Día 19: Caricias en el pelo (Visemon)

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Una de las características de los Targaryen, además de sus ojos ametistas y su piel nacarada, eran sus cabellos rubios y platinados, distintos a los otros tipos de rubios que se podían encontrar en Poniente y que los miembros de la casa del dragón...

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Una de las características de los Targaryen, además de sus ojos ametistas y su piel nacarada, eran sus cabellos rubios y platinados, distintos a los otros tipos de rubios que se podían encontrar en Poniente y que los miembros de la casa del dragón solían llevar largo, sin distinción de género.

Daemon Targaryen era uno de los miembros de la casa real que más largo lo llevaba. Y aunque se pensara que en batalla sería más un inconveniente, el guerrero se negaba a cortarlo. Algo por lo que su esposo y rey agradecía todos los días a las Catorce Llamas.

Para Viserys, ver el cabello de su consorte suelto o trenzado, húmedo o seco, lleno de la sangre de sus enemigos u oliendo a la lavanda que tanto le gustaba, le daba igual. Para él, esa melena era una fuente de placer, sobre todo en los momentos en que el menor, no pudiendo estar más tiempo lejos de él, lo buscaba y lo montaba con desenfreno en donde fuera que se encontraran, Viserys sin falta aferrándose a esas hebras, gruñendo como un animal salvaje en el oído de su pareja.

Pero su cabello no solo despertaba pensamientos y actos impuros en el rey. Viserys también amaba ver a su esposo lavar su cabello por las noches, ayudándolo a secarlo y peinarlo, pasando por cada mechón la peineta que había mandado a hacer especialmente de uno de los colmillos de Balerion, hasta que su cabellera brillaba como la luna y Daemon le agradecía con un suave beso en los labios.

Y cada mañana, Viserys despertaba minutos antes que su esposo y disfrutaba de acariciar mechones de su cabello y llevarlos hacia su nariz, aspirando ese aroma único que lo sostenía durante las horas que debía pasar lejos de su pareja.

Y cuando nació Rhaenyra, idéntica a su madre Alyssa, la belleza de Daemon incrementó, con Viserys fisicamente incapaz de alejarse de su pareja e hija, sus consejeros no teniendo más opción que ir a las habitaciones reales a consultarle los asuntos de estado.

Sin embargo, unos años después, cuando Rhaenyra cumplió ocho días del nombre, una guerra se desató en los Peldaños de Piedra, con la flota Velaryon intentando frenar el avance enemigo, valiéndose de la ayuda de Meleys y Bruma, los dragones de la Señora de las Mareas y su hijo.

Viserys incluso había firmado los documentos para movilizar sus ejércitos cuanto antes, cuando un grupo de mercenarios logró colarse en la Fortaleza Roja, sin duda buscando capturar o eliminar a la familia real. Solo la experiencia de Daemon como guerrero les salvó la vida a él y a su pequeña, con los guardias llegando solo para ver al último de los hombres ser atravesado por Hermana Oscura.

Entonces la reina, hecha una furia sedienta de venganza, solicitó permiso para partir con los ejércitos, Viserys prohibiéndolo, negándose a enviar a su consorte al peligro. Esa noche, los gritos de la pareja se escucharon por toda la fortaleza, hasta que todo se hizo silencio por un momento y después nuevos gritos, ahora de placer, reemplazaron a los anteriores.

El rey creyó que esa noche de pasión había sido suficiente para apaciguar el deseo de sangre de Daemon, pero al oír, al amanecer del siguiente día, el distintivo chillido de Caraxes, Viserys cayó en cuenta de que aquella había sido una treta para distraerlo y poder unirse a la lucha. Y él, al ya no tener a su dragón, solo pudo observar con impotencia como Daemon se lanzaba de cabeza a la guerra.

Pasarían meses para que Viserys volviera a ver el rostro amado de su esposo y Rhaenyra a su madre. Pero así como Daemon se fue sorpresivamente, también regresó del mismo modo.

La corte se encontraba en el Salón del Trono donde Viserys presidía una audiencia, con su hija de pie y atenta a su lado, cuando una sombra pasó por los grandes ventanales, seguido del extraño chillido del Guiverno Sanguíneo. Todos en el salón se miraron con temor y a la vez esperanza, pidiendo en silencio que el regreso del consorte del Rey fuera señal de buenas noticias.

