Ling permanecía en pie, la incredulidad plasmada en cada parte de su rostro mientras miraba fijamente a la madre de Orm. La figura de Koy, tan arrogante y despectiva, parecía un reflejo de todo lo que ella había odiado en una sola persona.
No podía creer el descaro de esa mujer; cómo se atrevía a presentarse en su empresa como si fuera la dueña, como si todos los problemas que había causado no tuvieran peso alguno. El ambiente a su alrededor se tornó pesado, y el bullicio de la oficina comenzó, Ling no solo podía escuchar los susurros, podía ver a los empleados mirándose unos a otros, centrados en ellas dos.
Cada palabra de Koy resonaba en su mente, pero lo que más la impactaba era el hecho de que había tenido la audacia de enfrentarse a ella de esa manera. ¿Acaso no entendía el daño que había hecho? Ling sentía cómo la rabia y la incredulidad se entrelazaban en su pecho, haciendo que su respiración se volviera irregular.
Dado a que Orm y su madre no lograron su cometido al tratar de matarla ahora estaban buscándolo por otro medio. Ling no pudo evitar esbozar una ligera sonrisa, cualquiera que fuera su plan, ellas siempre estarían destinadas a fracasar.
—Debería preocuparse por su hija, no venir aquí y ser tan descarada.
Koy sonrió.
—Orm sabe perfectamente que se tienen que hacer ciertos sacrificios para llegar a donde se pretende—la mandíbula de Ling se tensó—Ella esperará paciente, sabe que la sacaré de ahí apenas recuperemos lo nuestro.
La tensión en la sala era palpable.
—Si piensa que va a estar libre el tiempo suficiente como para permitirse hacer algo tan estúpido—enseñó la carpeta que tenía en la mano—Esta equivocada.
Koy rió—Buena suerte buscando pruebas en mi contra.
—Sal de aquí antes de que llame a seguridad —le advirtió Ling, con la voz firme y temblorosa.
Koy, en lugar de mostrar preocupación, simplemente suspiró, negando con la cabeza.
—Disfruta de lo que tienes antes de que lo pierdas todo, dio la vuelta para dirigirse a la salida, pero antes de comenzar a avanzar, volteó su rostro para mirar a Ling—Ah, me enteré que tu mamá fue la única mal herida, mi quería hermana siempre tan débil, cuídala por favor, y dale mis saludos.
—¡Como se atreve!
Sintiendo que la rabia la consumía, Ling camino al frente, decidida a sacar a esa mujer por ella misma, pero antes de que pudiera acercarse más, sintió una mano en su brazo que impidió que avanzara.
—Ling, no —le dijo Jakarin, su voz baja pero autoritaria. Miró a Koy con desdén—. Esto es suficiente. Sea quien sea usted, salga de aquí.
La sonrisa burlona desapareció, y con un leve movimiento de cabeza, Koy se dio la vuelta empezando a caminar hacia la salida.
Apenas Koy salió, Ling se soltó bruscamente del brazo de Jakarin, sin decir una palabra, y se dirigió rápidamente a su oficina. Cerró la puerta detrás de ella, sintiendo cómo el peso de todo lo ocurrido la aplastaba desde dentro. Caminó hacia su escritorio, pero sus piernas apenas la sostenían; sus manos temblaban, y su respiración era agitada, como si cada emoción que había intentado contener ahora se desbordara sin control.
Entonces, después de todo, Orm si la había engañado. El accidente, su sufrimiento... todo había sido planeado por ella y su madre para quedarse con todo.
Ling se apoyó en el borde del escritorio, tratando de estabilizarse, pero el dolor y la traición la golpeaban con fuerza. Los pensamientos se agolpaban en su mente, confusos y amargos. La rabia se mezclaba con la tristeza, y un nudo en la garganta le impedía respirar.