Parte 9

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Cuando las palabras de Ling llegaron a sus oídos, fue como si todo a su alrededor se detuviera. "Te amo". Las dos palabras resonaron en su mente, reverberando en cada rincón de su ser. Orm se quedó estática, su cuerpo tensándose de inmediato, como si hubiera recibido un golpe que no vio venir. Su corazón, normalmente tan controlado, comenzó a latir y la intensidad con la que lo hizo la asustó. Era un latido descontrolado, fuerte, casi doloroso, y no había manera de ignorarlo.

Pero Orm lo intentó.

Intentó aferrarse a la calma, a esa distancia y frialdad que siempre había mantenido con Ling. Su relación no fue construida por el amor, al menos, no para ella... o eso era lo que siempre se había dicho. Había mantenido su corazón blindado, convencida de que la cercanía con Ling era circunstancial, que no debía permitir que sus emociones se entrometieran. Pero ahora, esas dos palabras estaban ahí, flotando entre ellas, casi imposibles de ignorar.

Orm sintió que su garganta se cerraba, como si su propio cuerpo la traicionara, respondiendo a algo que no quería aceptar.

Quería apartarse, poner distancia, escapar de ese torbellino de emociones que la estaba arrastrando sin control. Pero cuando intentó moverse, sintió los brazos de Ling apretarse con más fuerza alrededor de su cuerpo, como si no quisiera dejarla ir.

—No me sueltes, por favor—susurró Ling contra su oído.

Ling se aferraba a ella como si fuera su único refugio en el mundo, ella no tenía que estar para Ling, no le debía absolutamente nada y sin embargo Orm no podía soltarla. Era como si una parte de ella, la que había jurado no dejarse llevar por el amor, estuviera a punto de ceder. Y eso la aterrorizaba.

Sintió el calor de unas lágrimas que comenzaron a escapar sin permiso. Parpadeó, tratando de controlarlas, de no permitir que esas emociones la sobrepasaran. Pero era inútil. Mientras más lo intentaba, más sentía que todo lo que estaba sucediendo la envolvía hasta asfixiarla.

No, pensó con desesperación. No puedo amarla, no debo...

No quería sentirse así, no quería ser vulnerable, no quería amar a Ling. No podía. No después de todo lo que había pasado entre ellas, no después de todo lo que su familia le había hecho a la suya, no por su hermano, no por sus padres y por supuesto, no por ella.

—S-suéltame —murmuró, su voz apenas un susurro.

Ling, temblorosa, se aferró aún más fuerte. Trató de aferrarse, sus manos intentando desesperadamente mantenerla cerca, pero Orm se movió con rapidez y logró separarse. El vacío que quedó entre ellas fue tan inmediato como doloroso. Ambas se quedaron de pie, mirándose, las lágrimas cayendo silenciosamente por sus rostros, pero el dolor que sentían era tan profundo que ni las palabras podían describirlo.

—Orm...

—Necesito... necesito estar sola —dijo Orm, su voz rota, apenas capaz de mantenerse firme. Dio un paso atrás, sintiendo cómo cada fibra de su ser le suplicaba que no se moviera, que no dejara a Ling sola en ese estado. Pero tenía que hacerlo, por su propia cordura.

Ling, con los ojos llenos de dolor y lágrimas, no dijo nada más. Simplemente observó cómo Orm comenzaba a caminar hacia la casa, su figura alejándose lentamente. No quería moverse, no podía hacerlo. Se quedó ahí, temblando, su corazón rompiéndose con cada paso que Orm daba lejos de ella.

Orm, mientras se alejaba, sentía que algo dentro de ella se destrozaba irremediablemente. Ling, cayendo sobre sí misma, sintió que el vacío en su corazón se agrandaba, el peso de su amor no correspondido aplastándola.

El dolor entre ellas era tangible, como un muro invisible que las mantenía apartadas a pesar de todo lo que ambas sentían.



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Mil Razones para OdiarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora