Parte 14

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Para Orm, la incredulidad fue un golpe repentino que descolocó sus sentidos. Sintió que el suelo cedía bajo sus pies, como si el mundo hubiera perdido por completo su lógica. Sus ojos se abrieron al máximo, fijos en Ling, en un intento desesperado por encontrar en su expresión algún indicio de que todo era un malentendido o una broma cruel. Pero los ojos de Ling estaban llenos de una mezcla extraña de pesar y certeza, y eso la inquietó aún más.

El aire a su alrededor parecía espeso, como si estuviera atrapada en una burbuja irreal, y su pecho se llenó de una confusión que arañaba, tratando de entender lo que apenas podía aceptar. La lógica se mezclaba con la negación en su mente, y cada palabra de Ling resonaba en sus oídos, insistente, removiendo una verdad que Orm nunca había imaginado.

Para Ling, no fue mejor.

La desolación llegó como una sombra pesada, lenta y absoluta, cubriéndolo todo a su alrededor. Era un dolor sordo que no podía colocar en un solo lugar, como si cada rincón de su cuerpo estuviera impregnado de una tristeza que no tenía fondo. Su corazón parecía ralentizarse, y cada latido pesaba, resonando con una amargura profunda que la hacía sentir pequeña e indefensa. El mundo, que antes parecía lleno de certezas, ahora vacío y sin forma, como si todo lo que conocía estuviera desmoronándose.

La mirada fija de Orm, llena de comprensión y quizás de compasión, solo acentuaba su sensación de soledad. Ling no podía evitar que sus pensamientos giraran, cayendo en espirales de desesperanza, mientras trataba de encontrar un sentido en medio de un dolor que parecía opaco y eterno. Era como si se hubiera quedado en una habitación sin puertas, atrapada en su propio desconcierto, mientras el peso de aquella verdad devastadora la dejaba sin aliento.

Se quedó en silencio, mirando a Orm con una mezcla de dudas y desconfianza en sus ojos oscuros. Respiró hondo, sintiendo una punzada incómoda en el pecho, mientras trataba de ordenar sus pensamientos. La información que acababa de descubrir era un golpe devastador, una conexión que nunca había imaginado posible. Aún sin saber cómo abordarlo, miró a Orm con una intensidad que esta vez estaba teñida de inseguridad y recelo.

—¿Sabías algo de esto, Orm? —La pregunta salió en un susurro, pero el tono era firme, cargado de una necesidad urgente de saber —¿Sabías que tu madre tenía que ver con los Kwong?

Orm se quedó paralizada al oírla. El aire se volvió espeso entre ellas, y el silencio que siguió pareció alargarse, atrapándolas en una burbuja de tensión. Ling la miraba con la dureza lo que hizo a Orm sentir un nudo en el estómago, como si algo frágil estuviera a punto de romperse entre ellas.

Lin impaciente, sin pensarlo dos veces, camino hacia adelante y tomó a Orm por los hombros, sus manos firmes y temblorosas a la vez, los dedos clavándose con fuerza en los brazos de Orm.

—¡Pregunté si lo sabias! —gritó impaciente.

Orm parpadeó, desconcertada, atrapada entre la sorpresa y el dolor que brotaba de Ling como un río desbordado. La fuerza de las manos de Ling en sus brazos y la urgencia en su mirada hacían que cada palabra que intentaba formar se atorara en su garganta. Asimilaba, aún incrédula, la revelación, tratando de procesar que aquella verdad era tan nueva y perturbadora para ella como lo era para Ling.

—No... no lo sabía, Ling. —Su voz salió quebrada, y apenas pudo sostener la mirada de su esposa.

Ling la miró con desconfianza.

—Dime la verdad—exigió—No te atrevas a mentirme.

—Esa es la verdad—dijo Orm, ahora ya más segura—Y suéltame... me estás lastimando.

Las palabras de Orm parecieron sacudir a Ling, quien bajó la vista hacia sus propias manos, dándose cuenta de la fuerza con la que había estado sosteniendo a su esposa. La soltó despacio, sus dedos temblorosos resbalando de los brazos de Orm, y retrocedió un poco. La expresión en su rostro cambió: la desconfianza y la dureza dieron paso a un atisbo de arrepentimiento.

Mil Razones para OdiarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora