°•☆|Los ángeles deberían ser seres de luz encargados de traer paz, amor y belleza, pero en realidad son crueles y fríos, incluso peores que los demonios...|☆•°
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El día era completamente tranquilo, aunque las nubes cubrían el cielo como siempre, la brisa era suave, sin dar ni calor ni frío. Esto hacía que el día fuera realmente agradable y apacible.
Rodrigo estaba en el parque, tomándose un momento para relajarse y disfrutar del día. Era su día de descanso, ya que era domingo, y lo tenía bien merecido, habiendo trabajado de lunes a sábado, incluso en los turnos nocturnos. Era raro verlo despierto a esas horas en su día libre, ya que normalmente uno preferiría quedarse en casa, durmiendo y disfrutando de la tranquilidad. Pero Rodrigo no era como los demás.
Aunque también disfrutaba de la comodidad del hogar, de vez en cuando salía para aprovechar el día. Por supuesto, no iba a desperdiciar un día como ese simplemente quedándose en casa leyendo. Caminaba con pasos cortos y firmes por el amplio parque.
Rodrigo llevaba un suéter de rayas rojas y negras, pantalones grises oscuros con bolsillos y un cinturón ajustado, acompañado de una cadena en el lado derecho. Calzaba unas zapatillas rojas y blancas de la marca Converse, que le lucían genial. Mientras paseaba, observaba ligeramente su entorno. Antes de salir, se había asegurado de que su amigo felino tuviera todas sus necesidades cubiertas, como siempre hacía. Para Rodrigo, era fundamental cumplir con esa responsabilidad, sin excusas.
Había estado caminando unos diez minutos por el extenso parque. A su alrededor, veía parejas tomadas de la mano, caminando o simplemente sentadas disfrutando del momento. Familias con sus hijos descansaban sobre el césped, personas seguían sus rutinas de caminata, y otros paseaban a sus perros. Rodrigo, amante de los animales, no perdía la oportunidad de pedir permiso para acariciar a los canes con ternura. Era realmente hermoso cuando los dueños le permitían hacerlo y ver cómo los perros disfrutaban de ese gesto de cariño.
Mientras Rodrigo paseaba, se detuvo al notar a un joven sentado en un banco de madera, completamente apartado de todo, incluso de los arbustos. El joven llevaba un gorro de lana negro, y apenas se podía ver su cabello ondulado que asomaba ligeramente por debajo del gorro. No podía distinguir su rostro, ya que lo tenía cubierto por su cuerpo. Vestía un suéter gris oscuro y unos pantalones negros, con un estilo desgastado en la parte inferior. Llevaba medias cortas blancas y unas zapatillas negras y blancas de la marca Converse. Además, tenía las uñas de las manos pintadas de negro, y en su mano izquierda llevaba dos anillos de metal, mientras que en la derecha llevaba tres. Estaba sentado en posición fetal.
Rodrigo frunció ligeramente el ceño al observar al joven, quien parecía sumido en sus propios pensamientos o, tal vez, en su propia tristeza. Su instinto siempre lo llevaba a preocuparse por los demás, aunque no los conociera. Después de todo, como médico, estaba acostumbrado a identificar señales de malestar o preocupación en las personas. Sin pensarlo demasiado, se acercó al banco, consciente de no invadir demasiado el espacio personal del joven.
