El sol se alzaba sobre el campus, sus rayos golpeaban las paredes de la escuela mientras el día transcurría como cualquier otro. Pero para Mark y Jay, algo había cambiado en el aire. Se encontraban en su grupo habitual de amigos durante el almuerzo, riendo y bromeando como siempre, pero una tensión invisible los mantenía en vilo. No era la primera vez que sus miradas se cruzaban más de lo necesario, ni la primera vez que sentían un nerviosismo extraño al estar cerca del otro. Sin embargo, ninguno de los dos había puesto esas sensaciones en palabras.
Tras las clases, decidieron quedarse un rato más para jugar baloncesto. Lo hacían a menudo, pero esta vez la competencia se sintió diferente. Cada vez que corrían por la cancha, cada vez que sus miradas se cruzaban, la chispa en sus ojos se volvía más evidente. Jay sentía su corazón acelerarse, mientras Mark se obligaba a mantener la compostura, luchando contra los pensamientos que lo distraían. Sabía que algo estaba cambiando entre ellos, pero no podía admitirlo, no sin arruinarlo todo.
Al final, agotados, se dejaron caer en el borde de la cancha. El aire estaba cargado de risa y sudor, pero también de algo que ambos temían nombrar. Jay tiró la cabeza hacia atrás, riendo despreocupadamente, y Mark lo miró en silencio. Su corazón latía con fuerza, mucho más rápido de lo que debía, y sin pensar, actuó. Se inclinó hacia él, y antes de que pudiera detenerse, presionó sus labios contra los de Jay en un beso suave pero lleno de emociones reprimidas.
Jay se congeló. Por un segundo, el mundo pareció detenerse. Pero tan rápido como comenzó, la confusión lo invadió. Se apartó bruscamente, sus ojos desorbitados, como si no pudiera creer lo que acababa de suceder.
— ¿Qué demonios haces, Mark? —gritó Jay, su voz vibrante de incredulidad. El enfado y el shock se mezclaban en su tono.
Mark retrocedió de inmediato, como si lo hubieran golpeado en el estómago. Su mente comenzó a desmoronarse bajo el peso de la situación. — Yo... lo siento. Lo siento, no debí hacerlo, pero... — Mark balbuceaba, sintiendo que las palabras se le escapaban entre los dedos. — No puedo evitarlo. Me gustas, Jay.
Jay frunció el ceño, como si esas palabras lo quemaran. La confusión en su mente era un torbellino, pero lo único que pudo hacer fue reaccionar con un golpe instintivo en el brazo de Mark. — ¡No hagas eso otra vez! ¡No está bien! — gritó, con la voz ahogada por la mezcla de emociones que ni siquiera él entendía.
El golpe no dolió tanto como las palabras. Mark frotó su brazo, su rostro pálido por la vergüenza. — ¿Por qué...? — comenzó a decir, intentando explicarse. — Jay, no sé por qué lo hice, pero... es lo que siento. Solo quería... — La desesperación se filtraba en su voz, pero Jay no quiso escucharlo. No podía. Era demasiado.
— ¡No lo hagas! — repitió Jay con un tono final, dándose la vuelta para marcharse. Cada paso que daba lo alejaba más de la cancha, pero también lo hacía sentir más perdido. Sabía que la reacción no era solo por el beso. Era porque, en lo más profundo, también estaba asustado. ¿Qué significaba esto? ¿Cómo podría seguir adelante? No solo estaba confundido sobre sus propios sentimientos por Mark, sino que también temía lo que significaba para su vida, para su familia. Todo lo que tenían podía desmoronarse si alguien lo descubría.
Mark, sintiendo la desesperación llenarlo, intentó detenerlo. — ¡Jay, espera! — gritó, su voz rota. Pero Jay siguió caminando, sin atreverse a mirar atrás.
Esa noche, ambos estaban devastados. Jay estaba tumbado en su cama, mirando el techo, pero su mente no paraba de darle vueltas al beso. Sus pensamientos eran un caos. ¿Realmente había reaccionado así porque lo odiaba? ¿O había algo más que lo asustaba? No podía negar lo que había sentido cuando Mark lo besó, pero tampoco podía aceptarlo. Estaba cómodo con la familia que habían formado, siempre había estado solo y ahora tenía a Mark, su hermano, la persona que siempre había estado para él, siendo su soporte, y el pensamiento de que si algo de esto salía a la luz, todo lo que conocía podría desmoronarse lo estaba volviendo loco.
Mark, en su propio cuarto, se sentía como el mayor idiota del mundo. — ¿Por qué lo hice? — se preguntaba en voz alta, mientras se pasaba las manos por el cabello. La vergüenza lo consumía. No solo había confundido su amistad, sino que también había arruinado lo único que realmente valoraba: su relación con Jay. — Soy un estúpido — murmuraba una y otra vez, maldiciéndose por ser tan impulsivo. Lo último que quería era perder a Jay como su hermano. Pero ahora, ¿cómo podía seguir adelante después de esto?
Al día siguiente, la escuela se sintió diferente. Durante el almuerzo, ambos se sentaron en mesas separadas. Evitaban mirarse, como si el contacto visual pudiera desatar el desastre. Jay intentaba concentrarse en las conversaciones con sus amigos, pero las imágenes del beso seguían invadiendo su mente. Sentía una mezcla de enojo y culpa. ¿Por qué había reaccionado así? Y más importante aún, ¿por qué ese beso seguía en su cabeza?
Mark, por su parte, se sentía ansioso. Cada vez que veía a Jay de reojo, el arrepentimiento lo golpeaba como una ola. Había sido un tonto al pensar que podía confesar sus sentimientos sin consecuencias. Pero ¿qué más podía hacer? Jay le importaba más de lo que debería, y eso lo hacía sentirse aún más confundido y asustado.
Finalmente, al final del día, Jay decidió que no podía seguir así. Se acercó a Mark en el pasillo, su corazón latiendo con fuerza. — Mark, necesitamos hablar — dijo, su voz temblorosa pero decidida.
Mark levantó la mirada, sorprendido por el tono serio de Jay. Asintió lentamente. — Sí, claro... — murmuró, siguiendo a Jay hasta un rincón apartado.
Jay respiró hondo antes de hablar. — Sobre lo que pasó ayer... No sé por qué reaccioné así. Estoy confundido, y... — Hizo una pausa, buscando las palabras correctas. — No sé cómo sentirme respecto a todo esto. No quiero arruinar lo que tenemos, nuestra familia... somos hermanos
Mark lo miró con tristeza en los ojos. — Yo tampoco quería arruinarlo. — Su voz tembló mientras continuaba. — Me siento como un estúpido por haberte besado. No quería que pasara así. Pero... no puedo evitarlo, Jay. Me gustas, y eso me asusta demasiado. Tengo miedo de perderte como mi hermano.
Jay lo miró en silencio, asimilando sus palabras. Una parte de él comprendía ese miedo, porque él también lo sentía. No solo por lo que estaba en juego con su familia, sino porque sabía que sus sentimientos también eran reales. — No sé qué hacer con todo esto — admitió Jay finalmente. — Pero tal vez…
Mark esbozó una pequeña sonrisa, aliviado de que Jay no lo estuviera rechazando por completo.
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Forbidded Hearts
Teen FictionEn la bulliciosa China moderna, Mark y Jay, dos hermanastros, descubren un amor prohibido que desafía las expectativas familiares y las convenciones sociales. Tras un beso inesperado que cambia todo, se ven atrapados en un torbellino de emociones, s...