Capítulo XVIII

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El corazón de Lionel latía desenfrenado, al punto que podía jurar escuchaba sus latidos por encima de la música, que, aunque menos, aun se alcanzaba a oír desde los pasillos del club nocturno; donde de vez en cuando Guillermo se detenía para acorralarlo contra las paredes para besarlo.

Algunos besos fogosos, otros más lentos donde también las manos de ambos no podían quedarse quietas y buscaban más contacto entre sus cuerpos. El omega solo podía atinar a jadear erizándose por los toques del alfa sobre su cuerpo por encima de su ropa y como le repetía entre besos lo hermoso que era; no podía esperar a llegar a casa para terminar esto que habían iniciado.

Más besos en el estacionamiento, más en el auto. Guillermo manejó casi alcanzando los límites de velocidad. En el auto sus aromas se entremezclaban y ninguno decía nada, solo había combates de silencios y miradas robadas. Manejó todo el tiempo con su mano derecha sobre el muslo del omega quien sonrió de manera irónica recordando esa ocasión en la que iban a alta velocidad en el auto cuando Manuel y Robert anunciaron su compromiso.

Sacudió su cabeza mandando lejos ese pensamiento.

Esto era diferente, su esposo se veía que quería esto tanto como él lo hacía, la gran erección debajo de sus pantalones lo delataba. Podía sentir su excitación en cada beso y en cada toque. No quería pensar qué pasaba por la cabeza del rizado, pero él quería estar con el alfa de esa manera, deseaba tanto ser suyo.

Llegaron a casa; ahora con luz, Guillermo pudo ver cómo lucía Lionel. En el antro debido a la oscuridad y al estar ocupado besándolo no había prestado atención a los detalles. Su esposo lucía extremadamente precioso. El color negro de esa fina camisa hacía que su pálida piel resaltara de manera maravillosa, sus ojos brillaban y sus labios estaban ya hinchados y enrojecidos.

Su aroma lo invitaba a ir más allá, se acercó nuevamente y rodeó con un brazo su cintura para atraerlo a él, con la mano libre lo tomó de la nuca y buscó sus labios de manera desesperada.

El omega por su parte levantó sus brazo para enredarlos en su cuello y soltó un suave gemido al sentir un tirón en su labio inferior por parte de los dientes del más alto y luego se separó. Se había dejado llevar por la pasión y por sus sentimientos. Pero es que cuando se trataba de Guillermo no pensaba correctamente, todo en su cabeza se esfumaba y su juicio se nublaba.

—Guille, no quiero arruinar esto... — suspiró mientras el alfa ahora besaba su cuello — pero tenemos que hablar — los besos se detuvieron y buscó los ojos de su esposo.

— Ya se Leo, pero ni siquiera sé qué decir — dijo con sinceridad.

— ¿Qué queres de mí? — necesitaba tanto saberlo, quería saber si solo era la calentura del momento, quería saber hasta donde quería llevar las cosas.

— Ven, hablemos —tomó su mano y caminaron hasta la sala de estar de la casa, esa donde alguna vez discutieron cuando el alfa le exigió tener un cachorro con la finalidad de fusionar el patrimonio de sus familias —honestamente no sé exactamente qué quiero de ti, solo sé que que los sentimientos que tenía hacia ti han cambiado — ambos se sentaron en el mismo sofá viéndose de frente — desde ese beso no puedo pensar en otra cosa que no seas tú. Te has vuelto una necesidad, incluso desde antes del beso. Luego del accidente he podido conocer como eres realmente, me gusta ese lado tuyo, siempre tuve una idea errónea sobre ti-

—Pará — interrumpió — que tampoco estabas tan equivocado en tu percepción hacia mí, lo de nuestra boda lo hice de mala leche. Envidiaba a Manuel, te quería a vos para mí y no me importó herir sus sentimientos ni los tuyos. Me equivoqué, me aferré a un amor que ya tenía dueño pero he trabajado mucho en eso, te juro Guille que he intentado mejorar mejorar.

Te Quiero a ti [Mechoa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora