Capitulo 31: Refugio

365 70 4
                                    

Narra Valentina

Después de un rato, cuando mi respiración ya se había calmado y el temblor en mis manos había desaparecido un poco, Juliana se apartó suavemente, lo suficiente para mirarme a los ojos. Podía ver la preocupación en su mirada, una preocupación tan profunda que me hacía sentir segura y, a la vez, culpable por todo lo que había ocurrido.

—Val... —comenzó con una suavidad que me estremeció—, ¿qué pasó? ¿Por qué estabas allí con Lucho?

Tragué saliva, notando cómo el nudo en mi garganta volvía a formarse. Respiré hondo, sin saber cómo empezar a explicar todo lo que había sucedido. Juliana tomó mis manos y esperó pacientemente, sin apurarme, su pulgar acariciando mis nudillos como si intentara darme valor.

—Yo... —las palabras apenas salían— él... él quiso que... —Sentí que las lágrimas volvían a mis ojos y bajé la mirada, sintiéndome pequeña, rota.

Juliana no soltó mis manos; las sostuvo con firmeza, pero sin presión. Era como si me dijera que no había prisa, que estaba dispuesta a escuchar cada palabra aunque me costara pronunciarlas.

—Lucho me pidió... algo a cambio por ayudarme —murmuré, apenas en un susurro—. Y me amenazó. Yo pensé... pensé que podía manejarlo, pero cuando llegamos al hotel... —mi voz se quebró— intentó forzarme, Juls. Y... y no podía hacer nada... estaba tan asustada.

Su expresión cambió, sus ojos se oscurecieron y sus labios se apretaron en una línea tensa, aunque intentó mantener la calma para mí.

—¿Te lastimó? —preguntó, controlando el temblor en su voz.

Negué con la cabeza, y mi voz tembló al responder.

—Me defendí... lo golpeé y él... él quedó en el suelo, inconsciente. No sabía qué hacer, y tú eras la única persona en quien podía pensar. —Mis manos temblaban de nuevo, pero ella las apretó, transmitiéndome su fuerza.

Juliana tomó aire y cerró los ojos por un momento, procesando lo que acababa de escuchar. Luego, me atrajo hacia ella en un abrazo cálido y protector.

—Nadie, nadie te va a volver a hacer daño, Val. No voy a permitirlo, ¿me oyes? Estoy aquí contigo, y voy a asegurarme de que estés a salvo —me susurró al oído con voz firme, envolviéndome con una promesa de protección.

Por primera vez en mucho tiempo, sentí que quizás todo podría estar bien.

Juliana me miró con ternura, notando que aún temblaba. Me acarició suavemente el rostro y, con una voz cálida, me dijo:

—Vamos, Val. Necesitas una ducha caliente... te ayudará a relajarte un poco.

No tuve la fuerza para negarme. Sentía como si el peso de la noche estuviera pegado a mi piel, como si pudiera arrancar todo el miedo y el dolor con el agua. Juliana me tomó de la mano y me guió hasta el baño. Abrió el grifo, dejando que el agua fluyera hasta alcanzar la temperatura perfecta, y luego me miró con la misma calma y paciencia de antes.

—¿Te ayudo? —preguntó en voz baja, sin presionar, dándome el espacio para decir que sí o no.

Asentí, sintiéndome vulnerable, pero al mismo tiempo, con una paz inesperada al saber que estaba con ella. Mientras me quitaba el abrigo y me liberaba de toda la incomodidad que había traído conmigo, Juliana se aseguró de que el agua estuviera lista y me sostuvo con cariño, guiándome bajo la corriente cálida.

El agua comenzó a recorrerme, y con ella, el peso de todo lo que había pasado parecía aligerarse, aunque solo fuera un poco. Juliana se quedó cerca, sin decir nada, simplemente estando ahí para mí, dándome una tranquilidad que no podía encontrar en ninguna otra parte.

Yo No Quería Quererte (Les) JULIANTINA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora