Papitas, espera, oops!

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El agua caliente cae sobre mi cuerpo, envolviéndome en una sensación de alivio. El embarazo había comenzado a pasarse factura en mis pies, y cada paso que daba parecía ser un recordatorio de lo pesado que se sentía el día.

Me dejé caer en la bañera, dejando que el vapor llenara el aire, Kol entra y se sienta junto a mí. A pesar de la seriedad de los momentos recientes, había algo reconfortante en su presencia y no lo digo por que esté desnudó metido en mi bañera, tenía algo que me ayudaba a relajarme.

Kol, con su sonrisa traviesa, tomó mis pies en sus manos con un cuidado sorprendente, como si el simple acto de masajearme fuera una forma de mostrar su apoyo.

—Tus pies deben de estar matándote, ¿verdad? —comentó, su voz suave mientras comenzaba a masajearme con firmeza, pero sin causar dolor. Sentí un suspiro de alivio escapar de mis labios.

—No sabes cuánto —respondí, mirando a Kol con una sonrisa. No podía evitar sentirme más cerca de él con cada gesto, cada mirada. Aunque las peleas y tensiones seguían flotando en el aire, él siempre encontraba la forma de hacerme sentir cómoda, como si todo en el mundo pudiera esperar mientras estuviéramos juntos.

—Te haré sentir como nueva —bromeó, aunque sus manos hablaban en serio, dándome un masaje más profundo, relajante. Cerré los ojos, permitiéndome disfrutar de la calma que solo Kol parecía poder brindarme.

Después de un rato, el masaje se interrumpió por una llamada de Rebekah. Después de dale las gracias y un beso a Kol me dirigí al cuarto para cambiarme.

Llegué a la boutique donde ya estaba Freya con Rebekah, esta aunque nerviosa por los últimos toques en su vestido, no podía ocultar su felicidad. Era increíble ver a alguien tan fuerte y decidida encontrar el amor, especialmente con todo lo que había pasado con su familia.

—Gracias por ayudarme con esto —dijo Rebekah mientras le ayudaba a quitarse su vestido y le explicaba al señor que detalles le gustaría arreglar. Una vez eso está arreglado nos dirigimos al fondo de la tienda para encontrar nuestros vestidos.

El lugar estaba lleno de telas brillantes y opciones deslumbrantes. Freya, quien había estado bastante distante al principio, se empezó a unir mas.

—Estoy feliz de que estés aquí —dijo Freya con una sonrisa genuina mientras buscábamos los vestidos. —Sé que puedo ser un poco difícil pero haces feliz a mis hermanos y ellos son todo lo que he querido, una familia, vine aquí con la intención de encontrar a mis hermanos y a mi hermana, supongo que ahora tengo dos.

Sonreí, agradecida por su sinceridad. Aunque todavía había muchas preguntas que rondaban en mi cabeza, su gesto significaba más de lo que podía expresar.

Cuando finalmente encontramos los vestidos, Rebekah estaba tan emocionada que no pudo evitar llorar un poco, después de tantos siglos ella era la novia y no la dama de honor.

Con los vestidos en mano, salimos de la tienda y nos encontramos con Jeremy y Davina, quienes nos invitan a comer helado. Rebekah no lo duda dos veces y dice que si, le tiene mucho afecto a Davina.

Sin demorarnos mucho nos encaminamos a la heladería que queda en la planta de abajo.

—Tienes que probar el de pistacho, es el mejor —dijo Davina, sonriendo al ver mi expresión de duda frente al menú, la verdad era que quería probarlos todos, mi bebé quería.

—Es raro ver a Davina tan feliz — me dijo Rebekah en un susurro. -A Marcel sigue sin agradarle mucho tu hermano pero también está feliz de que Davina logre tener alguien que la ame como ella se lo merece. -

Al volver a casa, me sentía ligera. Sorprendentemente no parecía haber ninguna pelea a la vista cosa que me hizo bastante feliz, tal vez mis amores por fin habían llegado a un acuerdo de paz.

—Parece que ya terminaron de pelear —comenté con una sonrisa mientras me dejaba caer en el sofá junto a Kol.

—Sí, por ahora —dijo Kol mirando a su hermano, Klaus estaba sentado en su silla habitual, con una expresión que no entendía.

Me sentía más tranquila, como si finalmente hubiera alcanzado un equilibrio entre ese par. Kol se acercó a mí y me acarició el cabello, su mirada suave.

—¿Te sientes mejor? —preguntó, su voz llena de preocupación.

Asentí, dándole una sonrisa cálida.

—Mucho mejor, Gracias Kol —respondí, disfrutando del momento tranquilo ya que no habían muchos.

Esa noche, Klaus y Kol me acompañaron en la cama. Mientras me acurrucaba entre ellos, comenzamos a hablar, nuestras conversaciones suaves y tranquilas. Había algo en estos momentos, algo que me hacía sentir más conectada con ellos.

—Estás más tranquila —dijo Klaus en un susurro, acariciando mi hombro con ternura.

—Es fácil cuando estás rodeada de quienes te cuidan —respondí, mis ojos cerrándose con una sonrisa.

Justo cuando el ambiente se volvía más íntimo, el sonido de la puerta se abrió de golpe, interrumpiendo nuestro momento para mala suerte de Kol que estaba ansioso por marcarme. Elijah entró con Finn, este último cargando una bolsa llena de comida.

—Pensé que tendrías hambre —dijo Finn con una sonrisa, mientras Elijah solo levantaba una ceja, con una expresión de sorpresa al verme con este par que no podía ocultar.

—Gracias—respondí emocionada, camine hacia donde estaba Finn para darle un beso y buscar en la bolsa las papitas fritas que desprendían ese olor tan delicioso desde que Finn entró.

De repente, un dolor punzante recorrió mi abdomen, y mi respiración se aceleró. Me aferré a Elijah, quien inmediatamente se puso alerta, sus ojos llenos de preocupación.

—Acabo de romper fuente—dije, entre respiraciones entrecortadas. El bebé estaba a punto de llegar.

La cara de los cuatro me pareció muy cómica y me hubiera reído si es dolor que estaba experimentando no fuera tan horrible.

-¿qué esperan? ¡llamen a Rebekah! - les grito al ver que se han quedado quietos en shock sin saber que hacer.

No estaba planeado pero considerando que una bruja loca quiere a mi bebé no iré a un hospital donde hay mucha gente, lo tendré aquí.

Mikaelson's soulmateDonde viven las historias. Descúbrelo ahora