"¡Espera, definitivamente voy a vengar esto!" El general Ross gruñó, su mirada aguda se fijó en el caos que lo rodeaba. El daño causado por su búsqueda del Demonio de Hielo había resultado en enormes pérdidas y, sin embargo, todavía estaba desconcertado por la verdadera fuente de los poderes de Ethan Hayes.
"No es un mutante, ni un usuario típico de habilidades", murmuró Ross. A Ethan no se le habían inyectado los sueros habituales o los tratamientos experimentales, pero sus poderes no se habían visto afectados. No parecían venir de los genes, lo que dejó a Ross desconcertado. En sus registros, los poderes de los superhumanos a menudo tenían un origen claro, muchos vinculados a tecnología, genes o incluso contratos demoníacos como Ghost Rider.
Pero esto... fue diferente.
"Este demonio no quiere el Grupo Osborn sin razón", continuó Ross. Sabía que Ethan ya había comprado el 18 % de las acciones de Connery, pero el control real aún estaba en Harry Osborn, el heredero. Ross estaba convencido de que, a través de Harry, podría impedir que Ethan tomara el control de la compañía.
"¡Ataque enemigo!"
"¡Fuego!" Los soldados de Ross gritaron cuando la niebla fría de repente envolvió Central Park, convirtiéndolo en un campo de batalla. Pero en cuestión de momentos, el sonido de la batalla se calmó. Fuera del vehículo blindado de Ross, los soldados, endurecidos y asfixiados, se derrumbaron como si se estuvieran ahogando en el aire frígido.
Ross, ahora sudando, sacó su pistola y la apuntó a la puerta. La puerta de metal fue arrancada, y antes de que Ross pudiera reaccionar, disparó toda su revista. Sin embargo, las balas fueron atrapadas en el aire por un par de manos rápidas.
Ding ding ding...
Ethan se subió al vehículo blindado y se sentó frente a Ross, en silencio pero en intenso.
El sudor frío goteaba de la frente de Ross mientras miraba al joven, demasiado joven, parecía, para ejercer un poder tan peligroso.
"Cuando ocurre un desastre, ¿cree el gobierno que tus armas pueden salvar al país?" Ethan retomó, rodando una bala entre sus dedos. Su sonrisa era tranquila, pero para Ross, era nada menos que una burla silenciosa.
Ross, tratando de mantener la compostura, respondió: "Ustedes no son dioses. Tu poder ha traído sufrimiento a innumerables personas comunes. Es el deber de los soldados eliminar las amenazas y proteger la tierra".
"Bien dicho", sonrió Ethan. "¿Cuánto sufrimiento has causado con tus propias manos? Tomemos al profesor Bruce Banner, por ejemplo. ¿O prefieres recordar a tu leal soldado Emil Blonsky?"
La cara de Ross se oscureció al mencionar a Hulk y Abomination. "Son monstruos, y los monstruos deben ser destruidos".
La sonrisa de Ethan se ensanchó. "Ah, pero solo los monstruos que no puedes controlar, ¿verdad? Lo enmascaras en nombre de la justicia, pero ambos lo sabemos mejor".
Ross apretó los puños, su ira se enfureció. "Los militares no escatimarán esfuerzos para derribarte".
Pero Ethan lo cortó. "Permítame recordarle, General: son los 11 grupos de batalla de portaaviones y sus cientos de bases en el extranjero los que mantienen fuerte a su hermoso país. Así que pregúntate a ti mismo: ¿quieres que sea un estudiante de secundaria respetuoso de la ley o un demonio de hielo indómito?"
Las palabras golpearon duramente a Ross, obligándolo a callar. La amenaza de Ethan era clara, pero más aterradora fue la helada comprensión de que bien podría tener el poder de seguir adelante.
Los ojos de Ross se lanzaron hacia Central Park, donde se habían formado icebergs masivos en medio de la niebla. "Él... en realidad podría ser capaz de destruirlo todo".
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Bajo cero: Hie Hie no Mi
ActionEthan Hayes había viajado al peligroso mundo de los cómics de Marvel. Afortunadamente, estaba equipado con un sistema que le permitía obtener el poder de la Fruta Helada, sin la maldición que normalmente la acompañaba. "¡Maldita sea, Ethan!", gritó...