Cuando era pequeña, nunca tuve mucho tiempo para hacer amigos. Mientras los demás disfrutaban de sus tardes libres, yo estaba en clases extra o talleres, porque, según mi padre, "siempre hay que destacar e ir a una buena universidad". Me acostumbré a esa rutina de estudio, de intentar complacer, aunque en mi interior me sentía agotada. Quería jugar, reír, ser como los demás niños, pero no podía. Mi único propósito era hacer que mi padre se sintiera orgulloso de mí, aunque, por alguna razón, nunca era suficiente.
Nunca fui libre. Mientras otros niños jugaban o salían a divertirse, yo estaba sentada frente a mis libros, siempre con la presión de ser la mejor. Mi padre, un hombre estricto, perfeccionista y jefe de una agencia, me repetía una y otra vez que debía destacar en todo, que "no había espacio para errores", ya que el quiere meterme en la buena universidad de corea. Y mi madre, aunque no tan dura, seguía el mismo patrón, recordándome a menudo que había dejado su carrera para cuidarme, lo cual me hacía sentir una responsabilidad extra, como si mi vida fuese un proyecto que no podía fallar.
Conforme fui creciendo, me di cuenta de que no encajaba del todo con las expectativas de mi familia, no solo en lo académico, sino en algo mucho más profundo. Mientras las otras chicas empezaban a hablar de chicos, de amores secretos y primeras citas, yo no sentía nada de eso. Los chicos no me interesaban. A veces me obligaba a pensar que quizás había algo mal en mí, pero lo dejaba pasar, pensando que ya llegaría el momento.
Ese momento llegó un momento donde el día de San Valentín. Teníamos que dar regalos a alguien a los chicos, pero yo no tenía a ninguno... aunque debía dárselo a alguien para quedar "bien", total el día de san Valentín también se puede dar a los amigos y yo tenía uno era el más cercano que tenía, pero cuando llegó el Día Blanco y el me dio un peluche y chocolates y se declaró a mi que yo le gustaba, no sabía como reaccionar o como decirle, jamás lo vi como pareja o que sentía algo por el. Cuando estaba con mi amigo cercano sentía admiración que amor. Y lo rechacé y le dije que "no estaba enamorada de el" y se fue triste y enojado, mientras mis compañeras me criticaron por no aceptarlo ya que el era un chico muy bueno y genial. Esos comentarios me hicieron pensar que tal vez... algo estaba mal en mi, ¿por que no soy como las demás chicas? ¿no soy una chica normal?.
Pero todo cambio cuando una compañera de clase, una chica con una sonrisa tan cálida que iluminaba cualquier día gris, dejó unos chocolates en mi carpeta, yo sabía quien era porque la vi cuidadosamente y no me molesto. En ese instante, algo dentro de mí cambió. Sentí una especie de chispa, un latido diferente en mi pecho, algo que nunca antes había experimentado. La miraba y, de repente, todo tenía sentido. No era que no me interesaran los chicos, era que había estado buscando en el lugar equivocado. Cuando terminaron las clases y me fui a mi casa tuve pensamientos muy internos mirando el corazón de chocolates... Hable con ella y no la acepte porque no estaba enamorada de ella, se entristeció pero yo le dije que no se ponga de esa manera que en algún momento va a aparecer su otra mitad, ya que seguía explorando quien era y mis sentimientos.
Al principio, intenté ignorarlo. El miedo me dominaba. Sabía que no podía confesar lo que sentía, no en mi familia ni entre mis compañeros. Había escuchado demasiadas historias mientras exploraba mi sexualidad, de como personas rechazadas por sus propios padres o ridiculizadas por sus amigos. Así que decidí que lo mejor sería callar. Incluso cuando esa misma chica me sonrió el día que le di un pequeño obsequio de vuelta, pretendí que nada pasaba, que solo éramos compañeras de clase.
Empecé a buscar y buscar preguntándome e incluso viendo imágenes de chica idols de k-pop... pero ver a esas chicas siempre me parecieron hermosas que me sonrojé. Cuando cumplí doce años ya sabía que me gustaba, no me gustan los hombres sino las mujeres. AMO A LAS CHICAS. Sin embargo, el miedo siempre estuvo ahí, como una sombra que no me dejaba disfrutarlo por completo. Temía que mis padres descubrieran lo que ocurría, temía lo que podrían decir si supieran la verdad.
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Lim Mi-Suk esconde un secreto
RomantiekEn una nueva escuela, Lim Mi-Suk, una chica de quince años que guarda un secreto profundo, lucha por encontrar su lugar en un mundo que a menudo se siente hostil. Mientras intenta lidiar con su identidad y el miedo al rechazo, un encuentro inesperad...