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Minho correspondió al abrazo de Félix con la misma intensidad. Se sentía seguro y protegido en sus brazos, como nunca antes. Después de unos momentos, se separaron, pero mantuvieron sus miradas conectadas.

— Gracias, Félix. Por todo — susurró Minho, su voz aún temblorosa.

Félix le sonrió con ternura. — Siempre estaré aquí para ti, ¿lo sabes?

Sus ojos se posaron en el moretón en el brazo de Minho. — ¿Te duele mucho?

Minho negó con la cabeza. — No es nada. Solo un pequeño golpe.

Félix lo miró con seriedad. — Minho, no intentes minimizar esto. Huyamos, huyamos de aquí.

— ¿Irnos? ¿A dónde quieres que nos vayamos?

Félix tomó las manos de Minho con firmeza. —  A otro lugar. A otro país, a otra ciudad. Yo no puedo permitir que nadie te haga daño.

— Félix, mis padres volverán a Estados Unidos pronto. Todo esto terminará.

Félix frunció el ceño. — ¿Y qué hay de hasta entonces? ¿Vas a seguir soportando esto?

— No te preocupes, estaré bien.

Félix lo abrazó nuevamente. — Solo quiero  protegerte.

Minho acarició su cabello. Su novio era tan lindo queriendo protegerlo. Pero no, el debía enfrentar esto sólo y no involucrar más a Félix.

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Al llegar a la casa de Félix, un cálido resplandor se filtraba por las ventanas, invitándolos a entrar. Félix tomó la mano de Minho y lo guió hacia su habitación. Una vez allí, lo acunó suavemente entre sus brazos.

— Quédate conmigo esta noche, Minho. No tienes que volver a esa casa.

Minho sonrió, pero sus ojos reflejaban una tristeza profunda. — No puedo vivir contigo, Félix...

— No te preocupes. Ya encontraremos una solución. Por ahora, solo quédate conmigo.

Minho asintió, sintiendo una mezcla de alivio y culpa. Se acurrucó en los brazos de Félix, buscando el calor y la seguridad que tanto necesitaba.

— ¿De verdad crees que algún día podamos vivir juntos? — preguntó Minho, su voz apenas un susurro.

Félix lo miró a los ojos con una intensidad que lo conmovió. — Por supuesto que sí, Minho. Te lo prometo. Solo tenemos que ser pacientes y encontrar la manera.

Minho sonrió, sintiendo una oleada de esperanza. Se inclinó hacia adelante y besó suavemente a Félix. Era un beso lleno de amor y gratitud.

Después de un rato, Minho se levantó y se dirigió hacia la puerta. — Gracias por todo, Félix.

Félix lo acompañó hasta la puerta y lo abrazó una vez más. — Ve con cuidado, Minho. Y recuerda, siempre puedes contar conmigo.

Minho le devolvió el abrazo y luego se alejó, desapareciendo en la oscuridad de la noche. Félix se quedó mirando fijamente la puerta, perdido en sus pensamientos. Pensaba en todo lo que Minho estaba sufriendo y en lo injusto que era.

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El estudio de baile resonaba con la música enérgica, los cuerpos jóvenes se movían al unísono, siguiendo las coreografías con precisión. Minho y Félix, sudorosos y jadeantes, tomaron un breve descanso entre una rutina y otra. Se dirigieron al dispensador de agua, refrescando sus gargantas.

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