Parte 17

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Ling ingresó al lujoso salón, sintiendo de inmediato el ambiente festivo que llenaba cada rincón. La decoración era impecable: guirnaldas doradas y luces tenues que iluminaban las mesas elegantemente dispuestas, con una variedad de comida digna de un banquete. Los empleados reían y conversaban en pequeños grupos, disfrutando del ambiente relajado que, rara vez, tenían la oportunidad de experimentar en el trabajo.

Al fondo, una suave música de jazz envolvía el espacio, dándole al evento un toque elegante y relajante. Ling avanzó entre las mesas, sintiendo las miradas de algunos de los invitados, quienes la saludaban con respeto y sonrisas. Su vestido oscuro y elegante brillaba con las luces cálidas del salón.

Sus ojos recorrían el lugar en busca de una sola persona.

Finalmente, la vio. Orm lucía radiante, en un vestido rojo que resaltaba su figura. Ella reía y platicaba animadamente con un grupo de empleados, con esa sonrisa despreocupada que tanto le gustaba a Ling. Había algo irreal en su presencia, una mezcla de gracia y confianza que hacía imposible no mirarla.

Ling se quedó en silencio, observándola desde la distancia.

Había dudado hasta el último momento antes de venir a la fiesta. El beso que habían compartido unas semanas atrás seguía ardiendo en su mente, un recuerdo que aparecía sin permiso, adueñándose de su mente. La culpa la envolvía, recordándole la manera en que había permitido que Orm se acercara a ella, utilizándola como un escape.

Aceptar las citas de Orm había sido un refugio, algo que la distraía del dolor que le había dejado Dandao. Sabía que con Orm podía perderse un poco, olvidar las heridas y los recuerdos que le habían destrozado el corazón. Pero tenía que aceptar que no era justo, ni para ella ni para Orm.

Ling terminaría con todo esta noche, poniendo una distancia entre ellas. Eso era lo correcto.

Sin embargo, su determinación se desmoronó en un instante. Sus ojos se encontraron con los de Orm al otro lado del salón, y el mundo pareció detenerse. Los ojos miel de Orm la miraban con esa calidez que siempre lograba atravesarla. Al verla sonreír, Ling sonrió también mientras su corazón daba un vuelco, cada latido resonando fuerte y claro.

El espacio entre ellas fue desapareciendo a medida que Orm se acercaba, y Ling, por un momento, perdió toda noción de su propósito. El ambiente, el ruido de la música y las voces de la fiesta se desvanecieron. Solo quedaba el sonido de su respiración, entrecortada y expectante, mientras cada paso de Orm hacia ella despertaba una oleada de emociones.

Orm se detuvo frente a Ling, sonriendo con ese brillo radiante en los ojos.

—Señorita Kwong—dijo, con una voz suave—Me alegra mucho que haya podido venir, es un honor tenerla aquí.

Ling tragó saliva, asintiendo despacio, sin saber bien qué responder.

Antes de que pudiera decir algo, Orm se acercó otro paso, achicando la distancia entre ellas hasta que Ling casi podía sentir el calor de su piel.

—Gracias, me enteré que fue usted la que autorizó el espacio en este salón cuando mis compañeros no pudieron encontrar un lugar que se adecuara al presupuesto.

Ling se aclaró la garganta, regañaría a Jakarin cuando lo viera porque se suponía que eso seria un secreto.

—Te ves... realmente hermosa esta noche, Orm.

Orm abrió los ojos sorprendida, y una suave sonrisa asomó en sus labios.

—Gracias —Su voz sonaba ligeramente tímida, como si el halago la hubiera tomado desprevenida—¿Recuerdas este vestido? —preguntó señalándose a su misma con un dedo—Me alegra haberte echo caso cuando sugeriste darle mi numero a la empleada y pedir que me llamara si bajaba de precio. Al ir contigo me sentí apenada, pero hace unos días llamo y me dijo que había bajado de precio.

Mil Razones para OdiarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora