sebelas

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La noche se desplegaba como una manta negra, pesada y casi palpable, cubriendo la ciudad con su frío aliento. En el corazón de la mansión, un único resplandor de luna iluminaba las paredes de piedra, las sombras bailando a su alrededor con una vida propia. Todo estaba en silencio, pero no era un silencio natural. Era como el eco de algo oculto, esperando a ser descubierto.

Sunghoon estaba allí, inmóvil, su figura recortada en la oscuridad, como una estatua viva. Sus ojos brillaban con una intensidad fría, observando más allá de las ventanas, hacia el vacío de la noche. El viento golpeaba los cristales con fuerza, pero el aire dentro de la mansión permanecía denso, cargado de una tensión que podía cortarse con un cuchillo. Algo se estaba acumulando, como una tormenta a punto de estallar, y Sunghoon lo sentía, incluso en lo más profundo de su ser inmortal.

—*No podemos seguir esperando.* —La voz de Heeseung llegó como un susurro, pero con una claridad que parecía resonar en cada rincón de la sala. Su tono estaba cargado de algo más que la usual broma, una seriedad que Sunghoon rara vez veía en él. Un silencio incómodo siguió, como si el propio aire hubiera dejado de respirar.

Sunghoon giró lentamente, sus colmillos apenas asomando bajo sus labios mientras sus ojos fijaban a Heeseung. La habitación se volvió más fría, como si las sombras que la rodeaban pudieran tragar todo lo que tocaban.

—*¿De qué hablas?* —La pregunta de Sunghoon no fue más que un murmullo, pero la firmeza en su voz era imposible de ignorar.

Ni-ki se acercó entonces, moviéndose con una gracia peligrosa. Era el más joven, pero su presencia era lo suficientemente poderosa como para arrastrar cualquier vestigio de calma de la habitación. Su mirada era afilada, peligrosa. Como una serpiente acechando en la oscuridad.

—*Lo sabes. El chico. Sunoo.* —La forma en que dijo su nombre hizo que un escalofrío recorriera la espalda de Sunghoon, aunque no sabía si era por el deseo o por algo mucho más oscuro. Era un nombre que ya no podía sacarse de la cabeza.

Sunghoon frunció el ceño, su mandíbula apretándose mientras la sensación de inquietud lo envolvía más. La atmósfera, espesa como un veneno, lo rodeaba. Un peso insoportable parecía aplastarlo, presionando su pecho hasta que casi no podía respirar.

—*¿Qué hay de él?* —La pregunta salió más áspera de lo que había planeado, pero era la única respuesta que podía ofrecer mientras su mente intentaba organizar las piezas dispersas de su propio caos interno.

Ni-ki lo observó como si estuviera ante un niño, sin paciencia, sin piedad. —*Es demasiado tarde para seguir en silencio. Lo sientes, ¿verdad? Lo mismo que nosotros. El chico... tiene algo que ninguno de nosotros puede resistir. Y eso nos hace vulnerables.*

Un suspiro pesado escapó de los labios de Sunghoon, y la oscuridad en la habitación pareció intensificarse aún más.

—*Lo mantendremos a distancia...* —dijo, con una seguridad que parecía frágil en el aire. Sin embargo, la certeza de lo que estaba a punto de ocurrir pesaba en su pecho. Sabía que las palabras no serían suficientes para contener lo que estaba comenzando a surgir.

Heeseung dio un paso hacia adelante, rompiendo la tensión con una sonrisa juguetona, pero en sus ojos había algo peligroso, algo que no solía mostrar. —*Oh, Sunghoon. Siempre tan protector.* —La suavidad de su voz no hacía más que agregar peso a sus palabras. —*Lo sabemos todos. Lo que realmente temes no es lo que podría pasar si lo tocamos, sino lo que podría pasar si dejamos que se acerque más. Si realmente llegamos a... sentir algo por él.*

El aire parecía volverse más pesado, como si el mundo mismo estuviera esperando el momento exacto en que todo se desmoronara. Ni-ki no sonrió. Su rostro permaneció impasible, pero en sus ojos había una chispa de locura.

—*¿Sentir algo por él?* —Su risa se escapó, fría y cortante. —*Nosotros no sentimos. No de esa manera.* —Su mirada recorrió la mansión, como si pudiera ver más allá de las paredes, más allá del presente. —*Lo que sentimos es lo que necesitamos. Y él será el catalizador. La chispa.*

Sunghoon cerró los ojos, sintiendo cómo sus colmillos se alzaban con la tensión. Los tres vampiros se habían distanciado de los humanos durante siglos, huyendo de las emociones, desechando todo lo que los conectara a una vida mortal. Pero Sunoo había cambiado algo en ellos, algo que no podían ignorar, algo que los atraía con una fuerza insostenible.

Era la sed. La necesidad. La sensación de algo prohibido, peligroso. Algo que nunca habían experimentado con tal intensidad.

—*Lo que siento por él...* —murmuró Sunghoon, y por un momento, sus palabras quedaron suspendidas en el aire. Las sombras parecían escuchar, como si la propia oscuridad quisiera engullirlos. —*Es como si fuera lo único que me hace sentir vivo de nuevo.*

El silencio que siguió fue pesado, incómodo. Ni-ki observó a Sunghoon, con una mirada que decía más que mil palabras. Sabía lo que estaba pasando, lo que se estaba desencadenando.

—*No te preocupes.* —Dijo Ni-ki, sonriendo con frialdad. —*Lo que realmente importa es que pronto, él también será uno de nosotros. Y eso... eso cambiará todo.*

Las sombras se alzaron a su alrededor, distorsionándose, como si fueran conscientes de la amenaza que se cernía sobre todos ellos. Era como si un par de ojos invisibles los estuvieran observando, esperando el momento perfecto para hacer su movimiento.

Un leve susurro, un crujido. Algo se movió en la oscuridad.

Y entonces, la figura que los había estado observando desde las sombras dio un paso adelante. Un par de ojos brillaron en la penumbra, y todo lo que los tres vampiros habían temido, lo que habían estado evitando, estaba justo frente a ellos.

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Vampire's Game.  - Sunoo Harem ღDonde viven las historias. Descúbrelo ahora