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Minho entró en la habitación con una gran sonrisa y una bolsa. -Listo para la aventura, amor?- Félix, que estaba terminando de empacar, se levantó emocionado. -No puedo esperar.

- A ver... Cierra los ojos y piensa en un lugar a dónde has querido ir.

-Mmm... Ya creo saberlo.

Tomaron un taxi al aeropuerto y unas horas más tarde, estaban caminando por la arena blanca de una playa paradisíaca. El sol brillaba intensamente, y el mar se extendía ante ellos en un horizonte infinito.

-No puedo creer que estamos aquí.

- Sé que es tu lugar favorito y hace mucho no venías.

Minho tomó la mano de Félix y lo llevó a un lugar apartado, donde habían colocado una manta y una cesta de picnic. -Este lugar es mágico.-susurró Félix, mirando a su alrededor.

Minho asintió. -Lo es. Y tú también.

Se sentaron en la manta y comenzaron a hablar, riendo y compartiendo historias. Cuando el sol comenzó a esconderse, Minho sacó una pequeña caja de su bolsillo. -Tengo algo para ti.-dijo.

Félix abrió la caja y encontró un collar con un dije en forma de corazón. -Wow, Es hermoso.-dijo, emocionado

Minho se acercó y se lo puso alrededor del cuello. -Te amo.- susurró.

Félix lo miró a los ojos y sonrió. -Yo también te amo.

Se besaron bajo la luz de la luna, sintiendo la arena caliente bajo sus pies y el sonido de las olas rompiendo en la orilla. En ese momento, se dieron cuenta de que su amor era más fuerte que nunca.

!!!❥❥❥!!!

La habitación estaba sumida en una penumbra suave, apenas iluminada por la luz de la luna que se filtraba por las cortinas. Félix y Minho yacían juntos, sus cuerpos entrelazados en una danza silenciosa. La piel de Félix, suave como el terciopelo, se sentía cálida bajo las yemas de los dedos de Minho. Con delicadeza, trazó líneas imaginarias a lo largo de su brazo, sintiendo cada músculo, cada curva.

Félix, a su vez, acarició el cabello castaño de Minho, entrelazando sus dedos entre los mechones suaves. El aroma de Minho lo envolvía, una fragancia familiar y reconfortante que lo hacía sentir seguro y amado.

-Te amo tanto, Minho.-susurró Félix, su voz apenas un susurro en la oscuridad.

Minho sonrió, sus ojos brillando en la penumbra. -Y yo a ti, Félix. Más que a nada en el mundo.

Se besaron con una intensidad que los dejó sin aliento. Los labios de Minho eran suaves y cálidos, y Félix se perdió en la sensación de sus caricias. Sus lenguas se encontraron en un baile apasionado, explorando cada rincón de la boca del otro.

Al separarse, se miraron fijamente, sus respiraciones entrecortadas. Un silencio cómodo se extendió entre ellos, lleno de una intimidad profunda.

-Recuerdo cuando era niño y solía construir castillos de arena en la playa.- dijo Minho, su voz suave como una caricia.

Félix sonrió. -Siempre terminaban derrumbándose con la marea.

- Pero no importaba cuántas veces se derrumbaran, los volvíamos a reconstruir una y otra vez.-continuó Minho.-Así es nuestra relación. Siempre encontramos la manera de volver a empezar.

Félix asintió, sintiendo una oleada de afecto por Minho. -Eres mi castillo de arena, Minho. Sólido y hermoso, a pesar de las tormentas.

Minho sonrió y lo atrajo hacia sí, envolviéndolo en sus brazos. Félix se acercó a Minho, cuyos ojos brillaban con deseo. Con un gesto suave, Minho apartó un mechón de cabello de la frente de Félix, revelando su rostro angelical. Sus miradas se encontraron, y en ese instante, el mundo se desvaneció para ellos.

Minho acercó su rostro al de Félix, y sus labios se rozaron en un beso lento y exploratorio. Las lenguas se entrelazaron en un baile sensual, mientras sus cuerpos se acercaban cada vez más. Los corazones de ambos latían al unísono, acelerando el ritmo de sus respiraciones.

Con movimientos suaves y delicados, Minho comenzó a desabrochar la camisa de Félix, revelando su piel cálida y suave. Sus dedos trazaron un camino desde el cuello hasta el abdomen, dejando una estela de sensaciones que recorrían todo el cuerpo de Félix.

Félix, a su vez, acarició el cabello de Minho, disfrutando de la textura suave y sedosa. Sus manos se deslizaron por la espalda de Minho, explorando cada centímetro de su piel.

Los besos se intensificaron, convirtiéndose en una muestra de pasión y deseo. Pequeños gemidos escaparon de sus labios, mientras sus cuerpos se entrelazaban en un abrazo íntimo.

-Eres tan hermoso, Félix. Siempre quise que este momento fuera perfecto.

-Lo es.

Félix y Minho se miraban a los ojos, una electricidad palpable corría entre ellos. Con un suspiro, Minho comenzó a desabrochar su camisa, revelando su torso. Félix no pudo evitar admirar la fuerza y la belleza de su cuerpo. A su vez, Minho observaba a Félix con una mezcla de deseo y adoración, encontrando irresistible la suavidad de su piel y la delicadeza de sus movimientos.

Con cada prenda que se quitaban, la tensión aumentaba. Félix sentía su corazón latir con fuerza en su pecho, mientras que Minho podía sentir la calidez de la piel de Félix contra la suya. Sus respiraciones se entrelazaron, creando una melodía íntima que llenaba la habitación.

Al quedar completamente desnudos, se miraron a los ojos, una sonrisa tímida jugando en sus labios. Con cuidado, Félix acercó su mano a la de Minho, entrelazando sus dedos. Un escalofrío recorrió su cuerpo al sentir la calidez de la piel de Minho contra la suya.

-Eres tan hermoso.- susurró Minho, su voz ronca.

Félix sonrió y cerró los ojos, disfrutando de la atención de Minho. -Y tú también.

Félix lo beso con intensidad, sus manos se aferraron a la espalda de Minho, tirando de él hacia sí. Minho dentro de él se sentía tan bien. Se separaron por un momento, jadeando por aire, sus frentes se apoyaron una contra la otra.

Con cuidado, Minho deslizó su mano por el cuerpo de Félix, sintiendo cada músculo, cada curva. Félix gimió suavemente, arqueando la espalda. La piel de ambos estaba caliente y húmeda por la excitación, y cada toque era una chispa que encendía una llama dentro de ellos.

La noche se prolongó, llena de caricias suaves, besos apasionados y confidencias compartidas. Cuando finalmente se quedaron dormidos, envueltos en los brazos del otro, se sintieron más conectados que nunca.

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