NARRA VALENTINA
Al dia siguiente, el dolor era insoportable. No solo por la resaca que me taladraba la cabeza, sino por ese peso invisible que me aplastaba el pecho. Me desperté en mi cama, con la ropa de la noche anterior aún puesta. Mi chaqueta de cuero estaba tirada en el suelo, y el vestido de seda negro, arrugado y sucio, se sentía como una armadura pesada que ya no me protegía de nada.
La luz que entraba por la ventana me quemaba los ojos. Me cubrí con las sábanas, queriendo desaparecer. Quería regresar a la oscuridad de la noche anterior, al ruido, a las luces cegadoras del antro. Al menos allí había distracciones, cosas que me ayudaban a no pensar en lo que había sucedido.
Pero ahora no podía escapar de mis propios pensamientos.
La imagen de Juliana seguía apareciendo una y otra vez en mi mente, como una herida que no dejaba de sangrar. Su esposo. Ese hombre que me había mirado como si no fuera más que una niña estúpida. Tenía razón. ¿Qué esperaba? ¿Me vio la cara desde el momento uno? ¿Todo fue una mentira..sus besos, sus caricias? ¿Como pude pensar en la posibilidad de que estuviera con una chica que ni siquiera sabe lo que quiere?
Era tan ingenua.
Soy tan ingenua.
Sentí cómo el nudo en mi garganta se apretaba, pero me negaba a llorar. Las lágrimas no resolverían nada, pero no podía evitarlo. Mi cuerpo entero se sentía agotado, como si llevara semanas luchando una guerra que ya estaba perdida.
El teléfono vibró en la mesa de noche. Lo tomé con desgana, esperando algún mensaje de Azul, probablemente para contarme algo del final de la fiesta. Pero lo que vi fue peor. Un mensaje de Juliana.
"Lo siento mucho por lo de anoche. No era mi intención que lo descubrieras así."
Leí el mensaje una y otra vez, tratando de entenderlo. ¿Qué esperaba de mí? ¿Qué le contestara? ¿Qué le dijera que estaba bien, que lo entendía? Pero no lo entendía. No entendía por qué había sido tan cruel al involucrarse conmigo si siempre estuvo casada, si nunca hubo un futuro para nosotras....Me mintio, desde el dia uno me mintio.
Mi corazón se sentía roto en mil pedazos. Quería gritarle, decirle lo mucho que me había dolido, lo injusto que era todo. Pero en vez de eso, apagué el teléfono y lo dejé caer al suelo. No tenía fuerzas para responderle, ni ganas de seguir en esa montaña rusa emocional.
Me quedé tumbada en la cama, sintiendo cómo cada pensamiento me perforaba la mente. Recordé la mirada de Lascurain la noche anterior, lo mucho que intentaba captar mi atención, y me pregunté por qué no podía simplemente enamorarme de alguien como ella. Alguien disponible, alguien que me quería. Pero no, mi estúpido corazón había elegido a la persona equivocada. Una vez más.
Intenté levantarme, pero mi cuerpo estaba pesado, y cada movimiento me dolía. El peso del cansancio emocional se había transformado en algo físico. Me acerqué al espejo del baño, vi mi reflejo y me odié un poco. El maquillaje corrido, el cabello enmarañado. Parecía tan rota por fuera como me sentía por dentro.
"¿Cómo dejé que llegara a esto?" pensé.
El dolor en mi pecho no cedía, y aunque sabía que con el tiempo sanaría, en ese momento parecía eterno. Todo me recordaba a ella, cada rincón de mi vida, cada canción, cada palabra no dicha. Había perdido algo más que un amor imposible; había perdido la idea de que alguien pudiera ver en mí lo que yo deseaba mostrar.
El sonido de la puerta de mi cuarto me sacó de mis pensamientos. Azul entró, con su típico café en la mano y una mirada que mezclaba preocupación y cariño.