18. sombra de sospecha

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JULIETA

Y ahí estaba él, parado en el living de la casa de quien yo creía que era mi persona de confianza, prácticamente mi novio.
Seguía tan horrible, tan desagradable y repugnante como lo recordaba de la última vez que lo había visto.

Recuerdo todo a la perfección, y también recuerdo que no podía moverme, ni resistirme a nada, no tenía fuerza y si hacía movimientos bruscos me aturdía un fuerte mareo.

Alejandro me tenía agarrada de las manos, detrás de mi espalda, básicamente para servirme a Fernando como si yo fuera comida. Sentía la necesidad de soltarme de su agarre, de salir corriendo y escapar, pero simplemente no podía. En ese momento me cayeron todas las fichas juntas: la repentina "desaparición" de Fernando, las llamadas y mensajes misteriosos que recibía Alejandro, por que se escondía en el baño, sus "celos" por Guido, por que no había tomado tanto en la fiesta... todo era porque lo estaba ayudando a Fernando.

Me tiró al sillón, el mismo sillón donde tan feliz había sido hace tan poco tiempo, y recuerdo que Fernando me miraba como si disfrutara de mi estado. A su lado, estaba Alejandro con una expresión de nula preocupación en su rostro, tan cómodo, tan cómplice...

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ADVERTENCIA:
los siguientes parrafos narrados desde el punto de vista de Julieta abordan temas relacionados al abuso sexual no explícito.

si sos altamente sensible a estos temas, pasá directamente a la parte de Guido.

lógicamente, no hice estas partes muy explicitas porque si bien se pueden contar historias que contengan estos temas, no hace falta alimentar un morbo innecesario.

los únicos momentos medios explícitos son los primeros renglones que vienen después de la advertencia

gracias por leer.

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Sentí las manos de los dos recorriendo mi cuerpo, pero Alejandro no tendría miedo de acercarse mas. El calor de su cuerpo contra el mío, el peso de sus movimientos... sabía que no podía permitirlo, pero tampoco podía hacer nada para sacármelo de encima. Cualquier movimiento que hacía era reprimido por la clara fuerza que ellos tenían.

Fernando ya no era solo una amenaza, ni una mirada, ni una presencia. Todo esto era un asalto a mi integridad.
Los dos se reían por lo bajo, como sabiendo que ya tenían todo bajo control.

Por momentos tenía la esperanza de que todo fuera solo una pesadilla, de las peores que se pueden tener. Lo único que sentía era una humillación palpable, un asco que recorría mis venas, pero sin la energía suficiente para detenerlo.

Sentí el impulso de gritar, pero mi voz no salió. El temor comenzaba a apoderarse de mí, y la única idea que me mantenía consciente era la necesidad de escapar de esa casa, de esos ojos que me miraban como si ya no fuera dueña de mi propio ser.

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GUIDO

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GANAS DE VERTE | guido sardelli - airbagDonde viven las historias. Descúbrelo ahora