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Daemon era, por lo general, un omega seguro de sí mismo.
Era miembro de una de las familias más importantes del país; era joven, hermoso e inteligente; y sobre todo era, desde hacía más de un año, el novio de Harwin Strong, el alfa por el que todos los omegas suspiraban.
Y no era para menos. Harwin era un alfa increíblemente apuesto y eso sumado a su amabilidad con todos, lo hacía el sueño húmedo de todo omega soltero que lo conocía. La propia sobrina de Daemon, siendo una alfa ya enlazada a su propia omega, había comentado alguna vez cómo no le molestaría pasar una noche con el moreno. Daemon aún no salía con el alfa en ese entonces, pero a duras penas había logrado contenerse de gritarle a Rhaenyra.
Por desgracia, ese tipo de comentarios no habían parado cuando iniciaron su relación, sino que más bien se unieron a otros en los que si bien no lo insultaban explícitamente, tampoco lo pintaban bajo una luz positiva.
Y como a Daemon siempre le había gustado hacer rabiar a sus detractores, no perdía oportunidad para mostrarse mimoso con Harwin, besándolo en cada oportunidad, sentándose en sus piernas cuando lo visitaba en su oficina o caminando con el brazo del alfa sobre sus hombros. Si Harwin sospechaba la razón tras sus acciones, no decía nada, aprovechando la oportunidar para poder manosear a su omega a placer.
Pero eran los momentos más personales los que guardaban solo para ellos. Esos momentos en que podían ser sinceros el uno con el otro, hablando de todo y nada o bromeando hasta que la risa les cortaba la respiración. Esos eran los momentos en que Daemon se mostraba vulnerable, confiado en que Harwin sabría qué decir o hacer para calmar sus temores.
Sin embargo, llegó un momento en que los comentarios y acciones lo molestaron demasiado, como aquella vez en que estuvo a punto de irse a las manos con un par de omegas que se habían atrevido a acercarse y toquetear a su pareja en un momento en que él había ido a los servicios. Si no hubiera sido por su pareja, que se los había sacado de encima de inmediato, la sangre hubiera llegado al río.
Fue entonces que en su desesperación y fastidio, a Daemon se le ocurrió un plan desquiciado y, sin comentárselo a su alfa, lo llevó a cabo.
A partir de la mañana siguiente, cada vez que Daemon salía o interactuaba con otros omegas se fingía ligeramente enfermo, contando con la naturaleza protectora de estos para preguntar qué le pasaba y así terminar confesándoles sus sospechas de que parecía estar embarazado, antes de salir corriendo hacia el baño cubriéndose la boca para dar credibilidad a su historia.
La noticia no tardó en esparcirse, con muchos omegas observando más detenidamente al rubio, intentando descubrir qué tan cierta era la historia. Daemon continuó como si no se diera por enterado de las miradas, pero de vez en cuando tocaba su abdomen y sonreía tímidamente, como si tuviera un secreto escondido debajo de su corazón.
Para su mala suerte, a pesar de que muchos omegas dejaron de acercarse a Harwin, hubieron otros que, sin parecer importarles destruir una familia, continuaron en sus intentos por metérsele por los ojos a su Strong. Y eran demasiados para su gusto. Al final, Daemon eligió no molestarse, decidiendo que una visita a un lugar muy específico era necesaria. Y tenía la excusa perfecta para hacerla.
