Capitulo 1: El vínculo prohibido

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El sonido del viento se colaba por las rendijas de la ventana mientras las gotas de lluvia golpeaban con fuerza el cristal. Era una noche de tormenta, y los relámpagos iluminaban brevemente la sala de la casa, creando sombras que se deslizaban por las paredes. Mark y Jay estaban solos en casa, sentados en el sofá, con una película pausada en la pantalla. Los padres de ambos habían salido por unos días, dejando a los dos jóvenes a cargo.

Jay estaba recostado, con las rodillas dobladas contra su pecho, y Mark, a su lado, lo observaba de reojo. A pesar de que la tormenta rugía afuera, en la sala reinaba un silencio denso, como si ambos estuvieran esperando que algo, más allá del mal clima, sucediera.

— ¿Te asustan las tormentas? — preguntó Mark, intentando romper el silencio. Su voz era suave, pero el ruido de la tormenta hizo que se sintiera más distante.

Jay giró la cabeza, mirándolo con esos ojos oscuros que siempre parecían esconder un torbellino de emociones. Era una pregunta sencilla, pero había algo más profundo en ella, algo que ambos podían sentir, pero no nombrar.

— No... ya no. —La voz de Jay era baja, casi un susurro. Se volvió hacia la ventana, viendo cómo la lluvia caía implacable— Pero cuando era más pequeño, solía tener miedo. Mi mamá me decía que las tormentas eran solo el cielo limpiándose, pero... aún así, siempre me sentía solo cuando ocurrían.

Mark lo observó detenidamente. Jay siempre había sido más reservado, más introspectivo. Aunque habían crecido juntos desde que sus padres se casaron, Mark nunca había dejado de sentir que Jay cargaba con un peso invisible, algo que no compartía con nadie.

— Ya no estás solo — dijo Mark, su mano descansando ligeramente sobre el brazo de Jay. Era un gesto simple, uno que había hecho muchas veces antes, pero esta vez, el contacto pareció durar un segundo más de lo necesario.

Jay se tensó por un momento, sintiendo cómo la calidez de la mano de Mark se filtraba por su piel. Lentamente, giró su rostro hacia él, y en esa fracción de segundo, el espacio entre ellos pareció desvanecerse. Sus miradas se encontraron, y en ese instante, la sala se llenó de una tensión eléctrica que no tenía nada que ver con la tormenta exterior.

— Lo sé... —murmuró Jay, sus palabras apenas audibles, pero cargadas de una emoción que lo sobrepasaba. No podía apartar la mirada de Mark. Su corazón latía desbocado, y aunque quería moverse, decir algo, hacer algo, su cuerpo no respondía.

Mark mantuvo la mano sobre el brazo de Jay, sintiendo la suavidad de su piel bajo sus dedos. A lo largo de los años, su relación había cambiado. Lo que antes eran simples gestos fraternales, abrazos y juegos, ahora se habían vuelto algo más. Las miradas que compartían eran más largas, más profundas. Y Mark lo sabía, lo sentía, pero nunca había podido admitirlo.

— Jay... —empezó a decir Mark, pero sus palabras quedaron atrapadas en su garganta. La tormenta afuera rugía con más fuerza, y un relámpago iluminó la habitación brevemente, haciendo que sus rostros quedaran a centímetros de distancia.

En ese momento, sus manos, que hasta ahora solo habían estado juntas por casualidad, se movieron. Mark deslizó sus dedos por el brazo de Jay hasta encontrar su mano, entrelazando los dedos con los de él de manera deliberada. El contacto fue un chispazo, una descarga de sensaciones que ninguno de los dos había experimentado antes.

Jay tembló, no por el frío, sino por la intensidad del momento. Bajó la mirada hacia sus manos unidas y luego volvió a alzarla hacia los ojos de Mark. En ellos no vio juicio, ni duda, solo esa misma confusión y deseo que él sentía.

— Mark, esto no está bien... —susurró Jay, aunque sus dedos no soltaron los de su hermanastro. Sabía que debía apartarse, que debía poner fin a lo que estaba ocurriendo, pero su cuerpo no lo permitía.

— Lo sé —respondió Mark en un tono bajo, pero no hizo el más mínimo movimiento para separarse— Pero no puedo evitarlo, Jay.

Sus palabras quedaron suspendidas en el aire, junto al sonido de la lluvia que golpeaba contra la ventana. La distancia entre sus cuerpos se fue acortando lentamente. Ambos sabían que lo que estaban a punto de hacer estaba mal, que iba en contra de todo lo que la sociedad, sus padres, y ellos mismos, les habían enseñado. Pero en ese momento, nada más importaba.

Justo cuando sus rostros estaban a punto de encontrarse, un trueno retumbó, sacándolos de su burbuja. Jay se levantó bruscamente del sofá, soltando la mano de Mark como si hubiera despertado de un sueño.

— No... no puedo..—dijo con voz temblorosa, retrocediendo unos pasos. Su respiración era irregular, y el pecho le dolía por la represión de sus sentimientos.

Mark se quedó quieto, viendo cómo Jay se alejaba. Quería alcanzarlo, decirle que no estaba solo en esto, que él también sentía lo mismo, pero las palabras no salieron.

— Jay... —comenzó, pero Jay negó con la cabeza antes de que pudiera decir más.

— No, Mark. Esto no puede pasar... nunca.

Y sin decir más, Jay salió de la sala, dejando a Mark con la tormenta que seguía rugiendo afuera y una nueva tormenta dentro de su corazón.

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