FC. cap 14 !

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Mi vista estaba fija en Franco, me encontraba confundida puesto a que mi novio llevaba con su vista en el celular y su ceño fruncido hacia más de cinco minutos.

Era raro ver a Franco tan quieto por todo ese tiempo.

—¿Fran?

Mi voz resonó en la habitación entre todo el silencio y pasaron algunos segundos hasta que el hablo. Su tono era neutral y carecía de emociones.

—Falleció el abuelo.

Ahí todo cobro sentido.

Un ruido sordo empezó a aturdir mi mente, me acerque a mi novio y apoye mi mano sobre su hombro, el señal de apoyo. Apenas el argentino sintió mi tacto miro hacia otro lado, evitando mi mirada y un sollozo se logro escuchar.

Tome con mi otra mano su mentón y lo obligue a mirarme.

—No te escondas de mi, llora por favor— apenas dije aquello mi novio se derrumbó y se escondió en mi hombro a llorar.

Conocía a este chico como la palma de mi mano, Franco odiaba llorar, no por verse débil o menos masculino, odiaba llorar frente a mi por el simple hecho de no querer hacerme sentir mal a mi también.

Pero era algo imposible, cuando llevas tantos años con una persona, compartiendo tanto, es imposible no pasar esta pena con el, y no solo por mi novio, sino que ese hombre era como un abuelo para mi.

El abuelo que yo nunca tuve.

Pasaron los minutos y Franco seguía sollozando en silencio, escondido en mi hombro y sus manos al rededor de mi cuerpo, negándose a alejarse de mi.

No pensaba apurarlo tampoco.

—No me despedí.

Fue lo primero que salió de su boca luego de un intenso silencio.

—Quizá fue lo mejor.

—No me va a ver el domingo, ya no me va a ver nunca...

—Yo no lo voy a ver nunca.

Escuchar esas palabras tan dolorosas salir de la persona que más amaba era mucho más doloroso de lo que me podía permitir demostrar.

Franco no necesitaba que sufra igual o más que el, no necesitaba en este momente tener que consolarme a mi también.

Hoy era mi turno de ser fuerte por el, necesitaba mi apoyo, saber que no estaba solo.

Y no lo estaba.

—¿Se habrá enojado conmigo? Hace mucho no iba a visitarlo.

—Deja de echarte la culpa, no podes competir contra la naturaleza.

El no se veía convencido, tenia mucho remordimiento y sentimientos encontrados.

—Tenes razón, soy un exagerado— se seco las lágrimas e hizo un intento de sonrisa, que terminó siendo una mueca.

—No hagas esto Fran.

—¿Hacer que? Estoy bien, tenes razón, sabía que iba a pasar, yo no puedo evitar eso, nadie pudo— se paro del sillón y se volteo a mirarme —Vamos a hacer las valijas, mañana vamos a Brasil, te prometí ese viaje.

—El abuelo no me va a ir a ver, pero vos si, vos vas a estar, mis papás también, la molesta de Mar y los nenes.

Lo miraba mientras el hablaba, fingiendo que todo estaba bien, pero ambos sabíamos que no era así, era cuestión de tiempo hasta que el ceda, Fran lo sabía.

—¿Vamos a hablarlo?

—Ahora no Sammy, necesito pensar.

No insisiti mucho más, el hablaría conmigo cuando este listo.

Fui con el hacia la habitación y terminamos de armar las valijas, quedaban pocas horas para el viaje, así que apenas terminamos fuimos directo al aeropuerto.

Los compañeros de Williams de Franco ya estaban ahí, los saludamos y nos quedamos por la zona. Miraba a Franco charlar con Albon, me sorprendía lo bueno que era el chico para ocultar lo mal que se encontraba.

Con todas esas risas, sus chistes recurrentes parecía que nada pasó, sino conociera a Franco, pensaría que estaba todo bien.

Una vez en el avión, nos sentamos uno al lado del otro, aunque pocos minutos después Franco se levantó y empezó a chusmear el avión privado de Williams, supongo que para despejarse un poco.

Mi vista estaba puesta sobre mi teléfono, en uno de mis oídos se escuchaba música que era reproducida por el audricular.

Sentí a Franco sentarse al lado mío, segundos más tarde el me paso una bolsita con caramelos, yo los tome y seguí con mi vista en la pantalla.

—¿Te acordas cuando el abuelo nos hacia levantarnos a las cinco de la mañana para darle de comer a los caballos?

Apague mi celular y me saque los audriculares, mire a Franco con una sonrisa nostálgica.

—Si, y también me acuerdo que vos eras reinquieto, el abuelo siempre decía que iba a dejar que uno de los caballos te de una patada haber si así te quedabas quieto.

Mi novio salgo una risita y asintio. Teníamos muchos recuerdos de ese hombre.

La familia de Franco me incluyo en su familia desde una temprana edad, había conocido al piloto cuando tan solo teníamos siete años.

Pasamos toda nuestra infancia, adolescencia y ahora vivimos nuestra vida de "adultos" juntos.

—Cuando le conté al abuelo que finalmente te pedí ser mi novia, estaba refeliz, dijo que tarde mucho— sonrio y me miro —el te amaba.

—A vos también.

—Si, pero a vos más que a mi— se río mientras se rascaba la nuca.

Pasaron un par de horas, en las cuales con mi novio nos dedicamos únicamente a recordar viejos momentos, de todo tipo, entre anécdotas y risas nostálgicas.

Al llegar al aeropuerto de Sao Paulo, baje al lado de Franco, el estaba cabizbajo desde que aterrizamos, su actitud cambió ya que el tenía muchas ganas de que el abuelo venga a Brasil con nosotros para verlo correr en vivo, como prometió.

Pero no pudo ser.

Pase mi mano al rededor de su brazo mientras me ponía una gorra, el clima era soleado y muy lindo. Las cámaras no tardaron en aparecer y poner su foco en mi novio.

Franco apresuró su paso, se notaba que no quería lidiar con cámaras ahora, seguramente la noticia de su pérdida ya estaría rondando por todo Internet a estas alturas.

Segui su paso y salimos de todo ese lugar lleno de camaras.

Nos sentamos un ratito en un pequeño pasillo desolado, ambos sabíamos que apenas salga del aeropuerto lo iban a recibir sus fans y el quería atenderlos como se debía.

—¿Estas?— el asintió —¿Queres que salga yo primero? —nuevamente asintió.

Me acerque a él y pase mis manos por su cara, me miro y sonrio. Yo tome su mano y salimos del lugar. Como esperábamos, los fans argentinos y de otros países de Franco estabas haciendo escándalo.

Mire de reojo a mi novio y el alzó la mano saludando a la gente con su sonrisa típica.

Franco me guío hacia la barrera donde estaba la gente y comenzó a firmar autógrafos, sacarse fotos.

—¡Franco! ¿Me firmas?— una fan le grito a mi novio, llamando su atención —¡es trucha la remera!

Ni mi novio, ni yo pudimos contener una risa ante sus palabras.

Estaba a pocos metros de mi pareja esperando que termine, lo bueno era que al menos Franco podría despejarse un poco.

la mujer de mi vida | Franco Colapinto Donde viven las historias. Descúbrelo ahora