El silencio que se apoderó del cuarto era pesado, casi asfixiante. Pedri, con la mandíbula tensa, respiraba profundamente, esperando una respuesta que sabía que probablemente nunca llegaría. Gavi lo observaba, la culpa asomándose en sus ojos, pero incapaz de confesar lo que realmente sucedía.—No es tan sencillo —murmuró Gavi, con una voz que sonaba cansada, vulnerable.
Pedri soltó una risa amarga.
—Siempre dices lo mismo, "no es sencillo". Pero ¿sabes qué? Para mí sí lo era. Hasta que llegaste tú y lo complicaste todo.
Gavi lo miró con frustración.
—No es que quiera complicarlo, Pepi. No es así. Hay cosas que no puedo controlar, cosas que no puedo decirte.
—¿Por qué no me puedes decir? —Pedri lo miraba con genuina confusión, mezclada con dolor—. Si confías en mí como dices, ¿por qué no puedo saber qué está pasando?
Gavi apretó los puños, sintiendo que estaba atrapado entre lo que quería decir y lo que debía mantener en secreto. Se acercó lentamente, con una mezcla de arrepentimiento y deseo de acercarse más a Pedri. Pero sabía que no podía. No después de lo que había hecho, no después de haber lastimado a Pedri.
—No puedo decírtelo. No aún —respondió Gavi, su voz apenas un susurro.
—¿Sabes qué? No quiero oír más excusas —dijo Pedri, apartándose un paso—. No quiero estar aquí, siendo un espectador en tu vida, esperando a que decidas cuándo puedes o no ser honesto conmigo.
Gavi sintió una punzada en el pecho, y antes de que pudiera detenerse, habló sin pensar.
—Ana no significa nada.
Pedri lo miró con los ojos muy abiertos, sorprendido por la confesión. Su corazón dio un vuelco, pero no supo si eso lo aliviaba o lo confundía más.
—¿Entonces por qué lo haces? ¿Por qué te exhibes con ella como si fueras...?
—Porque es lo que se espera de mí —lo interrumpió Gavi, su voz temblando ligeramente.
Pedri estaba en shock, sin poder procesar lo que acababa de oír.
—¿Qué significa eso?
Gavi cerró los ojos por un momento, tratando de no perder el control de sus emociones. Sabía que no debía decirle todo, pero sentía que Pedri merecía una parte de la verdad.
—Mi vida no es solo mía. Hay mucha gente detrás de mí, decisiones que ni siquiera puedo tomar por mí mismo. No es justo, lo sé. Pero es así.
Pedri, aún confundido, intentaba conectar las piezas, pero no lograba entender por completo lo que Gavi quería decirle. Lo único que sentía era la frustración acumulada de no saber en quién podía confiar.
—¿Qué estás intentando decir, Martín?
Gavi lo miró, notando cómo lo había llamado nuevamente por su segundo nombre. Una parte de él quería acortar la distancia que los separaba, abrazar a Pedri y explicarle que todo esto era por una razón más grande que ellos. Pero no podía. No ahora.
—Solo… confía en mí, Pepi. Te lo pido. Por favor.
Pedri bajó la mirada, agotado de tantas promesas rotas, de tanto esperar. No sabía si podía confiar en Gavi, no después de todo lo que había pasado.
—No sé si puedo seguir haciéndolo —murmuró, y esas palabras parecían golpear con fuerza a Gavi.
El delantero no dijo nada, porque sabía que en el fondo, Pedri tenía razón.
ESTÁS LEYENDO
En Esta Vida
RomanceEl Museo del Fútbol Club Barcelona siempre había sido un espacio de orgullo y reverencia. Para algunos, era el lugar donde la historia se encontraba con el presente, donde las leyendas del campo se transformaban en mitos inmortales. Pero para Pedri...