Ojos color chocolate

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Observaba la ventana empañada tras la lluvia de la madrugada, así mismo podía vislumbrar la neblina que se había extendido por todo el pueblo y hasta la costa.

-María, querida- llamó mi madre con dulce voz a lo lejos como un suave tintineo.

Bajé las escaleras lo más rápido que pude contando los como siempre 1, 2... hasta llegar al doceavo.

-¿Qué pasa mamá? - sonreí para ella, adoraba su presencia todas las mañanas iluminando mi vida.

-Tenemos que salir,debemos comprar verduras y otras cosas para la casa- dijo acariciando suavemente mi rostro.

-Claro madre, sabes que adoro caminar hasta el pueblo.

Salí con ella, llegamos a la plaza principal del pueblo, todos parecían muy alborotados porque los soldados se encuentran en el pueblo. Para la mayoría de las personas resultaba algo muy interesante pero a mí no me preocuba en lo más mínimo.

-Hola María, buenos días- dijo Daniel Romero interrumpiendo mis pensamientos.

-Hola, buenos días, Daniel- le sonreí cortésmente.

-Hola Daniel, hace tiempo que no te veía muchacho- agregó mamá emocionada, no era un misterio que Daniel le agradaba mucho.

-Ni yo a usted señora Duarte, es un gusto volver a verlas,me gustaría tener el placer de su compañía más seguido- sonrió cálidamente. -Principalme tu compañía María.

-¿A que debo ese placer?- dije con sarcasmo.

-María no seas grosera, Daniel sólo intenta ser amable con nosotras -

-No se preocupe señora Duarte, esa actitud explosiva en su hija resulta interesante, ahora, lamentablemente tengo que irme,un hombre como yo tiene mucho trabajo pendiente - Daniel se fue pero no sin antes dedicarme una mirada pícara provocando que me sonrojara.
Continuemos caminando pero esta vez en silencio. Amo el silencio entre nosotras.

-Tendrías suerte si te casas con un hombre así hija, de buena familia, educado y trabajador- comentó mamá destrozando el silencio que existió anteriormente.

-Es muy agradable pero no imagino un matrimonio todavía- dije mientras tocaba la fruta a la venta dentro del mercado.

-No entiendo porqué no estás segura de ello, recuerda que tienes 17 años y aún no estás comprometida - parecía disgustada.

-Mamá ya te lo había dicho,si me voy a casar sólo no ha llegado el indicado y pienso casarme sólo por amor verdadero - replique ante su crítica.

-Querida no todas lo encuentran y cuando se dan cuenta ya es demasiado tarde- contestó mamá molesta mientras pagaba las verduras.

El hermoso silencio regresa, pero en un instante una mirada se cruza con la mía,un par de lindos ojos color chocolate y una sonrisa reluciente.

-Niña ¿Qué es lo que miras?- dice mamá sacándome de mi pequeña hipnosis.

-No, nada, sólo miro el vacío- respondí mientras alejaba la mirada de aquel atractivo joven.

Pero no puedo evitarlo y entonces miro de nuevo pero él ya no está ahí,se ha ido, menos mal porque mamá se habría dado cuenta e intentaría que habláramos. Seguimos con nuestro camino,en ese momento veo a mi mejor amiga de toda la vida Lili.

-Lili- la abrazo.

-María, querida, hace varios días que no nos vemos- suspiró levemente.

-He estado ocupada- compartimos una mirada cómplice y comenzamos a reír.

-Si ya terminaron sus compras, las puedo acompañar a su casa y después tú y yo podemos regresar y salir un rato- dijo mientras miraba las cosas en la canasta que cargaba mamá

-Lili sabes que me agradas querida pero se supone que ya no son unas niñas y tienen que comportarse como adultas..Así que si pueden salir pero todo con precaución, recuerden que son unas señoritas- dijo mamá entre risas.

Caminamos hasta mi casa para dejar a mamá, cuando ella entra en la casa, Lili y yo corremos hasta el pequeño campo cerca de la plaza . Amo este lugar, es tan tranquilo y relajante.

-No puedo creerlo, los soldados invadieron hasta mi lugar favorito- digo muy molesta.

-Lo sé, no es lo mismo estar aquí, vamonos es lo mejor,podemos ir a otro lugar- se levantó del pasto húmedo.

Caminamos hasta la salida pero alguien se acerca a nosotras e impide nuestra salida del lugar.

-Hola bellas damas, me gustaría presentarme, soy Felipe Alarcón y él es mi primo Sebastián Vallejo - dice el joven de ojos azules, quien besa la mano de Lili y después la mía, enseguida su acompañante hace lo mismo. No podía creerlo era el mismo chico que había visto por la mañana, parecía demasiada coincidencia.

-Es un gran placer conocerlos , yo soy Liliana Merino y ella es mi amiga María Duarte- contesta Lili con una sonrisa que sólo usa cuando le gusta alguien.

-¿Nos permitirían acompañarlas a dar un paseo? - acerca su brazo el joven soldado mirando a Lili.

-Claro - dice Lili sin que me permitiera decir nada.

Caminamos por el pintoresco pueblo, Lili y Felipe ríen juntos sin embargo nosotros no decímos palabra alguna.

-Vaya que eres mucho más callada de lo  que parecias en la plaza- dice provocando que me detuviera por un instante.

-Entonces eras tú el chico que me espiaba en la plaza- quise bromear y fingir que no lo había notado.

-Sabes eres preciosa era razonable que te siguiera por toda la plaza- me mira de reojo.

-No sé si darte las gracias o pedirte que te alejes de mí- digo sonrojada intentando seguir con el juego.

-Chicos, Felipe sugirió que mañana vayamos a la feria al muelle,¿Qué dicen? - irrumpe Lili.

-Yo creo que es buena idea- contesta Sebastian.

Continuamos paseando hasta llegar a la pequeña playa donde nos sentamos un rato a descansar y a conversar.

Me siento a un lado de Sebastián, es divertido.

-Mira, un caracol- lo toma delicadamente- puedes escuchar el océano siempre que lo desees aquí- me acerca el pequeño objeto pálido a mi oído y logro percibir el sonido del que habla.

-Es increíble- sonrío para él.

-Conservalo, así cada vez que lo veas me recordarás- me lo entregó de una manera tan delicada que provocó una extraña sensación en mí.

Poco más tarde Sebastián me acompañó a casa - Nos vemos mañana- dijo besando delicadamente mi mano bajo la luz de la luna.

MaríaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora