9. recaída y desconfianza

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JULIETA

- No, Julieta, ¡no! - me gritó Mar entre lágrimas. - ¡Me da miedo que te pase algo!

Me encontraba discutiendo con mi mejor amiga sobre mi regreso a la ciudad. Ella sostenía que no era una buena idea y que era muy riesgoso, y me advertía que no confiara mucho en el rubio porque recién lo conocía. Mar creía que era mejor que yo me quedara con las dos personas más cercanas a mí: ella y su hermano.

Yo necesitaba trabajar; me habían llamado para hacer la sesión de fotos para la cual había hecho el casting.

A mí también me daba miedo volver, pero cualquier trabajo que me salía con el modelaje lo aprovechaba, ya que lo consideraba un paso más cerca de la salida de la prostitución.

Había pasado ya una semana desde aquella llamada con Guido y no había vuelto a hablar con él desde entonces. Lo extrañaba muchísimo. Aun así, seguía muy insegura con respecto a nuestro vínculo. Por más que se preocupara por mí, no significaba nada del otro mundo, y yo era consciente de eso.

- ¡Necesito trabajar, Marina! Ya sabes que no me gusta depender de nadie - le respondí, también gritándole.

Ambas estábamos llorando; odiábamos pelearnos, pero a veces era necesario para entendernos. Yo entendía la preocupación de Mar, pero también quería que ella entendiera mi necesidad de volver.

Ya había pensado lo suficiente sobre toda la situación de Fernando y me sentía mentalmente más preparada para enfrentar el problema como lo supe hacer antes. Además, Fran me prestó un celular viejo que tenía, que definitivamente no me daba tanto miedo como el mío.

Me relajé, respiré profundo y suspiré para después acercarme a Mar.

- Mar, necesito trabajar, necesito estudiar, necesito hacer muchas cosas... Por favor, te prometo - junté mis manos - que me voy a cuidar muchísimo y que, si pasa algo, te voy a avisar. - Apenas terminé de hablar, me quedé mirándola. Tenía los ojos vidriosos, como un vidrio frágil. Estaba a punto de quebrarse en un llanto muy triste y cargado de preocupación por mí.

La abracé muy fuertemente y le acaricié el pelo.

- Te amo muchísimo, Mar. Agradezco tanto tenerte conmigo - dije, aún sin soltarla. - Pero me puedo cuidar sola. Me preocupa más que te llegue a pasar algo a vos - me separé y le sonreí, intentando tranquilizarla.

Mar se mantuvo en silencio, pero yo sabía que había logrado calmarla un poco, y ya era suficiente. Solo tenía que dejarla un rato sola, como a ella le gustaba.

(...)

Unas horas después, estábamos cenando Mar, Fran y yo. Era otra vez una comida riquísima que había hecho Fran con mucho amor. Era mi última cena con ellos, y me preparó mi comida favorita: lasaña.

En un momento, Mar se levantó y se fue.

- ¿Sabés si le pasa algo? - le pregunté a Fran en voz baja.

Él solo se encogió de hombros y siguió comiendo, pero luego se inclinó un poco hacia mí y respondió:

- Debe estar triste y preocupada por vos, Ju... es normal.

Me abstuve de responder y seguí comiendo, cuando de repente mi amiga volvió, me agarró la mano y me puso 100.000 pesos.

- No hace falta... - fui interrumpida por Mar.

GANAS DE VERTE | guido sardelli - airbagDonde viven las historias. Descúbrelo ahora