a su lado, notando con alivio el rostro más relajado del rubio. La sangría parecía estar funcionando.

Y durante la madrugada, con Jacaerys como único testigo, Aegon abrió por fin los ojos.

El moreno había estado leyéndole de uno de los libros que encontró en la habitación, atento a cada movimiento del otro, por lo que de inmediato lo vio luchando por despertar, acercándose y acariciando sus cabellos, deseoso de reconfortarlo.

—Un ángel... —murmuró Aegon al ver a la figura frente a él, haciendo sonreír a su prometido antes de caer inconsciente otra vez.

Aegon volvió a despertar horas más tarde y al igual que la vez anterior lo primero que vio fue a Jacaerys, abriendo y cerrando los ojos varias veces, no pudiendo creer que en verdad se encontrara allí con él.

Flufftober 2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora