RESPUESTAS

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OMNISCIENTE

Para los adultos a su alrededor, la imagen de Maegor y Viserra era la de dos hermanos que se cuidaban mutuamente, un lazo de protección que a menudo pasaba desapercibido entre las complejidades de la vida en el castillo. Sin embargo, para Aegon, su padre, esa relación se veía de una forma diferente, más profunda y, quizás, inquietante.

Aegon observaba desde la distancia, los ojos de un padre que comprendía la fragilidad de la juventud y la fuerza de los lazos que formaban. No eran simplemente dos niños jugando; había algo más en la forma en que Maegor siempre buscaba a Viserra, un instinto protector que parecía ir más allá de lo habitual. Maegor no sabía existir sin su hermana, y ella, en su inocencia, se aferraba a él como si su vida dependiera de ello.

Era una dependencia palpable. Aegon notaba cómo Viserra siempre estaba cerca, colgando de su hermano, ya fuera tomada de sus manos, sentada sobre sus piernas o acurrucada en su espalda mientras él caminaba por los pasillos. La conexión entre ellos era intensa; no solo eran hermanos, eran dos almas que se habían entrelazado de una manera que desafiaba la comprensión de los adultos.

Aegon se preguntaba qué sucedería cuando esos niños inocentes empezaran a crecer y a comprender el verdadero significado del amor y del deseo. No eran conscientes de la profundidad de su conexión, de cómo esa dependencia podría transformarse en algo más intenso y complicado.

—¿Eres la niña de papá, cariño? —preguntó Aegon suavemente, acariciando su cabello con cuidado, como si ella fuera una frágil muñeca que podía romperse. Quería que supiera lo mucho que la amaba, que siempre sería su refugio en este mundo a menudo cruel y complicado.

Pero fue tomado por sorpresa cuando su respuesta llegó, sencilla y directa, como solo la podía expresar una niña de su edad.

—No, papi —dijo ella, mirándolo con una sonrisa tierna que iluminaba su rostro. Sus ojos, llenos de amor, brillaban con una claridad que solo los niños tienen. —Soy la niña de Maegor y luego tuya.

Aegon se detuvo por un momento, procesando la profundidad de sus palabras. No era solo un juego de palabras; había una verdad en la declaración de Viserra que lo conmovió.

—¿La niña de Maegor? —repitió, intentando sonreír, aunque una sombra de preocupación cruzó su rostro—. ¿Y eso significa que lo quieres más a él que a mí?

Ella se encogió de hombros, como si no entendiera la gravedad de la pregunta.

—Maegor es mi amor —dijo con sinceridad—. Pero tú eres mi papi, y eso nunca cambiará.

Aegon pasó días y días sumido en pensamientos sobre aquella conversación que había tenido con su hija. Observaba a Maegor y Viserra y notaba en ellos la misma chispa que había sentido por Rhaenys, pero de alguna manera, su conexión opacaba lo que él había tenido. Era irónico, casi una burla a sí mismo: Maegor y Viserra, enamorados, hijos suyos y de Visenya, mientras que Aenys, su amado hijo Aenys, intentaba cavar un agujero en una relación en la que nunca había tenido espacio.

La vida de Aegon estaba marcada por las decisiones que había tomado. Se había casado con Visenya por deber, cumpliendo con la tradición Valyria que dictaba la unión de los nobles, pero había tomado a Rhaenys por deseo, por amor verdadero. Rhaenys, con su risa contagiosa y su espíritu indomable, había sido el faro de su corazón, un refugio en medio de la tormenta que era su vida como rey. Sin embargo, Aenys, el hijo de ese amor parecía haber quedado en el olvido, eclipsado por los dos hijos que había tenido con la mujer a la que se unió por obligación.

El rey había pensado que casando a su hijo con Ceryse Hightower lograría apaciguar el deseo que Maegor sentía por su hermana. Había argumentado ante Visenya que la alianza con los Hightower era estratégica, pero en el fondo, había otro motivo que nunca confesó: temía que Maegor, en la intensidad de su naturaleza, pudiera lastimar a Viserra. Aegon, el Conquistador, no era un hombre que admitiera el miedo fácilmente, pero en este caso, el amor entre sus hijos lo inquietaba profundamente.

OUR LOVE ── 𝐦𝐚𝐞𝐠𝐨𝐫 𝐭𝐚𝐫𝐠𝐚𝐫𝐲𝐞𝐧Donde viven las historias. Descúbrelo ahora