Capítulo #15

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Tormentas Internas

El sol comenzaba a ocultarse, tiñendo el cielo de Seúl con tonos anaranjados y púrpuras mientras las luces de la ciudad comenzaban a brillar. Sin embargo, en el interior del apartamento, la atmósfera era tensa. Las recientes noticias habían encendido una chispa que amenazaba con transformarse en un incendio descontrolado.

Jennifer, que siempre se había mantenido firme en momentos de tensión, sentía una opresión en el pecho. Había algo que la incomodaba, una sensación que iba más allá del escándalo mediático.

–No puedo creer que estemos en esta situación –dijo, rompiendo el silencio que reinaba en la sala. Sus palabras hicieron eco en la mente de todas.

Pilar, sentada cerca de la ventana, miraba hacia afuera, tratando de encontrar una respuesta en el horizonte. –Todo esto es un caos. Vinimos aquí buscando cumplir sueños, no para lidiar con… esto.

Antes de que alguien pudiera responder, se escuchó el sonido de una llave girando en la cerradura. Era Jungkook, seguido de Jimin y Taehyung, quienes habían venido a hablar con ellas después de las reuniones con la agencia. Sus rostros reflejaban preocupación y cansancio.

–Tenemos que hablar –dijo Jungkook, con un tono más serio de lo habitual. Sus ojos buscaron los de Maite, tratando de reconfortarla.

Namjoon entró último, su expresión grave, aunque su mirada se suavizó al ver a Arianny. Se acercó a ella y, sin decir una palabra, le tomó la mano. No hacía falta que hablara para que ella entendiera lo que sentía: determinación y amor.

–La agencia quiere que manejemos esto con discreción –explicó Namjoon–. No habrá comunicados, pero debemos ser cuidadosos. Si las cosas empeoran, podríamos enfrentarnos a decisiones difíciles.

El silencio que siguió fue pesado, interrumpido solo por un suspiro de Sheyla. –¿Y qué pasa con nosotras? ¿Nos van a pedir que nos vayamos si las cosas se ponen feas?

Jin, que hasta entonces había estado en silencio, dio un paso adelante. –No dejaré que eso suceda, Sheyla. No dejaré que nos separen.

Sin embargo, la tensión era palpable. Jennifer no pudo contenerse más. Se levantó y, con un gesto que denotaba frustración, dijo: –No se trata solo de protegernos unos a otros. Se trata de que estamos atrapadas en un mundo que apenas entendemos, y cada vez es más difícil respirar.

–¿Y qué sugieres? ¿Que lo dejemos todo y regresemos a casa? –preguntó Maite, su voz temblando por la mezcla de miedo y enojo.

La discusión se intensificó cuando Pilar intervino. –Chicas, esto no es solo sobre nosotras. Es sobre ellos también. Sus carreras están en juego.

–¿Y nuestras vidas? –replicó Jennifer, con los ojos brillando de lágrimas contenidas–. No podemos sacrificar todo por algo que ni siquiera sabemos si va a funcionar.

El aire se volvió denso, y la confrontación parecía inevitable. Suga, que hasta entonces había estado en silencio, se acercó a Jennifer y, en un gesto inesperado, la abrazó. La sorpresa la dejó sin palabras, pero el gesto transmitió más de lo que las palabras podían expresar: No estás sola.

Las demás chicas observaron, y el silencio volvió a instalarse en la habitación, aunque esta vez con un matiz distinto, más reconfortante y menos áspero.

Horas más tarde, cuando la noche cayó por completo, los chicos se retiraron para volver a la sede de la agencia y continuar las reuniones. Arianny, agotada emocionalmente, se quedó sentada junto a la ventana, contemplando las luces de la ciudad. Namjoon se despidió de ella con un beso en la frente y una promesa silenciosa de que todo estaría bien.

Pero la noche guardaba más sorpresas. Cuando todas se dispusieron a descansar, el teléfono de Sheyla sonó, y su expresión cambió al instante al leer el mensaje.

–¿Qué pasa? –preguntó Dayana, al notar la expresión pálida de su amiga.

–Es un mensaje de una cuenta anónima… dice que saben dónde estamos y que vendrán por nosotras.

El miedo fue inmediato, y las chicas se miraron entre sí, sintiendo que lo que enfrentaban iba más allá de un simple rumor. La sensación de vulnerabilidad las envolvió como un manto frío.

Arianny se puso de pie, decidida. –Esto no puede seguir así. Mañana vamos a hablar con la agencia. No podemos permitir que el miedo nos consuma.

Jennifer asintió, secándose las lágrimas y mostrando una expresión decidida. –Juntas, enfrentaremos lo que venga.

La noche avanzó lentamente, y aunque el temor era palpable, la promesa de unidad y apoyo entre ellas empezó a brillar como un faro en la oscuridad.

La noche avanzaba lentamente. Cada sombra que se proyectaba en las paredes del apartamento parecía moverse con una intención siniestra, haciendo que las chicas se sintieran más vigiladas que nunca. El mensaje que había recibido Sheyla seguía vibrando en sus mentes como un eco de advertencia, y la tensión en la sala era palpable.

Arianny, que había estado en pie junto a la ventana, giró para enfrentar a sus amigas. Su voz, aunque temblorosa, llevaba un tono de decisión. –No vamos a dejar que esto nos paralice. Si nos están amenazando, es porque ya hemos tocado un punto que incomoda. Y eso significa que estamos avanzando.

–¿Pero cómo nos defendemos de algo que ni siquiera podemos ver? –preguntó Pilar, con una mezcla de preocupación y frustración.

Maite se acercó a Pilar, apoyando una mano en su hombro. –Juntas. Eso es lo único que podemos hacer ahora. Mantenernos unidas y no dejarnos caer en el miedo.

Sheyla, quien todavía sostenía el teléfono con el mensaje amenazante, respiró profundamente y lo dejó sobre la mesa. –Esto no es solo por nosotras. Es por ellos también. Si lo saben, debemos avisarles antes de que se convierta en algo más grande.

–¿Qué tal si esto es solo un truco para asustarnos? –dijo Jennifer, tratando de calmar la situación–. Podría ser alguien tratando de aprovechar la situación. No podemos asumir lo peor sin pruebas.

El silencio se hizo presente nuevamente, pero esta vez fue interrumpido por un golpeteo suave en la puerta. Todas se miraron con los ojos muy abiertos. La tensión escaló en cuestión de segundos, y nadie se atrevió a moverse.

–¿Están esperando a alguien? –preguntó Dayana en un susurro casi inaudible.

Arianny sacudió la cabeza lentamente y se acercó a la puerta con cautela. Al mirar por la mirilla, un alivio momentáneo la invadió. Era Namjoon, acompañado por Jin y Taehyung. Los chicos traían expresiones serias, reflejo de que ya habían sido informados de la situación.

Arianny abrió la puerta, y Namjoon entró rápidamente, seguido de los demás.

–Recibimos una alerta de la agencia –dijo Jin, cruzando los brazos y mirando a todas las chicas–. Alguien ha estado siguiendo sus movimientos, y no es un simple rumor.

La habitación se sumió en un silencio pesado. Las chicas intercambiaron miradas nerviosas, sabiendo que la situación era más grave de lo que habían imaginado.

–¿Qué podemos hacer? –preguntó Maite, su voz temblando apenas.

–Por ahora, tenemos que reforzar la seguridad y evitar salir a lugares sin compañía –respondió Taehyung, su tono calmado pero decidido–. No queremos que esto se convierta en algo que lamentemos.

Namjoon se acercó a Arianny, colocando una mano sobre su hombro. –Confíen en nosotros. No vamos a dejar que nada les pase.

El compromiso en los ojos de Namjoon era un bálsamo para Arianny, y en ese momento, todas las chicas sintieron que, a pesar de los desafíos y las sombras que se cernían sobre ellas, no estaban solas. Los chicos de BTS estaban con ellas, y juntos enfrentarían lo que fuera que la noche les deparara.

Horas después, mientras la ciudad dormía y el reloj marcaba las tres de la mañana, un coche oscuro se estacionó frente al edificio. Dentro, una figura observaba con interés la ventana iluminada del apartamento de las chicas. Una sonrisa fría cruzó su rostro antes de que encendiera el motor y desapareciera en la oscuridad, dejando solo el eco de una promesa de que lo peor aún estaba por llegar.

Siete destinos un solo amor BTSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora