—No, nunca, olvídate.
—Samirah no seas exagerada.
Negue una y otra vez, con los brazos cruzados, miraba a Franco, quien estaba parado frente al sillón, lugar donde yo estaba sentada en el respaldo de este mismo.
—Me niego, hice un pacto sagrado con los dioses del sedentarismo, ¿que pensarían de mis los proscrastinadores compulsivos?
Me pare sobre el sillón y alce los brazos mirando a Franco, quien se cruzaba de brazos mirándome divertido.
—Sam.
—¡No pienso ir al gimnasio Franco Colapinto!
Era mi última palabra.
Volvi a sentarme en el sillón y mi novio suspiro frustrado, lo vi salir de la sala y me recosté sobre los almohadones, encendí la tele y me puse a ver videos en YouTube.
No iba a empezar el gimnasio.
Y ni Franco, ni nadie iba a obligarme.
—Te odio.
—Es por tu salud hermosa.
Se paro frente a mi, acaricando mi rostro con sus manos, mirándome con cariño.
Alce la mirada y mi expresión no era para nada contenta.
—Me aprieta la calza.
—Te queda pintada mi amor.
—Las zapatillas son incomodas.
Soltó una risa —es hasta que te acostumbres.
—Tengo calor.
—Hace calor.
—No, tengo más calor, creo que se me bajo la presión— me aleje de el y comenze a abanicar mi rostro con mi mano —tal vez tengo que salir a tomar aire.
—Y me compro un helado para subir el azúcar.
—No que se había bajado la presión— frunció el ceño, mirándome burlon —¿que tiene que ver el azúcar?
—¡Ahora se me bajo el azúcar!
Dije y camine rápidamente hacia la salida del gimnasio.
Solte un suspiro cuando Franco me alcanzó, obviamente sin nada de esfuerzo y rodeo su brazo en mi cintura, atrayendome hacia el nuevamente.
—¿Ya no te gusto?— pregunte mirándolo.
Mi pareja me miro confundido.
—¿Que pregunta boluda es esa Sam?
—No entiendo porque queres que venga, a mi me gusta mi cuerpo, ¿a vos no te gusta a caso?
—Sos literalmente la mina más perfecta que conocí en mi vida, sos una diosa griega y no sabes las ganas que te tengo ahora mismo con ese pantalón— murmurro en mi oido por lo bajo, solo para que yo lo escuche.
—¿Entonces?
—Es para mejorar tu salud, además con el tiempo lo encontras entretenido— paso su brazo por mis hombros y caminamos hacia la primera máquina —y, además, tenemos una actividad más para hacer juntos.
Suspire rendida y asentí cediendo, mi pareja sonrió contento, dejó un beso en mi cien para empezar con la rutina.
Para mi suerte, tengo de personal trainer al mismísimo Franco Colapinto.
Siento hasta acá la envidia.
Me subí a la primera maquina, ahora que me pongo a pensar, estoy en peor condición física de lo que pensé. Únicamente con el calentamiento ya me había cansado y tuve qje tener un descanso.
Franco espero paciente a que yo me recuperará, cuando volví en mi retome el calentamiento.
—¿Como voy?
Mi pareja hizo una mueca divertido y me entrego una botella de agua.
—Y, amor, creo que habría más constancia si entrenará a un viejito que no camina más de una cuadra diaria— se burlo.
Bufé ligeramente ante su burla, mi pareja se río y dejó un pico en mis labios.
—Vamos viejita chota, siguiente máquina.
Lo mire con los ojos abiertos y la boca ligeramente abierta.
—¿No era todo por hoy?
El piloto de carreras me miro divertido y nego.
—Sam, hiciste un precalentamiento y diez minutos de cardio.
Baje la cabeza rendida, esto no tenía fin.
Después de una hora ya le había tomado el ritmo, gracias a dios Franco era mi novio, porque yo creo que cualquier otro entrenador me habría mandado a cagar al escuchar mis contantes quejas, cada vez que paraba el entrenamiento por cansancio.
Solte un suspiro pesado y tire la pesa a un costado, honestamente, sentía tanto dolor muscular, que si me llegaba a caer la pesa sobre el pie, ni lo iba a sentir.
Aunque bueno, eran pesas de 2 kilos.
—Terrrminamos.
Me sente en el piso y luego me recosté sobre la colcha, la risa de Franco retumbó en mis oídos, acto seguido se arrodillado a mi lado y me tiro una toalla en la cata.
—Fran.
—¿Si Sam?
Saque la toalla de mi cara, luego de secar todo el sudor, apuesto cualquier cosa a que estoy hecha un desastre, nisiquiera pienso verme en algún espejo o alguna superficie reflejante.
—No siento las piernas...
—Ni los brazos.
—¿Te cansaste de levantar dos kilos Sam?
—Dos poderosisimos kilos, discúlpame— me queje.
La risa de mi novio no se hizo esperar, se levantó del piso, parándose frente a mi y me estiro sus manos, yo negue.
Sonrio con ternura y se estiro para tomar mis manos, me ayudó a sentarme y lo mire, me dolía todo.
—Veni hermosa.
Al ver que yo no movía un músculo, volvió a tirar de mis brazos, ayudándome a ponerme de pie.
Una vez parada frente suyo, me dio la espalda y me indicó que me suba a su espalda, con algo de dificultad lo logré.
—Samu.
Apoye mi mentón en su hombro, lo mire esperando a que continúe.
—¿Un helado?
Asenti ante su propuesta. Franco sonrió divertido y caminamos hasta la salida del gimnasio. Sin dificultad me cargo hasta el auto y me sento en el asiento del pasajero.
Dejó un beso en mi cabeza y cerro la puerta, dio la vuelta para subir del lado del piloto, manejo hasta una heladería y bajo para pedir los helados.
—Para la chica más fitness del mundo mundial.
Dejó sobre mi regazo un kilo de helado, dos cucharitas y yo suspire como su hubiera ganado una maratón.
Franco manejo hasta un lugar más apartado, para no tener tanta gente al rededor.
Paramos en un estacionamiento y nos pusimos a tomar el helado, Franco me hablaba sobre la rutina que íbamos a hacer luego.
—¿Mañana?
—Amor— me miro divertido —si, mañana.
—Un día libre, porfa.
Franco se mordió el labio y bajo la cabeza asintiendo rendido.
—Pero el martes con toda, ¿me escuchaste?
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la mujer de mi vida | Franco Colapinto
Fanfiction-gracias por permitirme ser la mujer del proceso y acompañarte en la historia que estas creando. -no sos la mujer del proceso Sammi, sos la mujer que estuvo desde el segundo uno; la que estuvo en las buenas y malas, mereces ser parte de todo lo que...