Minutos después las puertas de la sala se abrían y uno de los Capas Blancas anunciaba a la Reina Daemon, todos anonadados al ver entrar al rubio.

Pero ninguno quedó tan sorprendido como el mismo rey, quien abandonó su trono y caminó con rapidez a su encuentro, queriendo corroborar lo que sus ojos habían visto.

Y una vez frente a su amado esposo, pudo confirmar que su vista no le había engañado. Su esposo, su reina, su otra mitad, al parecer se había visto obligado a dejar su antiguo estilo, regresando con el cabello increíblemente corto y con una corona de madera y huesos adornándola. Pero ver el cabello corto de su esposo no lo impactó tanto como sí lo hizo el ver su vientre hinchado de un embarazo de alrededor de seis lunas.

Viserys ni siquiera tuvo que preguntar. La última vez que él y su consorte compartieron el lecho fue justamente seis lunas atrás, una noche antes que partiera a los Peldaños de Piedra. El bebé que Daemon esperaba era suyo.

El rubio menor se inquietó con el silencio de su esposo y deseando hacer un ofrecimiento de paz, se retiró su corona e hizo amague de arrodillarse ante el otro para ofrecérsela. En ese momento, Viserys reaccionó, tomando a su consorte por los brazos y atrayéndolo contra su pecho, apoderándose de su boca sin importarle que la corona rodara por el suelo, mientras el resto de los cortesanos no sabían cómo reaccionar ante aquella demostración de pasión. No que a la pareja le importara, ocupados como estaban, solo separándose cuando Rhaenyra, soltándose de sus nodrizas, corrió hacia su madre, abrazándose a sus piernas y besando su abdomen.

—Soñé que llegarías con Aegon, muña —le dijo a Daemon, acariciando a quién estaba segura se trataba de su hermano—. ¿Cuánto falta para que llegue Aegon, mami?

—Pronto, hija mía. Tu hermanito llegará muy pronto —le respondió Viserys, cargándola ahora que su esposo no podía hacerlo, sin poner en duda las palabras de la pequeña. Después de todo en la casa Targaryen existían las soñadoras y Rhaenyra bien podría ser una—. Tendremos que elegir un huevo para su cuna. ¿Qué te parece?

—Daor, kepa. Mi hermano tendrá a Sunny. Él y Syrax ya son amigos. Podremos volar juntos cuando nazca —susurró la pequeña princesa, haciendo emocionar a sus padres. Daemon, en especial, que la había extrañado con locura todos esos meses, tomó su manita y la besó con devoción, su corazón sintiéndose dichoso por estar de vuelta en casa.

El rey, adivinando el deseo de su consorte por un poco de privacidad, anunció que se retomarían las audiencias a la mañana siguiente, abrazando a Daemon por la cintura y saliendo rumbo a sus habitaciones. Una vez allí, con Daemon aseado y cubierto con la bata de su esposo, se acurrucó con su hija en la enorme cama de la pareja, no saliendo de ella hasta que Rhaenyra se quedó dormida abrazada a una de las almohadas.

Solo entonces Daemon se acercó al sillón desde donde su marido lo había estado observando con hambre, sentándose sobre sus piernas, dándole la espalda. El mayor se sentó derecho, su pecho chocando con la espalda de su consorte, tomando el objeto que el otro le entregó.

Era el peine que le había regalado.

—Sé que preferías mi cabello largo, por lo que tendrás que esperar un poco para que vuelva a ser como antes —le dijo el menor, suspirando al sentir a Viserys comenzar a pasar el peine por su ahora cortos mechones.

Pero incluso corto, más corto de lo que alguna vez se lo hubiera visto a su hermano-esposo, Viserys no perdió oportunidad para deleitarse acariciándolo, reconociendo en las platinadas hebras ese aroma que había añorado todos esos meses y que ya no tendría que ver únicamente en sus sueños.

Cuando sintió el cuerpo de su reina relajarse, el rey lo tomó en sus brazos y lo recostó al lado de Rhaenyra, acomodándose él detras de su pareja, abrazando a su familia y enterrando su rostro en los cabellos de Daemon, cayendo dormido por fin sintiendo una paz que había perdido cuando su alma gemela lo había dejado atrás.

Flufftober 2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora