Gavi regresó a la mesa con una nueva ronda de bebidas. Pedri, algo pensativo, lo observaba mientras bromeaba con el camarero. Parecía que Gavi tenía esa habilidad innata de hacer que todos a su alrededor se sintieran a gusto. Pero ahora, Pedri no podía dejar de pensar en lo que le había dicho antes. Era extraño ver a alguien como Gavi, siempre tan seguro de sí mismo, admitiendo que valoraba algo tan simple como la sinceridad de Pedri.
-Aquí tienes -dijo Gavi, colocando un vaso frente a Pedri-. Espero que lo disfrutes.
Pedri tomó el vaso y asintió en agradecimiento. Dio un pequeño sorbo y dejó que el líquido le quemara la garganta. No solía beber mucho, pero aquella noche parecía especial.
-Entonces, Pedri -dijo uno de los amigos de Gavi, inclinándose hacia él-, ¿cómo terminaste en el museo del Barça? No parece exactamente el lugar en el que uno esperaría encontrar a un diseñador de modas.
Pedri sonrió ligeramente, encogiéndose de hombros.
-Fue un poco por casualidad. Estaba buscando trabajo para poder pagar mis estudios, y la oferta apareció en el momento justo.
-¿Y estudias diseño de modas? -preguntó el chico con una ceja levantada-. Eso es... diferente.
-Sí, diferente -respondió Pedri con tranquilidad-. Pero siempre me ha gustado el arte y la moda, así que decidí seguir lo que realmente me apasiona.
El amigo de Gavi asintió, impresionado.
-Eso está bien. No muchos tienen el valor de seguir lo que les gusta. La mayoría se conforma.
Gavi, que hasta ese momento había estado ocupado riendo con los demás, se giró hacia Pedri con una sonrisa.
-Tú y yo somos opuestos, ¿sabes? -dijo Gavi, divertido-. Tú sigues la moda, y yo no me complico. Me pongo lo que sea mientras me haga ver bien.
Pedri soltó una pequeña risa, pero no pudo evitar lanzar un comentario.
-Bueno, tal vez deberías complicarte un poco más. Podrías sorprenderte.
-¿Eso crees? -preguntó Gavi, arqueando una ceja, interesado.
-Te haría bien dejar que alguien más elija tu ropa por una vez -respondió Pedri-. Alguien que sepa del tema.
Los amigos de Gavi estallaron en risas, y hasta Gavi soltó una carcajada, sacudiendo la cabeza.
-Tienes agallas, Pedri. Me gusta. Quizás te deje darme una sugerencia... un día. Pero no te hagas ilusiones.
Pedri sonrió, sintiendo que la tensión entre ambos se disolvía cada vez más. Poco a poco, Gavi estaba dejando de ser solo el chico arrogante del Barça y se estaba convirtiendo en alguien con quien, aunque diferente, podía llegar a entenderse.
Después de un rato más de bromas y conversación, el grupo comenzó a dispersarse. Algunos se despidieron con palmadas en la espalda y promesas de encontrarse otra vez pronto. Gavi, sin embargo, no parecía tener prisa por irse. Cuando la mayoría ya había salido del bar, se volvió hacia Pedri.
-¿Vives lejos de aquí? -preguntó.
-No, no mucho. Unos quince minutos caminando -respondió Pedri.
Gavi asintió, poniéndose de pie.
-Yo te acompaño. No me apetece volver a casa solo.
Pedri no estaba seguro de si aceptar era una buena idea. La noche había ido mejor de lo que esperaba, pero estar a solas con Gavi, después de todo lo que había pasado entre ellos, aún le resultaba un poco intimidante. Sin embargo, algo en la actitud relajada de Gavi lo convenció de que no tenía nada de qué preocuparse.

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En Esta Vida
RomanceEl Museo del Fútbol Club Barcelona siempre había sido un espacio de orgullo y reverencia. Para algunos, era el lugar donde la historia se encontraba con el presente, donde las leyendas del campo se transformaban en mitos inmortales. Pero para Pedri...