𝑝𝑟𝑜𝑓𝑒𝑠𝑜𝑟𝑎 𝑂'𝑐𝑜𝑛𝑒𝑙𝑙

𝐶𝑎𝑑𝑒𝑛𝑖𝑡𝑎 𝑑𝑒 𝑜𝑟𝑜.

POV BILLIE:

Llegué a casa y al no tener otra opción me puse a trabajar. Leer y leer, escribir, armar actividades, corregir exámenes y trabajos. Después de todo no era tan malo, era algo que verdaderamente me gustaba, pero no lo que siempre desee.

Al caer la tarde tomé una ducha, quitaba mis anillos, aretes y collares los cuales solían enredarse en mí cabello mientras me bañaba. No me dí cuenta hasta el último arete que quité, que me faltaba mí collar, una preciosa cadenita de oro que me había regalado mí hermano Finneas para mí cumpleaños número 17. Tenía un gran valor sentimental, no tenerlo era como no tenerlo a él junto a mí.
Busqué entre la ropa, en mí cama, el pequeño sofá de la casa alquilada, e incluso en lugares insignificantes.
Esto me había puesto de malhumor, pero aún así me dispuse a seguir con lo que estaba.

Terminé de ducharme y me cambié, agarré las llaves del auto y me subí a este, no arranqué sin antes echar un vistazo a los asientos y sectores en los que podría estar. Suspiré frustrada al no encontrar nada. Sin más, arranqué el coche y fui a la tienda, pensaría mientras tanto qué cenar en la noche para sacarme el maldito collar de la cabeza. Pensar tanto me había estresado, pequeños tics empezaron a aparecer y me maldije por dentro.

POV ___

Estaba en mí bicicleta yendo a arreglar la preciosa cadenita dorada que tenía en mis manos, tenía el gancho flojo y este se había soltado.

Pensé en Billie todo el día, supuse que no se dió cuenta de lo que le faltaba debido a que no recibí ni mensajes ni llamadas de su parte. Aún así me dispuse a llevarlo a arreglar por ella.

Llegué a casa de la señora Bregoli, mamá de Danielle. Toqué el timbre y uno de los muchos hermanos de mí amiga me abrió la puerta.

-Hola... Soy ___, se encuentra la señora Bregoli?...

-¡Danielle! ¡Una chica rara busca a mamá!- Genial, gracias por eso.

-¿Una chica qué...?- Apareció Danielle, la cual estaba ocupada desatando un pequeño nudo en las agujetas de unas pequeñas zapatillas.

-Hola Dan.

-¡___! ¿Qué haces aquí?.

-Vine a por tu mami.

-¿No viniste a verme a mí?- Levantó una ceja y golpeó su pecho en señal de sufrimiento, claramente fingido.

-¿Quieres encargarte tú de arreglar esta cadenita?.

-Ah, no, claro que no. Llévale a mí madre, está en la cocina.- Tal y como pidió, me dirigí a la cocina, no sin antes cruzarme al pequeño que me llamó rara y sacarle la lengua.

Llegué al comedor y sentí un grandioso aroma, mí boca en instantes se hizo agua.

Ví a la señora Bregoli preparar lo que parecía ser la cena en una gran olla. Me acerqué a ella sigilosamente e hice ruido con mí garganta para obtener su atención.

-Santo Dios, niña. Vas a matarme del susto.

-Lo siento, señora Bregoli.

-¿Cómo estás ___?... ¿A qué se debe tú visita pequeña?…