La Corte del ZarcilloRoto (#9)

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Tal vez hubo un motivo

Clint, Diego, Daisy y Brent avanzaban con pasos cautelosos, sus sombras alargadas por la luz de las antorchas que se reflejaban en las paredes húmedas del túnel. El aire se volvía más denso y cargado a medida que descendían, con un silencio solo interrumpido por el eco de sus respiraciones y el crujir de la madera que Brent llevaba en su hombro. La oscuridad les envolvía como una presencia viva, alimentando la ansiedad que crecía en sus pechos.

Brent, con el semblante tenso pero decidido, miraba hacia adelante —Hemos de entrar hasta el rellano de los ejes que hacen girar la piedra —dijo en voz baja, recordando vívidamente la última vez que estuvo allí—allí me llevó mi padre aquella vez...

Las palabras de Brent, aunque dichas con firmeza, traían consigo un aire de melancolía. Su padre, incluso luego de desaparecer, había sido una figura central en su vida , y ese túnel, ese molino, ahora parecía el único vínculo tangible que le quedaba con la verdad sobre él. La memoria de aquella tarde aún lo perseguía: el ruido ensordecedor de los engranajes, la vibración de las piedras que hacían temblar el suelo bajo sus pies y una pestilencia que marcaban su recuerdo.



Charmille caminaba con pasos firmes sobre la pasarela, aún sintiendo los restos del nerviosismo que la conversación con Klamath le había dejado.

Había logrado que se fuera de Córcega, utilizando una excusa urgente pero momentánea.

Detrás de ella, Pambelle y Norman la seguían de cerca; la sonrisa de Pambelle había suavizado al conde, y las palabras de Millie y Norman habían inspirado suficiente confianza para que Klamath abordara su barco en el muelle media hora antes. Ahora, Damiana se acercaba con agitada desesperanza.

Millie respiró hondo, sintiendo la urgencia de los acontecimientos que se desarrollaban a su alrededor. La partida de Klamath había dejado un hiato de inminente conflicto.

— ¿Dónde esta mi hermana? — dijo la princesa

— Con el abuelo, siguiendo los pasos de Losada...

—¿Por qué Losada sabe tanto sobre los movimientos del abuelo? —preguntó, su voz llena de confusión y temor

Damiana la miró con determinación. —Fueron con Antonia... le dijiste que debemos entender qué sucedía en ese encuentro... no es casualidad que Losada esté al tanto de cada paso que damos

Millie sintió que un escalofrío recorría su espalda. Las palabras de Damiana resonaban en su mente, formando un rompecabezas que aún no lograba encajar. ¿Qué secretos compartían su abuelo y Losada que podrían amenazar su hogar?

—Bien, si Losada tiene información que podría comprometer nuestra seguridad, debemos saberlo antes de que lo utilice en nuestra contra —declaró Millie, su voz firme y decidida

Damiana se detuvo abruptamente, su ceño fruncido.

—¿Dónde está el conde? —preguntó, su tono teñido por una fatiga imprecisa que sus primos notaron al instante.

Pambelle, sin perder la frescura, respondió con rapidez.

—Le hemos pedido que nos disculpe. Afortunadamente, entendió que el robo en Shanghái ha puesto a Lidia y Evelyn de muy mal humor —comentó, buscando alivio en el hecho de que el conde se había retirado sin complicaciones.

Norman, siempre con perspicaz ironía, añadió, intentando suavizar la tensión en el aire.

—Millie ya había amenazado a ese pobre chico con una flecha. No era el momento de jugar con la paciencia de mi prima, la princesa —bromeó, aunque su nerviosismo era evidente.

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