DESEMBARCO DEL REY

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Este era mi primer viaje a Desembarco del Rey. Pensaba que sería un lugar monumental, que llevaría en sus calles y muros el eco de la grandeza, sabiendo que aquí fue donde comenzó todo. Sin embargo, comparado con Rocadragón, este lugar palidece; la isla sigue siendo mucho más gloriosa, un símbolo intacto del poder que representa nuestra casa.

Vinimos en carruaje, y apenas pisamos las calles, el hedor se tornó insoportable, tan intenso que me cuesta mantener la compostura. Cada bache, cada rincón de esta ciudad parece desprender un aroma de decadencia, algo completamente opuesto a la majestuosidad de Rocadragón. Me resulta incomprensible que mi padre desee que pase un tiempo aquí con él.

Hoy, por lo que he oído, será un día importante. Los nobles han venido de todos los rincones, convocados para algo que solo la Fortaleza Roja puede contener. Aquí no tienen dragones que les otorgue un viaje seguro a Rocadragón, y por ello mi padre decidió facilitarles la llegada en este lugar. No es algo que me agrade, pero comprendo el sacrificio.

Madre y yo habíamos venido en el mismo carruaje, acompañadas por Alyssa y Ceryse. Esta última, para mi sorpresa, me miraba con una sonrisa sutil, como si hubiera ganado algo en este juego al que solo ella parecía estar jugando. Preferí ignorarla, centrándome en mis propios pensamientos y deseando haber podido viajar en el otro carruaje. Sin embargo, padre insistió en mantenernos separados, enviando a Maegor y Aenys con él.

Al llegar a la Fortaleza Roja, nos recibieron las sirvientas, alineadas con respeto, listas para atendernos. Una de ellas llamó mi atención de inmediato. Su vestido era distinto: elegante, más propio de una joven noble que de una simple criada, aunque se encontraba junto a las demás, en silencio y con las manos entrelazadas. Me intrigó, pero supuse que debía ser una sirvienta de confianza.

La miré con curiosidad y, en un instante, decidí que esa doncella sería una buena compañía.

—¿Cuál es tu nombre? —le pregunté, notando que sus ojos brillaban con una mezcla de nerviosismo y emoción.

—Soy Seraphine, mi señora —respondió con una reverencia, una sonrisa tímida asomándose en su rostro.

Sentí una mano apoyarse suavemente en mi hombro, y al girarme, vi que era mi padre. Me regalo una sonrisa tranquila, sus ojos fijos en la imponente estructura de la Fortaleza Roja.

—Espero que ames la Fortaleza tanto como Rocadragón —dijo, y luego miró hacia el frente, señalando a Seraphine, que aguardaba a un lado—. Ella será tu doncella de ahora en adelante. La he elegido especialmente para ti; espero que sea de tu agrado.

Observé a Seraphine, quien aún mantenía esa sonrisa tímida, con una mezcla de emoción y un leve nerviosismo que la hacía ver aún más juvenil. Había algo cálido en su presencia, como si intentara mostrarme que estaba allí para lo que necesitara, y ese pequeño gesto me hizo sentir un poco más cómoda en aquel lugar nuevo y extraño.

—Gracias, padre. Estoy segura de que nos llevaremos bien —respondí, dedicándole una leve sonrisa a Seraphine, quien respondió con una reverencia respetuosa, sus ojos llenos de promesa y lealtad.

—Es usted muy hermosa, princesa —dijo Seraphine, sus ojos brillando con sinceridad mientras sus labios esbozaban una sonrisa.

Su halago me sorprendió y me hizo sonreír en respuesta, sintiendo un leve rubor en mis mejillas. En un lugar como este, donde la opulencia y el poder reinaban, la amabilidad de una sirvienta era un recordatorio refrescante de que no todo era política y estrategia.

—Gracias, Seraphine —respondí, intentando que mi voz sonara natural—. Me alegra que estés aquí conmigo.

Mientras avanzábamos por los pasillos adornados con tapices ricos y relucientes candelabros, empecé a sentir una mezcla de nerviosismo y emoción por lo que este viaje significaría para mí. El hecho de que ella me tratara con respeto, como si nuestra diferencia de estatus no importara, me hacía sentir un poco más en casa en esta fortaleza imponente.

OUR LOVE ── 𝐦𝐚𝐞𝐠𝐨𝐫 𝐭𝐚𝐫𝐠𝐚𝐫𝐲𝐞𝐧Donde viven las historias. Descúbrelo ahora