Narra Valentina
Después de un breve momento, Juls salió de su habitación vestida con una blusa ligera y unos jeans que acentuaban su figura. Su mirada se iluminó al verme, y me sorprendí cuando, en lugar de simplemente acercarse, se lanzó a abrazarme con fuerza.
—Val, lamento haberte hecho esperar —dijo, apretándome contra ella. Sentí su calidez y esa energía que siempre me hacía sentir segura. Sus brazos eran un refugio al que siempre quería volver.
—No hay problema —respondí, sintiendo cómo mi corazón latía más rápido. —Solo... me preocupé un poco.
Ella se separó ligeramente, mirándome a los ojos con una intensidad que me hizo sentir vulnerable y emocionada al mismo tiempo.
—Sabes que siempre estoy aquí para ti, ¿verdad? —preguntó, sus manos tomando mis mejillas, obligándome a mantener su mirada.
—Sí, lo sé. —Una chispa de alegría brotó en mi pecho. —¿Y tú? ¿Todo bien?
—Todo estará bien —afirmó, y en ese instante, vi que había una resolución en su mirada, como si tuviera planes que no podía compartir del todo, pero que sabía que todo se alinearía.
Antes de que pudiera formular más preguntas, Juls se acercó y, con una pasión que me sorprendió, unió sus labios a los míos. Fue un beso profundo, lleno de toda la complicidad y la confianza que habíamos construido juntas. Era como si el mundo a nuestro alrededor se desvaneciera, dejando solo el latido de nuestros corazones.
Cuando nos separamos, sentí el aliento entrecortado y una mezcla de euforia y nerviosismo.
—Esa es la Juls que conozco —dije, sonriendo, y ella me devolvió la sonrisa, pero había algo más en su expresión, un destello de emoción que me intrigaba.
—Vamos a hacer que este día sea especial —sugirió, acariciando suavemente mi brazo.
—¿Cómo? —pregunté, todavía un poco confundida pero emocionada por lo que pudiera venir.
—Primero, necesitamos salir de aquí un rato. Quiero que olvides todo lo que ha pasado. Después, te contaré lo que tengo en mente —dijo, guiándome hacia la puerta.
Mientras caminábamos hacia afuera, mi corazón latía con anticipación. Sabía que todo lo que pasaría ese día sería importante, no solo para nosotras, sino para la nueva etapa que estábamos comenzando juntas. Juls me tomó de la mano, y ese simple gesto me hizo sentir que, pase lo que pase, enfrentaríamos todo juntas.
En el fondo, sentía que estábamos en la cúspide de algo que podría cambiarlo todo, y no podía evitar emocionarme ante la idea.
—No puedo creer que todavía esté aquí sin que mi padre me haya llamado —comenté, tratando de sacudirme la tensión que me había acompañado durante los últimos días.
—Quizás está tan ocupado con su coctel que no ha tenido tiempo —dijo Juls, encogiéndose de hombros, pero había un ligero tono de preocupación en su voz.
Al llegar al café, el aroma del café recién hecho y los pasteles nos recibió con calidez. Pedimos unas bebidas y un par de dulces para compartir. Mientras esperábamos, Juls comenzó a contarme historias divertidas de sus días en la universidad, haciéndome reír con sus anécdotas de locuras y travesuras.
—Y una vez, se me ocurrió teñirme el cabello de azul antes de un examen. No sé qué estaba pensando —dijo entre risas, y yo no pude evitar reírme con ella.
Cuando nuestras bebidas llegaron, el ambiente se tornó más relajado. Con cada sorbo, sentía que la tensión comenzaba a desvanecerse.
—¿Y qué tal si después de esto damos un paseo por el parque? —sugirió Juls, su mirada brillando con emoción. —Me encanta cómo se ven las luces reflejadas en el lago por la noche.
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