Para Orm, cada palabra que salía de su boca parecía arrancar pedazos de su alma, exponiendo las heridas que había llevado consigo desde la infancia. La noche era fría, y la luna, brillante y solitaria en el cielo, arrojaba sombras alargadas en la habitación.
Ling estaba frente a ella, cruzada de brazos, como si intentara protegerse de la avalancha que Orm estaba desatando. A pesar de su actitud aparentemente fría, no podía evitar sentir que algo en el relato de Orm resonaba en lo más profundo de su ser. Pero por más que intentaba, no podía recordar lo que Orm describía. Era como si esos eventos que habían marcado tan profundamente a Orm estuvieran envueltos en una neblina espesa que su mente no podía atravesar.
Orm habló de una noche tormentosa, de sus padres desesperados, de Ling amarrada, indefensa. Relató cómo su familia había intentado recuperar algo que, según ellos, les pertenecía, pero que la madre de Ling les había arrebatado. A medida que avanzaba su historia, la voz de Orm se volvía más amarga, más afilada, como una cuchilla que cortaba sin piedad.
Ling sentía un nudo en su estómago. Las palabras de Orm caían sobre ella como una lluvia fría.
Orm terminó su relato con la confesión de que había pensado en matar a Ling, en vengarse por lo que había pasado, pero que no podía hacerlo. No podía destruir a la persona que ahora amaba, aunque odiaba amarla con todo su ser. La culpa la carcomía por dentro, la culpa de desearla, de necesitarla, de sentir algo tan fuerte por alguien que había sido, en su mente, responsable de la destrucción de su familia.
El silencio que siguió fue denso, casi palpable. La habitación parecía haberse llenado de una oscuridad más profunda que la noche exterior. Las palabras de Orm aún flotaban en el aire. Ling sentía que debía decir algo, pero ¿qué podía decir? No recordaba lo que había ocurrido aquella noche, no recordaba haber causado esa tragedia.
Ling trató de buscar en su mente, pero todo lo que encontraba eran sombras. No podía recordar esa noche ni los eventos que Orm describía con tanto detalle.
—¿Cómo llegaste al orfanato? —preguntó Ling, inclinándose ligeramente hacia Orm, sus brazos aún cruzados.
—Fui llevada a las autoridades —respondió, su tono ahora menos cargado de emoción, más neutral, como si hablara de un hecho distante. Y realmente así lo era.
Ling frunció ligeramente el ceño, esperando más, sabiendo que tenía que haber algo más en esa historia. Orm parecía notarlo y continuó, aunque su voz temblaba un poco al recordar.
—Cuando desperté, lo hice a la orilla del río, traté de buscar a mi mamá, a mi familia pero no estaba ahí, en el lugar estaban demasiadas personas, autoridades, paramédicos—miró a Ling—Tu familia, las autoridades me llevaron de inmediato al estación de policía, estuve mucho tiempo pero no recuerdo cuanto, y luego me llevaron al orfanato. Recuerdo que, siendo pequeña, todo me pareció normal. No cuestioné nada. Estaba asustada, perdida... y me dijeron que allí estaría a salvo.
Hubo una pausa, el sonido del viento afuera se colaba por las ventanas, pero ambas estaban atrapadas en esa conversación.
—Pero ahora, —continuó Orm, clavando sus ojos en los de Ling— que soy mayor, sé que las autoridades se saltaron varios procedimientos. No fue una transición normal. Todo fue muy rápido, casi como si quisieran deshacerse de mí cuanto antes. Como si fuera una molestia.
Ling asintió, pensativa, sus ojos analizando las palabras de Orm, suspiró y miró por la ventana viendo los árboles moverse.
Sinceramente, no creía en lo que Orm le decía, pero tenia que aceptar que ciertas partes encajaban con su historia, como ella corriendo por el bosque y los disparos. ¿Será posible que ese hombre que ve caer haya sido el padre de Orm?