ᴘʀóʟᴏɢᴏ

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Ford se encontraba en el laboratorio dentro de sus sueños, un lugar oscuro y lleno de artefactos, algunos conocidos y otros totalmente extraños. En este lugar, los límites de la realidad no existían, lo cual sería algo muy conveniente, en especial para realizar investigaciones, si no fuera porque también era un lugar al cual Bill podía acceder siempre que quisiera y sin previo aviso.

Pero esa noche, por primera vez en semanas, Bill no había aparecido. No había escuchado su usual risa burlona o sentido su presencia inquietante. Ford, agradecido, decidió aprovechar la extraña ausencia del demonio para explorar más a fondo aquel extraño paraíso onírico. Durante sus años perdido en el multiverso había intentado averiguar más del mundo de pesadillas donde habitaba Bill. Era la conexión con su dimensión.

Caminando por un bosque etéreo, encontró un árbol que nunca había visto antes, cargado de frutas que brillaban con un tono carmesí profundo. Intrigado, se acercó y arrancó una de las frutas, una granada reluciente, llena de misterio. Sin pensarlo demasiado, llevó la fruta a sus labios, arrancando algunas semillas y masticándolas mientras anotaba meticulosamente en su cuaderno.

"Fruta extraña, no parece ser tóxica..." escribió en su diario de sueños, saboreando las semillas con curiosidad.

De repente, una voz chillona lo interrumpió.

—¡Fordsy! No pensabas que te librarías tan fácilmente de mí ¿eh?

Ford se giró bruscamente mientras sentía cómo su cuerpo se tensaba al instante para entrar en estado de alerta. Sabía exactamente a quién pertenecía aquella voz y no le gustaba para nada. Bill estaba allí, flotando ligeramente sobre el suelo. A pesar de ya haberlo visto tantas veces, esa sonrisa astuta nunca dejaba de irritarlo.

—¿Cipher? ¿Qué quieres ahora? —Ford suspiró resignado. No había forma de tener paz en sus propios sueños.

—Oh, nada... solo pasaba a visitarte. Sé cuánto adoras soñar conmigo. —Bill sonrió maliciosamente, pero sus ojos se entrecerraron al notar la granada en la mano de Ford. Su sonrisa desapareció por un momento, reemplazada por una expresión de genuina sorpresa. —¿Qué es... eso? ¿Que... ¿Qué estás comiendo?

Ford, confundido, miró la fruta en su mano. —¿Esto? Es solo una fruta que encontré. ¿Por qué? —su mirada se tensó al ver cómo los ojos de Bill brillaban con interés.

—Dime, Sixer... —Bill se acercó más, inclinándose hacia Ford—. ¿Cuántas semillas comiste?

Ford levantó su mano, mostrando seis dedos. —Seis... ¿Por qué? —La pregunta salió con un tono defensivo, sin estar seguro de por qué Bill parecía tan divertido de repente.

Y entonces, Bill se echó a reír. Fue una risa fuerte y retorcida que hizo eco en cada rincón del Mindscape, transformando aquel paisaje de ensueño pacífico en algo más parecido a una pesadilla. Ford retrocedió con su corazón acelerado.

—¿Qué demonios es tan gracioso, Cipher? —demandó, sintiéndose cada vez más incómodo.

Bill, con una sonrisa amplia, finalmente dejó de reírse lo suficiente como para hablar. —Ah, Sixer... ¡es que no sabes la regla dorada del Mindscape, ¿eh? —dijo, mientras su tono burlón ocultaba una genuina emoción en sus ojos felinos.

Ford lo miró, desconcertado. —¿Regla dorada? ¿De qué hablas?

Bill se inclinó hacia él, susurrando con una voz seductora y peligrosa. —Cualquiera que coma algo del Mindscape... queda unido a él.

La expresión de Ford cambió de confusión a puro horror. —Q- ¿Qué?

Bill asintió, encantado con la reacción de Ford. —¡Exacto! Por cada semilla que comiste, estarás atado a este lugar por un mes. —Levantó un dedo, contando. —Eso significa... ¡seis meses conmigo, Sixer!

Ford inmediatamente escupió lo poco que quedaba de la fruta, tirándola al suelo con repulsión, pero sabía que ya era demasiado tarde. —No... no... seis meses contigo... ¡Preferiría morir!

Bill sonrió, acercándose más, disfrutando de cada segundo de la desesperación de Ford. —Ay, Fordsy, no será tan malo. Será como los viejos tiempos. —Le dio una palmadita en la mejilla, condescendiente. —Tú, yo, explorando el Mindscape... no puede haber nada más divertido, ¿no lo crees?

Ford lo miraba con puro desprecio, contando mentalmente los días que duraría su tortura.

—Esto no puede ser real, —susurró, aun tratando de procesar lo que había sucedido.

—Oh, es muy real, Sixer. Muy real. —Bill lo observaba con una expresión astuta.

- ¡Bill! Mi cuerpo... En el mundo real ¿Que le pasará? ¿Moriré?

El demonio lo calmó.

- Tu cuerpo en el mundo real quedará en un estado de hipersueño. Como si estuvieses congelado en el tiempo, no envejecerás, ni morirás de hambre ni sed. Creo que el estado al que más se parece es ese al que ustedes los humanos llaman "estar en coma".

- Mi familia... Stan, los niños - Ford dejó su orgullo de lado por ellos - Tienes que decirles, tienes que explicarles. Déjame entrar a sus sueños.

- No puedes hacer eso - le explicó - Solo yo puedo entrar a los sueños de los humanos. No es que no quiera, es que no es posible.

Ford tragó amargamente.

- ¿Podrías...

- ¿Decirles y avisarles?

Ford humillado ruega de rodillas. Bill se sorprende, sabía que Ford lo odiaba, por eso le sorprendida tanto como dejaba su odio de lado por rogar que se comunique con su familia. Una característica suya que siempre le llamó la atención.

- Está bien Fordsy, ya que lo pides con tanto esmero, lo haré.

- Júramelo - Ford le extendió su mano.

Pero el demonio ya se había ido y Ford se quedó aun en shock por todo lo que estaba pasando.

Mientras tanto, el demonio orquestaba su maquiavélico plan. Este era su momento. En esos seis meses, estaba decidido a reconquistar el corazón de Ford, a reavivar el anhelo que alguna vez vio en sus ojos. Volvería a hacerlo suyo. Era solo cuestión de tiempo.

Ford, por su parte, contaba los días hasta que esta pesadilla terminara.


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𝕸𝖞 𝖍𝖊𝖆𝖛𝖊𝖓, 𝖞𝖔𝖚𝖗 𝖍𝖊𝖑𝖑.  (🇧‌🇮‌🇱‌🇱‌🇫‌🇴‌🇷‌🇩‌)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora