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Los días pasaron, luego semanas, y las promesas de Minji empezaron a sonar vacías, como hojas llevadas por el viento. Una y otra vez, Hanni escuchaba el mismo juramento: "Pronto lo dejaré, Hanni, lo prometo", pero con cada día que pasaba, la duda se colaba en su corazón. Era evidente que Minji no cumplía sus palabras, y mientras tanto, Hanni se convertía en lo que nunca deseó ser: un secreto, una amante oculta en la sombra. Minji la había empujado a esa posición, y aunque Hanni lo sabía, algo en ella no lograba romper con aquella relación. Minji se había convertido en una adicción para Hanni, una especie de droga emocional de la cual no podía ni quería desintoxicarse. Cada vez que Minji no estaba cerca, Hanni sentía el vacío, una suerte de abstinencia que la mantenía atrapada en un ciclo de dependencia.

Haerin, quien había sido testigo del tormento de su amiga desde el inicio, intentó abrirle los ojos más de una vez. "Hanni, esto te está destruyendo. No puedes seguir en algo que te hace tanto daño", le advertía. Sin embargo, con el tiempo, se dio cuenta de que Hanni estaba demasiado implicada, demasiado ciega para ver la verdad. Así que, resignada, Haerin se mantuvo cerca, dispuesta a ser el hombro en el que Hanni pudiera llorar, el refugio donde ella encontrara consuelo cuando finalmente entendiera que Minji no la elegiría.

Con el paso del tiempo, Hanni comenzó a desgastarse, a sentir el peso de la incertidumbre y la humillación. Se esforzaba por seguir siendo paciente, por mantenerse en aquella promesa que Minji no parecía tener intención de cumplir. Los días se volvieron tortuosos, y aunque intentaba distraerse, la ansiedad la carcomía. Cada mensaje, cada encuentro, cada beso a escondidas la hacía sentir como si estuviera esperando eternamente algo que nunca llegaría. Se convencía de que tenía que alejarse, de que Minji no era buena para ella. Pero cada vez que intentaba dar ese paso, cada vez que la idea de romper por fin con Minji tomaba fuerza en su mente, ella aparecía de nuevo, con una promesa renovada y una mirada que hacía que Hanni olvidara su dolor, aunque fuera solo por un momento.

La gota que derramó el vaso llegó una noche en una fiesta. Hanni había estado distraída, tratando de ignorar la ansiedad que sentía al ver a Minji con su chico. Sabía que, de alguna forma, aquel tormento era autoimpuesto, pero no podía evitarlo. Entonces, entre la música y las risas, captó la voz de Minji. No estaba muy lejos y hablaba con un grupo de amigos. Sin darse cuenta, Hanni se acercó, y lo que escuchó la dejó congelada.

"Nunca dejaría a este chico por nada en el mundo. Es mi sueño hecho realidad", dijo Minji con una sonrisa en el rostro.

Las palabras cayeron como un peso inmenso sobre el corazón de Hanni. Fue como una puñalada, un dolor que la dejó sin aliento. Cada palabra retumbaba en su mente, confirmando lo que había tratado de ignorar durante semanas. Minji no iba a elegirla, nunca. Para ella, Hanni era solo un refugio temporal, una distracción conveniente, y Hanni, en su desesperación por amor, se había dejado consumir en aquella mentira.

Con los ojos llenos de lágrimas y la respiración entrecortada, Hanni se alejó de la escena. Sintió que el mundo se volvía pequeño, que el aire le faltaba. En ese instante, comprendió lo que debía hacer. Aunque cada fibra de su ser deseaba a Minji, aunque cada beso y cada caricia habían dejado una huella profunda, no podía seguir lastimándose de esa manera.

ᶜᵒⁿ ᵉˡ ᵃᵐᵒʳ ᵉⁿ ˡᵃˢ ᵐᵃⁿᵒˢ  『ʙʙᴀɴɢꜱᴀᴢ』Donde viven las historias. Descúbrelo ahora