Parte 5

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La habitación de Ling estaba en completa calma. El aire estaba impregnado de una suave fragancia a lavanda que normalmente le resultaba relajante, pero esta vez no lograba calmar los nervios de Orm. Seguía temblando, con los brazos alrededor de su cuerpo como si quisiera evitar que todo el miedo y la confusión la desbordaban.

Ling la había llevado rápidamente a su habitación tras sacarla de la piscina. Ahora Orm estaba todavía sentada en el borde de la cama, con la ropa mojada pegada a su piel. El ligero temblor de sus manos y el brillo de miedo en sus ojos hicieron que Ling sintiera un impulso inmediato de acercarse a ella.

—Vamos a quitarte esto —dijo Ling suavemente, señalando la ropa empapada de Orm. Sin importar que ella también tuviera la ropa mojada, comenzó a desabrochar lentamente la parte superior de la camiseta, con un toque delicado.

Orm la miraba, sintiendo la calidez que emanaba de Ling mientras las manos de su esposa se movían con seguridad. Cada pequeño gesto de Ling parecía estar cargado de un cuidado delicado que Orm no había esperado.

—¿Cómo te sientes? —preguntó Ling, manteniendo la mirada en los ojos de Orm mientras se aseguraba de que cada movimiento fuera cómodo y seguro. La preocupación y la compasión en su voz envolvió a Orm como una manta cálida.

—Estoy mejor —respondió Orm, sintiendo que el pánico de la caída aún latía en su pecho. Pero había algo en la cercanía de Ling que comenzaba a calmarla, con ella cerca Orm se sentía segura.

Ling sonrió con ternura. Siguió deslizándose con cuidado, quitando las prendas mojadas que quedaban, notando cómo Orm se tensaba un poco, pero también cómo su respiración se volvía más uniforme a medida que la ropa desaparecía.

—Ya no tienes nada que temer, Orm. Estoy aquí contigo —dijo Ling con dulzura, tomando la bata de su armario y deslizándola suavemente sobre los hombros de Orm. El contacto de la tela suave y ligera contra su piel hizo que Orm soltara un suspiro de alivio.

Ling se tomó un momento para ajustar la bata. La manera en que sus manos rozaban la piel de Orm era delicada, y cada toque parecía decirle a Orm que estaba segura. Ling se apartó un poco para mirarla de arriba abajo, asegurándose de que se sintiera cómoda.

—Listo—le susurró Ling, su voz baja y reconfortante mientras se arrodillaba frente a ella, sus manos moviéndose con cuidado para secar su cabello con una toalla suave—Trata de relajarte ¿Si?

Orm cerró los ojos por un momento, su respiración todavía errática, y dejó que las palabras de Ling penetraran en su conciencia. Aún sentía las manos de su esposa envolviéndola con firmeza cuando la había sacado del agua, como si no la fuera a soltar nunca. Y eso, por algún motivo, la hacía sentirse aún más confundida. Orm no podía negar la calidez de ese momento, pero la parte más oscura de su mente seguía luchando con pensamientos sobre su plan, su odio, sus objetivos.

Ling hizo una pausa, sujetando sus manos entre las suyas antes de hablar de nuevo.

—Sé que fue aterrador, pero ya no va a pasar nada malo. Estás conmigo —dijo, tratando de consolarla.

Mientras las palabras flotaban en el aire, Ling se inclinó hacia adelante. La calidez de su contacto hizo que Orm sintiera un pequeño destello de calor, como un abrazo invisible. Sin pensar demasiado en lo que hacía, se inclinó hacia adelante y, con un impulso que no pudo ni quiso detener, rodeó con sus brazos el cuerpo de Ling aun mojado, abrazándola con fuerza. El contacto repentino tomó a Ling por sorpresa, pero inmediatamente la envolvió correspondiendo a su abrazo, sosteniéndola con el mismo cuidado con el que había hecho todo ese tiempo.

—Gracias... —murmuró Orm contra el hombro de Ling, su voz apenas un susurro, pero cargada de sinceridad. Era la primera vez en mucho tiempo que esas palabras salían de sus labios con tanto significado. No era un simple agradecimiento por haberla sacado de la piscina, era un "gracias" por algo más profundo, por el consuelo, por la paciencia, por estar ahí cuando lo necesitaba.

Mil Razones para OdiarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora