♫: A dónde va el viento - Julieta Venegas
Cuéntame, el final, el final... final feliz.
Todavía me acuerdo del día que te conocí, si bien no eras alguien que hiciera mucho ruido siempre supe que había algo muy especial en ti. Estábamos en la preparatoria, en el patio para ser más exactos cuando ese cabrón se te acercó, el mismo que nunca fue santo de mi devoción. Vi cuando comenzó a empujarte mientras te gritaba cosas que por la distancia no lograba entender; fue cuando vi ese miedo en tus ojos que a pesar de que mis amigos intentaron detenerme bajo la excusa de "no romper el sistema" me acerque casi a zancadas.
"Esa puta maña de joderle la vida a los demás" fue lo que salió de mi boca haciendo que ambos se voltearan hacia mi.
"Tu también hacías esto cabrona, así que ni te quejes" esa maldita voz me hizo recordar lo que tanto había querido olvidar; si, así era yo hace un año pero todos tenemos derecho a cambiar.
Con una postura más imponente me acerque para responder "Cuando estaba pendeja si" finalice soltando una risa haciendo que ese mastodonte se me acercara un poco más "¿Me estás diciendo pendejo?"
No... cómo crees.
Ahí fue cuando voltee a verte, seguías parada congelada viendo la escena, rápidamente me dispuse a avanzar para tomar tu mochila que estaba en el suelo.
"¿Tú qué crees pendejo?" instantáneamente tome tu mano comenzando a correr antes de que nos sentarán de un putazo. Recuerdo que únicamente dijiste un "gracias" y yo te pedí que te fueras porque ya casi comenzaba la siguiente clase.
Y aunque en ese primer instante no tuvimos más tiempo para hablar me fui dando cuenta de que a pesar de muchas veces ser una pizquita de antisocial tenías ese corazón tan bondadoso que para mí sorpresa solo latía estando yo a tu lado. Me encantaba observarte, aprender todas tus manias y tus sonrisas torcidas cuando algo te divertía. Por desgracia me condene solita a callar los latidos de mi corazón que se aceleraban cada vez que te veía sonreír, bailar o cuando me hablabas de cualquier tema de física que hacías que no pareciera tan aburrido.
Hasta hace unos días empezaste a comportarte un poco raro para ser tú, te volviste más detallista y como la rarita que eras trajiste detalles que solo alguien que te conoce te puede dar. Al principio no entendía nada pero... preferí no cuestionarte. Me decidí a disfrutar esos detalles que mi cabeza tomo como una señal de que quizá tú sentías lo mismo por mi.
El primer día llegaste muy enérgica parecías lombriz, me buscaste con la mirada hasta dar conmigo en el fondo del salón para extenderme un pequeño pastel de chocolate.
"Toma, lo hice yo misma. No esperes mucho" dijiste para dejarme probar tu gran receta. Me senté en mi lugar para poderlo probar y cuando el chocolate tocó mi boca no pude evitar sonreír. "Esta riquísimo, cállate" te solté con la boca llena sin dejar de probarlo. El dichoso pastel no duró ni cinco minutos en la banca me lo comí bajo tu atenta mirada de felicidad.
"Ya te puedes casar" bromee haciendo que te rieras mientras yo ya empezaba a chupar el plato.
Al día siguiente mientras volvíamos juntas a casa como todos los días caminabas de mi mano mientras estabas ahogada de la risa pues te confesé que nunca aprendí a andar en bicicleta.
"¡Nunca! ¡Juramelo!" Negué con la cabeza contagiandome con tu risa.
"Entonces que estamos esperando. Vamos al parque ya mismo" dijiste con tal determinación que de verdad me estabas poniendo nerviosa.
Pasamos toda la tarde ahí, después de correr hasta tu casa en busca de tu bicicleta para regresar al parque donde atardecia entre risas, caídas y uno que otro raspón. Me temblaban las piernas en cada intento de mantener el equilibrio. Hasta que por obra del espíritu Santo lo logré, saltaste y gritaste cuando te diste cuenta de que por fin después de horas la misión estaba cumplida. En el camino de regreso tú ibas montada en los diablitos de la parte trasera de la bici sosteniendote de mis hombros.
"Ahora tendrás el honor de llevarme a todos lados siempre que te lo pida" bromeaste mientras continuábamos el camino haciéndome reír un poco.
El tercer regalo llegó pero esta vez de forma diferente, ese día no fuiste a la escuela así que regrese sola para pasar a verte. Me recibió tu mamá diciendo que desde ayer que llegaste no te encontrabas muy bien. Para mí suerte me dejó pasar.
Pasamos unos minutos recostadas en tu cama cuando dijiste que tenías un regalo para mi, un CD. Me lo quitaste de las manos para ponerlo en el reproductor. Y la canción empezó a sonar, era mi favorita, y fue raro ya que solamente te lo mencioné una vez, muy de pasada pero... te acordaste.
"¿Bailamos?" me preguntaste extendiendo tu mano.
No había mucha música para elegir pero sinceramente no importaba, bailamos en tu habitación riéndonos una de la otra dejando que la tarde se nos pasará como si nada.
El cuarto regalo fue un poco más peculiar, ese día llegué tarde a la escuela. Culpa del tráfico de la ciudad. Al llegar después de que la maestra me pusiera mi muy merecido retardo me dirigí a mi lugar donde me esperaba un ramo de flores. Me gire a verte, estabas sentada en el mismo lugar de siempre, detrás de mi, dándome una sonrisa que no se veía todos los días.
"Vaya, parece que tú admirador secreto está muy interesado en ti" soltaste en este tono burlón mientras guiñabas el ojo. Las bromas continuaron durante todo el día aunque ambas sabíamos que ese "admirador secreto" eras tú.
Al salir de la escuela repetimos nuestra rutina, despidiendonos con el mismo abrazo de siempre, pero está vez se sintió diferente. Mi corazón parecía participante de un maratón y me sentía algo rara. Te inclinaste hacia mi dejando un suave beso en mi mejilla y sin decir nada te vi entrar a tu casa, dejandome un poco confundida.
Esa noche me fui a dormir recordando cada detalle de estos últimos días, convencida de que quizá mis sospechas eran ciertas y esa era la mejor manera de demostrarme lo que tu corazón sentía. No supe cuánto tiempo dormí pero el sonido de mi celular me despertó. La pantalla mostraba el nombre de tu madre y rápidamente respondí.
Aunque hubiera sido mejor que no lo hiciera.
"¿Bueno?" mis manos comenzaron a temblar escuchando atentamente lo que decía. "Mariel... Mariel se fue" no la deje terminar y colgué.
Es un mal sueño, nada es real.
Mi cerebro intento convencerme, así que volví a acostarme en la cama para volver a dormir, pero mi teléfono no dejaba de sonar una y otra vez sonando más fuerte que la anterior. En un acto desesperado salí de casa buscando tu bicicleta, recordando que me la prestaste para volver a mi casa la última vez y con el corazón en la mano comencé a pedalear hasta tu casa.
Cada metro que me acercaba las sirenas se hacía más estruendosas, más brillantes. Al llegar a tu jardín vi a tu madre desconsolada, rota. No había sido un mal sueño. No me estabas esperando. De verdad ya no estabas.Y ahí fue cuando todo hizo click en mi mente; los detalles, los regalos todo eso fue parte de una forma de despedirte sin que me diera cuenta. Fue la única opción que encontraste para dejar un pedazo de tu corazón conmigo, sin saber que el mío ya te pertenecía.
"Porque así es cuando te mueres, el mundo sigue sin ti y te chingas porque estás muerto"SI, LLORÉ ESCRIBIENDO ESTO ¿Y QUÉ? Este capítulo está inspirado en la serie "Nadie nos va a extrañar" que se las super recomiendo. Pero eso si, preparen sus pañuelos para los mocos. Mi nueva historia de terror favorita y espero que la suya también.
Muchas gracias por leer.- xoxo, love.