Día 8: Compras domésticas (Jacegon)

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—Hay que llevar este

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—Hay que llevar este.

—Ese no.

—¿Por qué no? Es mi favorito.

—Ya lo sé, amor. Pero mejor llevemos este. Es más barato.

—No conozco esta marca.

—Sigue siendo mermelada.

—Si, una mermelada fea.

—Jace, amor...

—Lo estoy haciendo otra vez, ¿no es cierto?

—No te pongas triste, amor. Si quieres, podemos llevar la que te gusta.

—No, no es necesario. Sigamos con lo demás de la lista.

Aegon intentó parar a su novio, pero Jacaerys ya había empujado el carrito hacia otra sección del supermercado. El rubio solo pudo suspirar, mirando el producto que su novio había querido y que no había podido comprar para él.

Todo había sido un gran desastre.

Él había sido un gran desastre para Jacaerys.

No se suponía que fuera de esa manera.

Aegon, al ser el hijo mayor de Viserys Targaryen, se suponía que debía haber sido su sucesor. Pero él había odiado desde siempre esa vida de niño rico y se había revelado, convirtiéndose en la vergüenza del clan familiar y llevando a que su padre lo desheredara y echara de la mansión.

A él le había dado igual. Tenía sus ahorros y los suficientes contactos para empezar de cero y crear una vida que le agradara a él. Además, estaba tan acostumbrado a vivir austeramente que no le tomó mucho acostumbrarse a una vida de clase baja.

Con lo que no contó fue que casi al mismo tiempo que fue desheredado, su padre y toda la familia también descubriría su romance con su sobrino Jacaerys, el nieto predilecto de Viserys.

Cuando aquella bomba estalló, los mayores no tardaron en darle un ultimátum al jovencito: olvidarse de Aegon y aceptar el compromiso que pactarán para él o renunciar a llevar el apellido Targaryen. El moreno había guardado esperanzas de que su madre lo apoyara, pero ella también se había mostrado de acuerdo con su padre, obligándolo a elegir.

Cuando Aegon se enteró del asunto por sus hermanos menores, supuso que Jace elegiría la primera opción. O al menos que fingiría hacerlo. Después de todo, el moreno aún dependía económicamente de sus padres. Además, recién estaba cursando su tercer año en una universidad prestigiosa. Aegon no esperaba que abandonara todo por él. Se amaban, si, pero el rubio prefería que su novio siguiera bajo la protección de su apellido. Ya llegaría el momento de estar por fin juntos.

Sin embargo, Jacaerys, pese a su gran inteligencia, era alguien que creía en el honor y la verdad y al final decidió renunciar a todo, excepto a él.

Para toda la familia fue un shock oír sus palabras y su madre incluso intentó por todos los medios hacer que entrara en razón y viera lo que estaba por perder. Lo mismo sucedió con su padrastro, con quien Jace casi se va los golpes por atreverse a insultar a su pareja.

Esa misma noche, el moreno salió de la mansión Targaryen apenas cargando con una maleta llena de ropa. Aegon, por supuesto, fue a su encuentro y lo llevó a su pequeño departamento, pasando el resto de la noche abrazándolo y secando sus lágrimas.

Al día siguiente, más serenos, comenzaron a hacer planes.

Obviamente, Jacaerys continuaría en la universidad y aunque el menor quiso negarse, Aegon le aseguró que con sus ahorros más su trabajo podía costear la colegiatura junto con los gastos del departamento y otros pagos. Jacaerys prometió entonces conseguir un trabajo y aunque el rubio quiso disuadirlo, prefiriendo que se enfocara en sus estudios, al final acordaron que lo haría medio tiempo.

De ese día ya había pasado más de un año y aunque Jacaerys ya estaba a unos seis meses de terminar sus estudios e incluso ya había empezado a trabajar como practicante, el dinero ya había comenzado a escasear. Todavía no de forma preocupante, considerando que la empresa de Aegon comenzaba a hacerse más famoso, pero el rubio prefería ser precavido y no poner en riesgo la carrera de su novio. Ya había hecho bastante daño.

Era por eso que habían decidido limitar un poco más sus gastos y ceñirse estrictamente a un presupuesto hasta la graduación del menor. No obstante, no era fácil. Antes, el dinero obviamente no abundaba como cuando vivían en la mansión, pero al menos se podían permitir cenar fuera, ir de vacaciones a algún lugar cercano y comprar comida de excelente calidad. A diferencia de ahora que no podían permitirse siquiera una mermelada. Al menos por ahora.

Siguieron caminando por los pasillos del supermercado, con Aegon prestando atención a todo lo que su novio miraba mucho tiempo, pero que no se atrevía a pedir, desde esa mermelada hasta el tipo de pasta hecha a mano que le gustaba preparar cada vez que cumplían un mes más juntos. Incluso tomó nota del papel higiénico de triple hoja que era como una nube cuando lo usabas. Cielos, cómo extrañaba ese papel higiénico.

Y una semana después, si bien no pudo comprar todo lo de la lista, sí se aseguró de conseguir, entre otras cosas, la mermelada favorita de Jace, apareciéndose a la salida de la universidad con ella en una mano y dos cucharas en la otra. El moreno al verlo corrió a sus brazos, casi haciendo que soltara el frasco, los dos riendo una vez pudieron salvarlo, volviendo a su auto a disfrutar de su contenido.

—Creí que debíamos mantenernos dentro del presupuesto.

—Si, pero también podemos darnos un gusto de vez en cuando.

—Me encanta cómo piensas, Aegon Targaryen.

—Pues te va a encantar aún más cuando veas lo demás que compré.

Y al ver lo que había conseguido, Jace comenzó a reír con fuerza, llamando la atención de la gente que pasaba. Porque Aegon acababa de mostrarle, orgulloso, el paquete de veinticuatro rollos de papel higiénico del suavecito y además un par de cajas de los condones premium con sabor a fresa que les gustaba usar.

Bueno, habría que darle un buen uso sobre todo a ese último. Después de todo, había sido un sacrificio de Aegon y Jace jamás permitiría que fuera en vano.

Flufftober 2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora