Día 9: Flores (Daeffrey)

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Joffrey siempre había visto a los otros omegas entusiasmarse cuando sus parejas o pretendientes les regalaban flores e incluso él, desde su presentación, había tenido el "honor" de recibir innumerables ramos de las flores más variadas

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Joffrey siempre había visto a los otros omegas entusiasmarse cuando sus parejas o pretendientes les regalaban flores e incluso él, desde su presentación, había tenido el "honor" de recibir innumerables ramos de las flores más variadas.

Sin embargo, la verdad es que odiaba recibirlas.

No era que no fueran hermosas, porque en verdad lo eran. Pero su belleza era efímera y para el momento en que le eran entregadas se podía argumentar que ya no eran más que cosas muertas. ¿Y a quién podría entusiasmarle la idea de recibir algo muerto? A él ciertamente no. Por desgracia esa tendencia en la sociedad no cambiaba y a él solo le quedaba soportarla.

La temporada social ya estaba bastante avanzada y Joffrey ya se estaba resignando a tener que aguantar que sus pretendientes le regalaran esos ramos, cuando se anunció la llegada a la ciudad del hijo menor de su abuelo, quien desde su más tierna infancia había vivido con su familia materna en Antigua.

Cuando se enteró de la noticia, Joffrey no sintió mayor emoción por conocer a uno más de sus tíos que el normal. Nunca habían tenido muchos contacto con los hermanos menores de su madre. O al menos así había sido hasta que sus propios hermanos mayores, Jacaerys y Lucerys, reclamaron a sus tíos Aegon y Aemond como sus omegas. En su opinión, era más que suficiente con aquella conexión. ¿Quién podría decir qué habían criado los Hightower? Joffrey prefería no descubrirlo. De lo contrario, sería capaz de iniciar una guerra contra el alfa recién llegado si resultaba ser un presumido.

Pero para su sorpresa, la noche en que se conocieron en un baile ofrecido por Lady Arryn, si bien discutieron un poco, la sangre no llegó al río. Por el contrario, Joffrey volvió a casa sintiéndose gratamente desafiado, quedándose dormido con la esperanza de un nuevo cruce de palabras con el alfa.

Con el paso de las semanas, los encuentros entre ambos continuaron de la misma forma, hasta que Joffrey comenzó a sentir cierta frustración con su tío. Había empezado a ver a Daeron bajo otra luz y agonizaba pensando si el rubio también lo veía como un posible prospecto de omega o si, por el contrario, tenía en mente a otro candidato. Pero por lo que había notado, el rubio no dedicaba más tiempo a otros omegas que el que reservaba para él. ¿Significaba eso que no estaba interesado en él? ¿Debía resignarse y aceptar a algún otro alfa que no lo apasionaría tanto como Daeron?

Y era tan grande su mal humor con respecto a ese tema, que durante una caminata terminó recriminándole a su tío su falta de acción para asegurar su mano antes que lo entregaran a otro. Cuando se dio cuenta de sus palabras, dio media vuelta y se alejó, completamente ruborizado y decidido no volver a salir de su casa. Así de inmensa era su vergüenza.

A la mañana siguiente, habiendo decidido no salir por miedo a encontrarse con su tío, bajó al salón familiar en busca de algo con qué distraerse y no pudo evitar el grito que salió de su garganta cuando nada más entrar a la habitación vio a Daeron esperándolo.

El rubio, al notar su presencia, se puso de pie y aunque la primera reacción del moreno fue correr de vuelta a su recámara, terminó quedándose al ver lo que el alfa traía en las manos.

Eran tulipanes.

Tulipanes vivos en una maceta.

Daero le había traído tulipanes vivos.

El moreno caminó hacia el alfa, entusiasmado con el regalo. Y una vez ambos estuvieron frente a frente, Daeron le sonrió, entregándoselo con cuidado para no dañar las delicadas flores.

-Una vez te escuché quejarte de los ramos que te regalaban. Pensé que tal vez te gustaría este obsequio.

-Me encanta -susurró el omega, disfrutando de la belleza y el aroma de los tulipanes. Pasaron el resto de la mañana juntos, observando embelesados las flores y discutiendo todo lo que sabían sobre ellas.

Y aunque ese día Daeron no mencionó sus palabras del día anterior, por sus siguientes visitas, siempre trayéndole macetas con las flores más hermosas, Joffrey supo que solo era cuestión de tiempo para convertirse en el omega del alfa perfecto para él.

Solo debía ser paciente.

Pero si acaso Daeron demoraba mucho, bueno, ya Joffrey sabía que solo era necesario gritarle unas cuantas verdades a la cara y el otro se encargaría del resto.

Y siempre tendrían las flores para alegrar su vida juntos.

Flufftober 2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora