Era una mañana hermosa, con un sol radiante que iluminaba todo el horizonte y hacía brillar las hojas de los árboles con un verde intenso. El cielo, despejado y azul, prometía que sería un día perfecto. El aire fresco se sentía revitalizante, y las calles estaban tranquilas.
Orm y Ling estaban sentadas en el auto que normalmente manejaba el chofer. Hoy, Orm se encontraba en el asiento conductor, a su lado el maestro de manejo que Ling había contratado para enseñarla a manejar, mientras que Ling se encontraba en el asiento trasero.
Orm estaba visiblemente emocionada, pero también un poco nerviosa. Siempre había querido aprender a conducir, y ahora por fin tenía la oportunidad.
Ling, por su parte, la observaba con una sonrisa suave en los labios, pero la preocupación también estaba presente en todo su cuerpo. Estaba feliz de ver a Orm tan entusiasmada por algo, pero manejar siempre conllevaba a un grado de peligro.
—¿Estás segura de que quieres hacer esto? —preguntó Ling, su voz tembló ligeramente al tratar de ocultar su ansiedad.
Orm se volvió hacia ella, una sonrisa confiada en su rostro.
—Vamos, Ling, será divertido. Además, tengo a un profesional a mi lado —dijo, señalando al instructor, que estaba acomodándose en su asiento de copiloto con una sonrisa.
Ling frunció el ceño, todavía inquieta—Pero... y si algo sucede? ¿Y si no puedes controlar el auto?
Orm rodó los ojos, aunque su sonrisa seguía en su rostro. —No seas exagerada. He visto cómo se hace. Solo necesito un poco de práctica.
—Sabes que no es lo mismo que mirar desde un video, ¿verdad?
—Ling, no te preocupes—El instructor intervino con tono tranquilizador—Orm está en buenas manos. Haré todo lo posible para asegurarme de que esté segura.
Orm se acomodó en el asiento del conductor, las manos tensas sobre el volante pero lista para comenzar. La preocupación de Ling solo la ponía más tensa.
—Bien, Orm, lo primero es ajustar los espejos y asegurarte de que el asiento esté a la altura correcta. Ya lo hiciste, ahora vamos al siguiente paso, presiona el freno suavemente y enciende el auto —dijo el maestro con calma.
Pero, antes de que Orm pudiera siquiera mover un dedo, la voz de Ling rompió el silencio desde el asiento trasero.
—¿Estás segura de que está bien ajustado? Tal vez podrías mover el asiento un poco más hacia adelante... o tal vez los espejos... creo que no estás viendo bien el ángulo del espejo lateral derecho —dijo Ling, inclinándose un poco hacia adelante para intentar "ayudar" desde su posición.
Orm rodó los ojos y suspiró, pero trató de ignorarla. Ajustó los espejos como mejor pudo y se dispuso a seguir con las instrucciones del maestro.
—Bien, ahora presiona el freno y gira la llave para encender el auto —repitió el maestro.
—¡Pero no te olvides de revisar si tienes el cinturón bien abrochado! —Ling interrumpió de nuevo, su voz ligeramente nerviosa.
Orm frunció el ceño y miró por el espejo retrovisor. El cinturón estaba perfectamente puesto.
—Ling, ya me puse el cinturón hace cinco minutos —le dijo Orm con una sonrisa tensa—Todo está bajo control.
—Solo digo que... bueno, ya sabes, la seguridad es lo primero, y... —comenzó Ling, pero Orm la cortó antes de que pudiera seguir.
—¡Ling, por favor, cállate! —dijo Orm, medio riendo y medio exasperada—Te permití estar aquí porque me prometiste que no ibas a interferir con lo que el instructor decía. ¡Y porque prácticamente lo hiciste venir aquí!