FUTURA ESPOSA

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OMNISCIENTE

El cielo matutino se extendía como un lienzo despejado y radiante sobre la vasta extensión del reino, pintado en tonos de azul y dorado por los primeros rayos del sol. La brisa fresca y vigorizante acariciaba los rostros de los jóvenes príncipes mientras se preparaban para una jornada en el aire. En lo alto de los acantilados que dominaban el vasto horizonte, los dragones esperaban, sus escamas brillando con destellos dorados y plateados a medida que el sol las tocaba.

Viserra, con su vestido de vuelo ajustado y una sonrisa radiante, montó a Sunwings, su dragón dorado y majestuoso. Las escamas de Sunwings reflejaban la luz del sol como si fueran fragmentos de oro en movimiento, mientras sus ojos brillaban con una inteligencia antigua y confiada. La joven princesa se aferró con firmeza a las riendas, sintiendo el rugido poderoso de su dragón bajo ella, una mezcla de poder y tranquilidad que le daba una sensación de libertad inigualable.

Aenys, a su lado, se montó en Azogue, su dragón con escamas de un brillante plateado que reflejaban el sol con un fulgor similar. Azogue parecía impaciente, sus alas extendidas en una postura que invitaba a la acción. La princesa y el príncipe compartían una similitud en sus dragones, aunque sus llamas eran de diferentes colores, un detalle que Aenys y Viserra solían bromear entre ellos.

—¿Listos para una carrera? —preguntó Aenys, su voz resonando con una emoción contenida, la rivalidad fraternal palpable en el aire.

Viserra le lanzó una mirada desafiante, sus ojos brillando con alegría.

—¡Siempre lista para un desafío, hermano!

Aenys sonrió, un destello de camaradería en sus ojos, mientras extendía su brazo hacia el horizonte, donde las nubes doradas se mezclaban con el azul profundo del cielo. El rugido de los dragones se mezclaba con el viento, creando una sinfonía de libertad y aventura.

—¡Entonces vamos! —gritó Aenys, y con un poderoso batir de alas, Azogue despegó del suelo, levantando una ráfaga de polvo y hojas secas. Sunwings siguió inmediatamente, sus alas extendidas como alas de oro reflejando la luz del sol.

El aire se llenó con el estruendoso sonido de las alas de los dragones mientras ascendían hacia el cielo, sus cuerpos magníficos cortando el viento con gracia y fuerza. Los príncipes se sumergieron en la sensación de vuelo, la tierra bajo ellos convirtiéndose en un mosaico de verdes y marrones que se desvanecían a medida que se elevaban más alto.

El cielo se convirtió en un vasto lienzo azul donde las nubes parecían danzar alrededor de ellos. Aenys y Viserra se sumergieron en una carrera amistosa, sus dragones entrelazándose en movimientos ágiles y precisos. Las risas y los gritos de júbilo de los hermanos se mezclaban con el rugido de los dragones.

Debajo de ellos, en el jardín real, se encontraban Aegon y Visenya, observando atentamente cómo sus hijos disfrutaban de la libertad que trae consigo volar en dragón. Aunque ninguno de ellos había conocido la inigualable ciudad de los dragones, el Feudo Franco de Valyria, sentían una profunda conexión con sus raíces. El vuelo de los dragones era más que un espectáculo; era un recordatorio palpable de que, a pesar de la pérdida de la antigua ciudad, su legado seguía vivo en sus hijos y en las majestuosas bestias que montaban.

Aegon, con una sonrisa nostálgica, miraba hacia arriba mientras su esposa, Visenya, permanecía a su lado, observando con una mezcla de orgullo y melancolía. Sabían que el verdadero honor de su linaje no solo residía en las historias que contaban, sino en las generaciones futuras que llevaban con ellos la esencia de lo que alguna vez fue Valyria. Los dragones eran un vínculo tangible con esa herencia perdida, y ver a sus hijos volar con tanto gozo y habilidad era un consuelo para sus corazones.

OUR LOVE ── 𝐦𝐚𝐞𝐠𝐨𝐫 𝐭𝐚𝐫𝐠𝐚𝐫𝐲𝐞𝐧Donde viven las historias. Descúbrelo ahora