El sonido de las zapatillas de baloncesto resonaba por el patio de la escuela mientras caminaba hacia el lugar donde a veces me refugiaba: la cancha vacía. No esperaba encontrarme a Ji-ho allí, pero ahí estaba, lanzando algunos tiros al aro con esa facilidad que siempre me había asombrado. Mi corazón dio un pequeño brinco al verlo, aunque intenté ignorarlo.
—Ah, hola, Ji-ho —saludé, acercándome tímidamente, intentando sonar casual.
—Oh, Lim Mi-Suk —dijo con una pequeña sonrisa, dejando de driblar el balón—. ¿Qué tal? ¿Todo bien?
—Sí, sí, todo bien —mentí un poco, sintiendo el peso de lo que quería decirle pero no encontraba cómo—. Solo... estaba paseando un poco.
Nos quedamos en silencio por un momento, el tipo de silencio incómodo donde uno no sabe si debería hablar primero o no. Me crucé de brazos y lo miré lanzar un tiro. Lo encestó fácilmente.
—Entonces... ¿cómo te va con los exámenes? —preguntó Ji-ho de repente, rompiendo el silencio.
Bajé un poco la cabeza, haciendo una mueca exagerada de frustración. Mi respuesta salió de forma dramática y algo cómica.
—A duras penas paso, la verdad —dije con un suspiro teatral, llevándome una mano a la frente como si estuviera a punto de desmayarme—. Me estoy volviendo loca.
Ji-ho soltó una risa leve, sacudiendo la cabeza.
—Bueno, al menos apruebas, ¿no? Eso ya es algo. Aunque te va muy bien en idiomas, ¿no?
No pude evitar sonreír. Esa era mi pequeña área de confort en medio de todo el caos académico.
—Sí, en eso no me va tan mal. ¡Soy una genia del inglés! —respondí, levantando la mano como si fuera un superhéroe, lo cual hizo que ambos riéramos.
El momento perfecto había llegado. Sentía que ahora podía decirlo sin sentirme tan nerviosa. Me armé de valor y solté de golpe:
—Oh, por cierto... le dije a Eun-ji que los invitaría a la fiesta en la playa, a ti y a Jung Hoon.
Ji-ho se detuvo en seco, sus ojos se abrieron como platos. Me miró con incredulidad.
—¿Eh? ¿En serio?
—¡Sí! —respondí animadamente, aunque algo insegura por su reacción.
Pero lo que vino después no me lo esperaba. Ji-ho frunció el ceño y dijo con una expresión seria, pero claramente exagerada:
—No me gusta ir a la playa.
Lo miré con un puchero de indignación y sorpresa.
—¡¿Qué?! ¿Por qué no? ¡Sería divertido!
—No sé nadar, odio la arena, y el sol me quema —respondió, enumerando los motivos con una cara totalmente seria, pero sabía que me estaba tomando el pelo.
Rodé los ojos y le di un pequeño golpe en el brazo, como si estuviera regañándolo.
—Eres un aguafiestas —dije entre risas, cruzándome de brazos—. Pero bueno, ¡será divertido! Estaremos todos juntos. Prometo que no te obligaré a nadar ni nada raro.
Él sonrió un poco, pero noté un leve brillo en sus ojos, como si la idea no fuera tan mala después de todo.
—Está bien, iré —dijo finalmente, haciendo una pequeña pausa—, pero si me quemo, será tu culpa.
Ambos nos reímos, y por un momento sentí que estábamos más cercanos, como si esa pequeña broma hubiera derrumbado parte del muro entre nosotros. Hablar con Ji-ho siempre tenía esa extraña mezcla de incomodidad y emoción.
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Lim Mi-Suk esconde un secreto
RomanceEn una nueva escuela, Lim Mi-Suk, una chica de quince años que guarda un secreto profundo, lucha por encontrar su lugar en un mundo que a menudo se siente hostil. Mientras intenta lidiar con su identidad y el miedo al rechazo, un encuentro inesperad...