La emoción llenaba el centro deportivo mientras las semifinales de la temporada de baloncesto llegaban a su punto culminante. La multitud vitoreaba y animaba con intensidad, y entre ellos, Ling estaba completamente inmersa en el juego, sus ojos brillaban con una pasión que pocas veces Orm había visto. Aplaudía, lanzaba gritos de aliento, y hasta saltaba de vez en cuando en el asiento, siguiendo cada movimiento del balón y el marcador con una emoción contagiosa.
Orm, sin embargo, apenas se enteraba del juego. Su atención estaba completamente en Ling, observando cada reacción y cada sonrisa. Amaba ver cómo Ling se transformaba cuando hacía algo que realmente le gustaba; ese entusiasmo genuino era algo que no muchos llegaban a ver, pero que ella adoraba con todo su corazón. Había algo tan natural y hermoso en la forma en que Ling se perdía en el momento, en cómo sus ojos se iluminaban con cada punto que anotaba su equipo favorito.
Ling, que parecía recordar de repente que Orm estaba a su lado, giró la cabeza hacia ella y le sonrió, emocionada, como si el momento no pudiera estar completo sin compartirlo con ella.
—¡Orm! ¡Viste eso? ¡Qué jugada tan increíble! —exclamó Ling, tomando la mano de Orm y apretándola con fuerza, sin notar cómo los ojos de Orm no miraban hacia la cancha sino directamente a ella.
Orm se limitó a sonreír, apretando de vuelta la mano de Ling y asintiendo.
—Sí, lo vi —murmuró suavemente, aunque realmente no tenía idea de lo que había pasado en el juego.
Ling volvió a girarse hacia la cancha con renovado entusiasmo, su atención completamente en el partido otra vez. Pero Orm seguía mirándola, estaba segura de que podría pasarse la vida entera viendo a Ling ser feliz, y no se cansaría de esos momentos.
—¡Oh, por favor, eso era falta! —exclamó Ling, llevándose las manos a la cabeza cuando uno de los jugadores del equipo contrario robó el balón. Orm soltó una risa suave, divertida.
—Tranquila, Ling, seguro que tienen tiempo de recuperarse —dijo Orm intentando calmarla mientras veía cómo la expresión de Ling cambiaba entre frustración y esperanza cada pocos segundos.
Las siguientes jugadas mantuvieron a Ling con la respiración contenida. Por fin Orm dejó de mirar a su esposa y se concentro en el juego, aunque no entendía nada, el partido estaba interesante.
Finalmente, cuando el equipo local lanzó el balón y lo encestó en un tiro impresionante, ambas gritaron y saltaron al unísono.
—¡Metieron gol!
Ling, se volvió hacia ella alzando una ceja.
—Orm, amor... no es un gol, es una canasta.
Orm la miró un segundo, un poco confundida, y luego empezó a reírse, dándose cuenta de su error.
—Bueno, ¿es que hay mucha diferencia? ¡Al fin y al cabo, metieron la pelota donde tenía que ir!
Ling sacudió la cabeza, y le dio un ligero golpe en el brazo.
—La diferencia es abismal, Orm. Estamos en un partido de básquet, no de fútbol.
Orm se encogió de hombros, divertida.
—Detalles, detalles... Yo solo sé que ahora vamos ganando, ¿no?
Ling sonrió, absolutamente encantada.
—Eso sí lo tienes bien claro. —La tomó de la mano y, aún riendo, la abrazó de lado, feliz de tenerla a su lado compartiendo ese momento, aunque Orm estuviera un poco perdida en las reglas.
Ambas volvieron a concentrarse en el partido, pero cada tanto Ling lanzaba una mirada cómplice hacia Orm, sonriendo ante cada pequeña ocurrencia suya, mientras Orm celebraba cada jugada del equipo como si fuera la victoria final.