Capítulo XVIII

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Emma Sachs

El frío recorrió todo mi cuerpo, desde mis pies congelados hasta mi cabello,. Estiré mis brazos en busca de alguna manta paracubrir mi cuerpo, un gran trozo de tela pesada me sirvió, era cálido, muy cálido, pero tenía un olor fuerte, olía a perfume de hombre, algo muy varonil. Quité la manta al sentir ese olor inundar mi nariz hasta que doliera.

Volví a sentir ese frío molesto recorrer todo mi ser, me levanté de mala gana, podría ser una dormilona, pero el frío era más fuerte que mi sueño.

Junto conmigo levanté la manta qué tenía al lado, me llevé una sorpresa al ver que no era una manta, era un saco bastante cálido y grueso, volví a olerlo, olía a Jack.

«¡¿Era de Jack?!».

Sentí el frío abandonar mi cuerpo siendo reemplazado por un calor en las mejillas causado por la vergüenza encontrada.

Extendí el saco decidiendo qué hacer, voltee para ver si había alguien, no, solo estaba el saco y yo ¿Qué lo haría entonces?

¿Lo dejaba o me lo llevaba?

Decidí doblarlo lo mejor que pude y guardarlo bajo mi brazo, cuando viese a Jack se lo entregaría. Pero el frío volví a recorrer mi cuerpo entero, no me quedó más que maldecir en mi mente mientras extendía el saco sobre mis hombros.

«¿Qué me pasó anoche?» Intentaba recordar.

Bajé las escaleras para llegar al segundo piso, el piso donde estaban las habitaciones, dos líneas paralelas, en cada una seis puertas que llevaban a los cuartos de cada uno, la décimo tercera habitación estaba al fondo del pasillo, creo que antes era un almacén, pero por falta de espacio se tuvo que usar.

En cada puerta la pequeña placa de bronce reluciente con el nombre del dueño, revisé la mía “Emma Sachs” quise tachar mentalmente ese “Sachs” pero me fue imposible.

El ruido de pisadas sobre las escaleras me hizo darme la vuelta.

Un Jack cansado subía con esfuerzo las escaleras, llevaba a su hermana sobre el hombro, en el otro un cuyo reposaba.

«¿Un cuyo? ¿De donde había salido?».

Sin pensarlo mucho quité el saco se mis hombros, no quería que pensara que lo estaba usando.

Jack llegó hasta este piso, dio una mirada rápida a mi hombro —donde reposaba la chaqueta —y siguió con su camino. Abrió la puerta de su hermana y luego de un momento adentro volvió a salir ya sin nada ni nadie sobre los hombros.

Lo esperé para entregarle su abrigo, una vez afuera se lo extendí.

—Quédatelo —respondió sin mirarlo.

«¿Para qué me lo quedaría?».

—No, toma —volví a extenderlo en su dirección.

Negó con la cabeza antes de ir a su habitación, la cual estaba al lado de la mía. Volvió a salir y sin ver hacia ningún lado fue para abajo.

Lo seguí dudando un poco, no quería quedarme con un abrigo que ni siquiera era mía, además, olía demasiado fuerte, la mezcla de perfume de hombre y el olor a cigarro se hacía más fuerte con el tiempo.

Lo primero que vi al bajar fue a la mayoría del grupo —solo faltaban los que ya estaban arriba, el pelirrojo, Jack y yo —desparramados en los sillones, el olor a alcohol y vómito inundada toda la sala.

Vi a Jack levantar a Isaac por el cuello con una sola mano mientras buscaba algo debajo de él. Sacó una bola de pelo negro que extendió, de la pequeña bola salieron alas y patas, estaba de cabeza el animal.

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