Narra Valentina
Había pasado exactamente una semana desde aquella cena en la casa de Juliana. Todo lo que había soñado esa noche se había quedado en mi mente como un eco, pero la realidad que compartíamos ahora me hacía sentir más segura que nunca. Ahora, después de tanto caos, estaba decidida a darle una sorpresa, una que nos llevaría lejos de todo, solo ella y yo.
Mientras Juliana terminaba la clase, me aseguré de que nadie nos mirara, y con discreción, deslicé la nota entre los libros que tenía sobre su escritorio. Sabía que lo vería cuando terminara de organizar todo.
Mientras me alejaba hacia la puerta, sentí una mezcla de nervios y emoción, sabiendo que en cuestión de horas estaríamos juntas en un lugar que significaba mucho para mí.
Poco después, cuando me encontraba fuera del salón, escuché mi teléfono vibrar. Era un mensaje de Juliana:
Juliana: "¿Una sorpresa? ¿Debo preocuparme o emocionarme?"
Sonreí, imaginando su expresión mientras leía la nota. Respondí rápidamente:
Yo: "Solo confía en mí. Te espero en el parking, no tardes."
Sentí ese cosquilleo familiar en mi estómago, el que siempre sentía antes de estar con ella. Mientras caminaba hacia el parking, repasaba mentalmente todo lo que había preparado. Cancún no solo era un lugar especial para mí, era el escenario perfecto para reconectar, lejos del caos, del miedo a ser descubiertas, y de las complejidades de nuestra relación.
Cuando llegué al estacionamiento, apoyé la espalda contra mi auto y miré el reloj. Faltaban solo unos minutos para que Juliana apareciera. Mi corazón latía con fuerza mientras esperaba, anticipando su reacción. Sabía que esto era más que un simple viaje, era una oportunidad para construir algo más entre nosotras.
Finalmente, la vi salir del edificio y caminar hacia mí, con esa sonrisa que siempre lograba calmar mis nervios.
—¿Qué tienes en mente, Val? —preguntó mientras se acercaba, arqueando una ceja con curiosidad.
—Eso lo sabrás pronto —le respondí, mordiéndome el labio con una sonrisa traviesa—. Solo sube al auto, y prometo que te va a encantar.
Ella rio suavemente y me dio un beso rápido en la mejilla antes de abrir la puerta del copiloto.
—Está bien, confío en ti —dijo, mientras se acomodaba en el asiento, sus ojos brillando con esa chispa que tanto me gustaba.
Nos subimos al auto, y mientras avanzábamos por las calles de la Ciudad de México, notaba cómo la curiosidad se iba apoderando de Juliana.
—¿Me vas a decir a dónde vamos, o prefieres mantener el misterio? —preguntó, girando la cabeza hacia mí con una sonrisa divertida.
La miré de reojo, disfrutando del suspenso que estaba creando.
—Tienes que ser paciente —respondí, manteniendo mi tono calmado aunque por dentro estaba igual de emocionada—. Solo disfruta del trayecto.
El tráfico habitual de la ciudad parecía más lento de lo normal, pero eso no me molestaba. Era un momento para nosotras, y cualquier tiempo con Juliana siempre era bienvenido. A medida que avanzábamos, notaba que su intriga iba creciendo, pero aún no había ninguna pista de lo que estaba por venir.
Finalmente, cuando nos acercábamos al aeropuerto, Juliana frunció el ceño, empezando a sospechar.
—Espera, ¿me vas a sacar de la ciudad? —preguntó, entre sorprendida y emocionada.
—Tal vez... —contesté, intentando mantener la emoción en control, pero no pude evitar sonreír al ver cómo sus ojos se abrían con sorpresa.
Cuando entramos al área privada del aeropuerto, ya no pudo contenerse.