Pedri salió del estadio con la multitud, todavía procesando lo que había presenciado en el campo. Mientras avanzaba hacia la salida acordada con Gavi, las luces del estadio brillaban detrás de él, creando una atmósfera vibrante. No era el tipo de lugar en el que Pedri solía estar, pero había algo emocionante en estar rodeado de esa energía. Y algo más emocionante en lo que acababa de aceptar.
De pie junto a uno de los coches del aparcamiento, Gavi lo esperaba con los brazos cruzados y una sonrisa burlona en los labios. Estaba cubierto de sudor, con el uniforme aún puesto y el cabello alborotado por el esfuerzo del partido.
—Pensé que te habías arrepentido, —dijo Gavi, sin moverse de su sitio.
Pedri le devolvió una mirada calmada.
—¿Por qué habría de arrepentirme, Martín? Sabes que no soy tan fácil de espantar.
Gavi alzó una ceja al escuchar cómo Pedri volvía a usar su segundo nombre. Le divertía que el chico tímido empezara a tomar confianza.
—Me gusta que no tengas miedo, lo admito —respondió Gavi, caminando hacia él—. ¿Qué te pareció? —preguntó con un leve toque de orgullo.
—No estuvo mal, —respondió Pedri, intentando mantener la calma, aunque por dentro seguía impresionado—. Pero supongo que podría ser mejor.
Gavi soltó una carcajada, un sonido genuino que hizo que Pedri lo mirara con algo de sorpresa. Era raro ver a Gavi reírse tan sinceramente, sin su habitual tono de burla.
—Eres bueno fingiendo indiferencia, pero sé que te gustó lo que viste.
Pedri sonrió levemente, sin negar ni confirmar lo que Gavi decía. No quería darle el gusto de una respuesta directa. En cambio, cambió de tema.
—¿Y ahora? ¿Qué sigue?
—Ahora —Gavi lo miró con una expresión más seria, como si de pronto se volviera pensativo—. ¿Qué tal si nos tomamos algo? No has estado en el ambiente real del equipo hasta que te tomas una cerveza después del partido.
—¿Una cerveza? —preguntó Pedri, desconcertado—. No creo que sea lo mío.
—Oh, vamos, diseñador de moda, —dijo Gavi, rodando los ojos y dándole un pequeño empujón en el hombro—. No es tan complicado. Un par de cervezas no te matarán.
Pedri negó con la cabeza, pero había algo en la manera en que Gavi lo empujaba, esa mezcla de arrogancia y encanto, que lo hacía ceder más fácilmente de lo que le gustaría admitir.
—Está bien, —aceptó finalmente—. Pero solo una.
Gavi sonrió, claramente satisfecho con su pequeña victoria, y empezaron a caminar juntos hacia un bar cercano. El silencio entre ellos no era incómodo, pero estaba cargado de una tensión ligera, como si ambos supieran que había algo más que solo una charla casual entre ellos.
Llegaron al bar, uno que parecía más frecuentado por los jugadores del equipo. Al entrar, Pedri sintió las miradas de algunos de los presentes, pero Gavi simplemente lo condujo hacia una mesa apartada.
—Te acostumbrarás, —dijo Gavi, notando la incomodidad en Pedri—. Estar rodeado de gente es parte del trato cuando juegas para un equipo como el Barça.
—No me molesta la gente, —dijo Pedri, encogiéndose de hombros—. Solo que no estoy acostumbrado a… este ambiente.
—Eso lo entiendo. Tú eres más de estar encerrado diseñando ropa, ¿verdad?
—¿Y qué tiene eso de malo? —preguntó Pedri, desafiante—. Tú corres detrás de un balón y yo diseño. Todos tenemos nuestras pasiones.
Gavi sonrió ampliamente y levantó las manos en señal de paz.
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En Esta Vida
Любовные романыEl Museo del Fútbol Club Barcelona siempre había sido un espacio de orgullo y reverencia. Para algunos, era el lugar donde la historia se encontraba con el presente, donde las leyendas del campo se transformaban en mitos inmortales. Pero para Pedri...